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Lo que se dijo sobre la plata en la burbuja de 2011

En abril de 2011 la plata rozaba los 50 $/onza. Pocos meses después el precio bajó y tocó por debajo de los 14 $ a finales de 2015. Mientras escribo estas líneas, en abril de 2024, su precio ronda los 25 $/onza. Es decir, han pasado 13 años y la plata cuesta la mitad que en el pico de la burbuja. Todavía habrá algunos a quienes les duela el bolsillo cada vez que se acuerden.

Cuando llegó la burbuja yo llevaba un par de años escribiendo el Blog Numismático. El 14 de abril de 2011 publiqué un artículo donde reflexionaba sobre el precio de la plata en ese momento, que fue contestado con 129 comentarios muy variopintos. En su mayoría eran entusiastas de la inversión en plata seguros de que nunca bajaría de precio o especuladores que intentaban ganarse la vida con el trading y la especulación a corto plazo. Yo ni era ni soy un experto en el mercado de los metales preciosos, pero me parecían argumentos peregrinos.

Os propongo repasar esos argumentos, no vaya a ser que en la próxima burbuja se digan cosas parecidas. Quizá de esa manera evitemos repetir los errores. También añadiré un par de novedades argumentativas relacionadas con la inversión en plata que se están repitiendo en los últimos años.

 

La burbuja de la plata de 2011

Los metales preciosos tuvieron un mínimo importante a finales de 2008. Se adelantaron a los mínimos de los mercados bursátiles para subir con fuerza desde 2009 hasta mediados de 2011. El oro pasó de 750 $ a 1850 $ por onza; la plata se disparó de 9,5 $ a 50 $ por onza. De este último fue especialmente interesante la meteórica subida que ocurrió en el primer trimestre de 2011, cuando la plata partió de un máximo histórico de 27 $ a casi duplicar su precio.

La industria fotovoltaica aumentó un 328 % su demanda de plata entre los años 2008 y 2011 (uno y dos). Esta industria tuvo un grandísimo crecimiento durante esos años y los paneles solares requerían una buena cantidad de plata. Obviamente, esto supuso un impulso en la demanda de plata física global, pero se vio compensada por el descenso de la demanda de otras industrias, como la fotográfica. En global, el mundo demandