La gestión de los ahorros es una cuestión de capital importancia para cualquier persona con una cierta capacidad de ahorro y no debe dejarse en manos poco alineadas con los intereses del ahorrador.
Ahorrar es una cosa e invertir es otra. La primera es, sin duda, una cualidad: no todas las personas que pueden hacerlo ahorran. Pero a la hora de invertir esos ahorros es preciso hacerlo con acierto y haberse formado mínimamente en esta materia.
¿Qué hacer con nuestros ahorros?
Uno puede guardar sus ahorros en el colchón o debajo de un ladrillo. En ese caso, la inflación o los cacos los devaluarán. Puede también dejarlo en una cuenta corriente, remunerada o no. En ese caso, también la inflación o una eventual quiebra bancaria pueden llevárselos por delante.
Estar en el pasivo de un banco nunca es una buena idea y menos si no nos pagan por ello, como todavía hoy hacen las grandes entidades bancarias con las cuentas corrientes. Pregunten a los cuentacorrentistas de Popular, Banesto, Silicon Valley Bank, First Republic Bank, Banco de Madrid, Credit Suisse, etc. Seguro que no lo pasaron bien.
Estar en el pasivo de un país, aunque su deuda sea triple A, tampoco paga el riesgo que uno corre.
La inversión del ahorro personal debe centrarse en activos reales, sin distinción de las diferentes edades del inversor. Esta cuestión, que en la cultura estadounidense está grabada a fuego, está mucho menos valorada en la cultura europea e incluso menos en la española. En este sentido es sorprendente ver la incultura financiera de colectivos profesionales con una buena capacidad de ahorro, como pueden ser los médicos, abogados, arquitectos, ingenieros, etc. O incluso de algunas Pymes, que son excelentes empresas, pero que administran muy mal su liquidez.
En España casi es un tabú hablar de la inversión de los ahorros y tenemos a gala olvidarnos de esta cuestión confiando en la persona que el banco con el que trabajamos (aquel en el que tenemos domiciliada la nómina y los recibos de la luz, el agua, el gas y el colegio de los niños) nos asigna para “colocar” nuestros ahorros. Vamos a esa cita como quien va al médico, con discreción y gran confianza.
Presumir de tener dinero en Estados Unidos es una demostración del esfuerzo personal. En España, una ordinariez.
¿Cómo proceder para tomar una decisión?
Llegados a este punto, lo primero que uno debe preguntarse es, ¿está alineado este banquero con mis intereses? Es decir, ¿si a mí me va bien o mal, a él qué tal le va? Si la respuesta es “ni fu ni fa”, eso es que NO está alineado con nuestros intereses.
Para que se me entienda, pongamos un ejemplo claro de alineación de intereses: ¿qué preferimos cuando cogemos un avión? ¿Que lo teledirijan desde un ordenador en una torre de control con un joystick o que el piloto esté en la cabina del avión? Yo diría que la segunda opción es la que todos escogeríamos, de forma que, si las cosas van mal, el piloto esté en igualdad de condiciones que el pasaje. Eso es “alineación piloto-pasaje”.
Pues a quien decida acerca de nuestros ahorros hay también que exigirle alineamiento. De nuevo, una pregunta: ¿cómo se alinea conmigo mi banquero a la hora de invertir? La respuesta es simple: invirtiendo en el mismo producto que yo y en una medida similar. ¿Es eso habitual entre los banqueros que la banca tradicional nos pone delante para que nos convenzan de que debemos invertir nuestros ahorros en uno u otro producto? La respuesta es clara: NO, NUNCA. Es más, en general están profundamente desalineados, puesto que suelen cumplir directrices del banco que les paga la nómina. El banquero coloca nuestros ahorros en el producto en el que el banco gana más dinero por comisiones. Esta cuestión es crítica. ¿Cómo superarla con éxito? Hay varias formas que veremos más adelante.
Hay que recordar siempre que nuestros ahorros son nada menos que el “destilado” que queda después de trabajar y de atender todos nuestros gastos, personales, familiares, etc. Es de vital importancia dedicarle tiempo. Es un deber para con nosotros y nuestra familia.
Es curioso que colectivos con buena capacidad de ahorro dediquen su tiempo a seleccionar un buen coche, una buena televisión, un buen móvil, pero ni un minuto a gestionar sus ahorros, cuando para ello lo único que precisan es adquirir una mínima cultura financiera.
Qué exigir a la inversión de nuestros ahorros
Entrando ya en materia: ¿qué le debemos exigir a la inversión de nuestros ahorros? Hagamos una lista sencilla:
Liquidez. Debemos destinar al ahorro aquellos importes que razonablemente pensamos que no vamos a precisar en un plazo mínimo de cinco años. Pero pueden darse situaciones absolutamente inesperadas que exijan disponer de liquidez de forma instantánea. Los mercados regulados nos ofrecen esa liquidez además de una permanente valoración de nuestra inversión.
Rentabilidad. El primer objetivo de cualquier inversor es batir a “su” inflación, aquella que directamente le afecta. A partir de ahí, vale la pena analizar qué activos han sido los que históricamente han generado a medio/largo plazo mayor rentabilidad para un inversor diligente. Se entiende por inversor diligente aquel que no actúa con su inversión como si de un casino se tratase. No se trata de “apostar” o “jugar”, se trata de “invertir” y eso exige decisiones meditadas.
Fiscalidad. A la hora de decidir el destino de nuestros ahorros es imprescindible conocer el tratamiento fiscal. De nada sirve ahorrar toda una vida e invertir en un plan de pensiones poco o nada rentable si, además, cuando es preciso rescatarlo debo tributar por él como si se tratase de una renta del trabajo.
Diversificación. Como en otras cuestiones de la vida, en la inversión no se deben poner todos los huevos en la misma cesta. Un mínimo de diversificación, sin volvernos locos, protege nuestra inversión.
¿Quién se encarga de la inversión? Como en cualquier actividad, desde invertir hasta cortarse el pelo, uno lo puede hacer personalmente o encargárselo a un profesional. Si no dedicas un tiempo que quizás no tengas, puede que acabes con un incómodo trasquilón.
¿Qué espero de mi inversión? ¿Cuál va a ser su destino? Ahí ya interviene en qué etapa de la vida nos encontramos. ¿Estamos en una fase con capacidad de ahorro? O por el contrario ¿estamos en una fase en la que para mantener nuestro nivel de vida debemos usar esos ahorros? ¿Invertimos para dejarlo a nuestros herederos o queremos disfrutar de una aceptable capacidad económica hasta nuestra muerte, como primera premisa?
Todas estas preguntas —y más, que seguro que a cualquiera se le pueden ocurrir— son las que nos debemos plantear para organizar el destino de nuestro ahorro.
Cuándo iniciar nuestra inversión
Este no es un tema que se pueda posponer. Como dijo Einstein, el interés compuesto es la octava maravilla del mundo. Pero si lo es cuando lo usas, es una gravísima omisión cuando no lo haces. Tu coste de oportunidad, gracias al interés compuesto, es muy elevado. Y de lo anterior ya podemos sacar la tres primeras conclusiones: 1) si puedes, ahorra, 2) si ahorras, invierte y 3) si inviertes, hazlo hoy, no esperes a mañana.
Cómo, dónde invertir y por qué
Hasta para hacer un huevo frito se precisa maña y dedicación. Pues si de nuestros ahorros hablamos, salvo que pensemos dedicar un tiempo personal importante —lo que es una alternativa muy loable—, es mejor dejarlo en manos de un profesional. La cualidad principal de ese profesional, además de su habilidad es, como he dicho antes, que debe tener sus intereses alineados con los nuestros y para eso sólo hay una forma: debe estar invertido en aquellos instrumentos financieros que recomiende. De otra forma es posible, pero complicado.
Los gestores alineados se encuentran en su gran mayoría en gestoras independientes, es decir, fuera del ámbito de la banca tradicional, y los instrumentos financieros que gestionan fundamentalmente suelen ser fondos de inversión.
Otra forma de invertir en estos instrumentos financieros y poderlo hacer a través de nuestro banco tradicional es informarnos a través de multitud de portales web (Morningstar, por ejemplo) y pedir a nuestro banco aquel o aquellos fondos que más nos gusten. Si el banco nos quiere conservar como clientes, ya se encargará de buscar ese instrumento financiero que le solicitamos. Los suelen tener en lo que llaman de forma eufemística “arquitectura abierta”, que no es muy abierta precisamente, pero si el fondo no es una rara avis y nuestro banco tiene una colección suficiente, lo tendrá disponible. En ese caso, el banco querrá ganar dinero y lo hará de una de estas dos formas.
Nos ofrecerá ese fondo en clase de “banca privada”, que suele tener unas comisiones altas que permiten al banco quedarse con una parte de ellas. Eso es lo que se llama “rebate” o “retrocesión”. También se les llama coloquialmente “clase sucia” en contraste con la “clase limpia” o “institucional”. No hay en este caso transparencia de qué parte de la comisión del fondo se lleva la entidad bancaria, pero el partícipe puede conocer con detalle en el folleto del fondo qué comisión implícita carga la gestora al fondo. Adicionalmente, el fondo soporta unas comisiones de custodia de los activos que lo componen, cuyo porcentaje también figura en el folleto. El folleto está disponible en www.cnmv.es o lo proporciona la propia entidad bancaria.
Si el fondo que le pedimos a nuestra entidad bancaria no tiene ese tipo de clase, es decir, tan sólo está en clase “limpia” (o “institucional”) o bien se trata de un fondo indexado, que suele tener una comisión muy baja, insuficiente para colmar los objetivos de rentabilidad de la entidad bancaria, esta nos cobrará lo que eufemísticamente llamaban (hoy creo que ya la llaman por su nombre) una comisión de custodia. La verdad es que no existe tal custodia de un fondo y de lo que se trata es de una comisión pura y dura que se viene a sumar a la pequeña comisión que de forma implícita la gestora le carga al fondo. Hoy esta comisión de “custodia” ronda el 0,40 % anual para un buen cliente de la entidad bancaria.
Por el contrario, si nos dirigimos a una gestora independiente, no bancarizada, todos estos costes desaparecen. No existen esas barreras. No obstante, esta modalidad de inversión exige al partícipe una buena información de los productos financieros que comercializa esa gestora, de su track record, de su calidad de gestión, de su modelo de gestión (GARP, Value, Blend, Quality, etc.). Hay que recordar aquí, de nuevo, que rentabilidades pasadas no garantizan las futuras, y mucho menos a corto plazo.
Hay alternativas más completas y complejas, como puede ser contratar una gestión discrecional de nuestra cartera de inversión. En mi opinión, hoy esta modalidad está dominada también por la banca tradicional, y eso no es la mejor garantía para un partícipe dada la histórica falta de independencia de los banqueros que cumplen ese cometido. Si el inversor opta por esta modalidad, la entidad le cobrará un fee sobre el patrimonio gestionado (algunas entidades cobran también un fee por éxito, que no se sabe si es o no con marca de agua) y se ocupan de incluir clases limpias. Opcionalmente, este servicio “perfila” al inversor, de modo que en función de su “perfil” le colocan un buen porcentaje de renta fija que el inversor puede tener ya por otro lado, pero se la vuelven a colocar, aunque esta vez con más comisiones. No es una gran forma de invertir. Es muy ineficiente, puesto que aplicar esas comisiones sobre la renta fija en ocasiones genera una esperanza matemática de resultados negativos para el partícipe.
De todas ellas, mi recomendación siempre es formarse e informarse para poder actuar con libertad y sin sentirse estabulado, como una vaca en una granja, por la banca tradicional.
En qué activos invertir y por qué
Quizá, ante esta pregunta, sea mejor primero ir desechando activos.
Planes de pensiones. Los desecharía por su mal tratamiento fiscal y por su iliquidez. Sólo les veo interés si desde la administración deciden apoyarlos con una importante desgravación fiscal, pero su iliquidez no me convence.
Renta fija. La desecharía para el largo plazo y por su habitual poca rentabilidad. Creo que es útil para “aparcar” ahorros que vayamos a emplear a corto y medio plazo y para los que no queramos correr el riesgo de la volatilidad. En ese caso las letras del tesoro español a 3, 6 o 12 meses son hoy un buen activo. Se pueden comprar, bien directamente en el Banco de España, o de forma más cómoda, aunque más cara, por las comisiones, en nuestro banco tradicional.
Inmuebles. Es el activo favorito de los ahorradores españoles. No lo recomiendo por varios motivos.
- Es un activo ilíquido. Si precisamos vender en un plazo reducido por un evento inesperado, sufriremos un grave deterioro en su valor.
- Valoración poco accesible. No hay un mercado regulado y transparente de compraventa de inmuebles al que uno vaya y sepa a cuánto cotiza su piso en tal o cual ciudad. Desconocemos en este caso la evolución de nuestra inversión. Muchos propietarios de viviendas prefieren este tipo de activo a la renta variable aduciendo que se trata de un activo poco volátil. Lo que en realidad ocurre es que cuando la economía se enfría y caen todos los activos, incluyendo los inmuebles, el propietario desconoce cuánto se ha depreciado el suyo y por eso tiene una falsa sensación de menor volatilidad.
- Regulación. Se trata de un activo que está al albur de la administración pública, que un día decide limitar el alquiler y otro publicar una norma que impide recuperar un inmueble en caso de ocupación.
- Riesgo de impagos. En caso de poner el activo en renta estamos soportando, salvo que cubramos ese riesgo en detrimento de la rentabilidad, riesgo de impago. Si estamos en la fase de la vida en la que necesitamos liquidez adicional procedente de nuestra inversión, ahí nos encontramos con un problema grave.
- Graves deterioros del activo. Por inquilinos poco cuidadosos, ocasionando sobrecostes de mantenimiento no previstos en nuestras “cuentas iniciales”.
- Evolución del urbanismo. Lo que hoy es una zona prime mañana puede ser una zona de mucha peor calidad, devaluada. El ejemplo más paradigmático es Harlem en Nueva York. A la inversa también ocurre, pero es muy difícil predecirlo.
Hay una excepción, y es cuando uno invierte en la que va a ser su propia vivienda, donde se va a desarrollar su vida familiar. Ahí pocas recetas valen. Si la vivienda colma tus aspiraciones en este sentido, haz pocos números, los imprescindibles para saber que podrás atender el servicio de la deuda y sé feliz.
Compra directa de acciones. Me parece una buena opción, pero debe ir acompañada de formación previa y dedicación. Si no se cumplen estos dos requisitos es mejor no entrar ahí. No obstante, hay excelentes inversores particulares con excelentes rentabilidades recurrentes a lo largo del tiempo. Una gestión profesional y dedicada a una buena cartera de acciones cumple con todos los objetivos a cualquier edad y en cualquier etapa de la vida. Por contra, el tratamiento fiscal es mucho más desfavorable que el de los fondos de inversión, tanto en las operaciones de compra y venta de acciones, como en el tratamiento de los dividendos.
Fondos de Inversión. Los hay de muchos tipos, pero me voy a centrar en tres grandes grupos, fundamentalmente.
Fondos de renta fija. Si los plazos son cortos, las comisiones se comen la posible rentabilidad, y si son largos se corre un riesgo innecesario, puesto que si hay un cambio de tipos como se produjo en 2022 las pérdidas son permanentes.
Fondos mixtos. Combinan renta fija y renta variable en diferentes proporciones. Para ellos vale el mismo razonamiento que en el caso anterior, puesto que la parte de renta fija suele ser la dominante, al que puedo añadir que no tiene sentido comprar un “mix prefabricado” de fija y variable cuando el inversor puede perfectamente fabricárselo a su medida comprando por su cuenta renta fija, por ejemplo, letras o bonos, y sin pagar las comisiones de la renta variable. Me parece un producto poco honesto.
Fondos de renta variable. Distingo en esta categoría dos subgrupos.
Fondos de gestión pasiva: fondos indexados y fondos cotizados (ETF). Los fondos indexados son fondos de inversión que siguen a un índice, es decir, su gestión es pasiva. Una versión similar es un fondo cotizado (o ETF por sus siglas en inglés), que es muy accesible puesto que cotiza en bolsa igual que una acción. Ambos son similares. Su inventor fue John Bogle, al que el mundo inversor debiera hacer un monumento. Fundó Vanguard, una de las mayores gestoras del mundo por volumen de activos bajo gestión. Al seguir a un índice no precisan análisis y por ello tienen unas comisiones muy bajas. Ahí está la familia de fondos Vanguard, que siguen a toda pléyade de índices, o los ETF de iShares, que hacen lo mismo, pero cotizando en bolsa. Tienen una excelente rentabilidad histórica con una menor volatilidad que los fondos activos, de los que luego hablaré. Un inversor diligente debería hacer una cesta de este tipo de fondos con diferentes pesos ponderados con el fin de reducir su riesgo de mercado. Para ver la ponderación es interesante analizar qué hacen los gestores de este tipo de fondos, como puede ser Indexa Capital. Tener un porcentaje de este tipo de activo en cartera es muy interesante como base de nuestra inversión. Precisan largo plazo, no menos de 5 años.
Fondos de gestión activa. Los fondos activos, a diferencia de los anteriores, no siguen un índice, sino que tienen detrás uno o varios analistas y un gestor o asesor que toman decisiones de qué compañías incorporar en el fondo y en qué proporción. El universo de este tipo de fondos es inmenso y pretenden, en primera instancia, batir a la inflación y, a continuación, batir a su índice de referencia de tal modo que el partícipe, a cambio de soportar una mayor comisión implícita, pueda disfrutar de una mayor rentabilidad.
Sus comisiones suelen ser más elevadas que los indexados o los ETF, ya que deben soportar mayores costes de análisis y gestión. Los hay de todo tipo: sectoriales, por geografías, por estilo de inversión, por tamaño, etc.
Una combinación de ambas categorías de fondos, pasivos y activos, de forma que, a mayor edad, mayor proporción de fondos pasivos, es una excelente estrategia de inversión a largo plazo. En mi opinión, la mejor. De esta forma, cuando podemos aportar ahorros a nuestra inversión, ésta va creciendo y componiendo y, cuando ocurre al contrario, tras nuestra jubilación, podremos ir retirando parte de nuestra inversión, tributando a coste de plusvalía financiera y no de la renta del trabajo, como es el caso de los Planes de Pensiones.
Fondos de capital riesgo. Existe esta modalidad y hoy empieza a estar a disposición del inversor particular con cantidades mínimas razonables (10.000 €). Tienen poca liquidez o ninguna, según la gestora, y personalmente no los recomiendo para personas físicas cuya formación financiera, en el mejor de los casos, es escasa. Supone correr unos riesgos innecesarios a cambio de una mayor rentabilidad que no paga ese riesgo adicional.
En resumen, esto exige, como todo, dedicación, pero es una dedicación muy bien remunerada. Exige diligencia, puesto que no se trata de un casino. Las compañías generan valor con el tiempo y hay que dejarlas trabajar. La renta variable es lo más alejado que hay del pelotazo. Saber siempre quién nos puede acompañar en esto y quién no. Alineación de intereses.
Por supuesto, las consideraciones anteriores son opiniones personales que no pretenden establecer un análisis exhaustivo de alternativas, sino dar una serie de opciones que hagan pensar acerca de las mismas. Otro asesor haría otras reflexiones. Hay infinitas formas de invertir, una por cada inversor, y todas pueden ser razonables.
Y una reflexión final: la mejor inversión es en uno mismo, entendiendo por ello a nuestra familia. No hay nada comparable con una buena formación de nuestros hijos o de nosotros mismos. Eso tiene un interés compuesto imposible de emular.
Foto de nicollazzi xiong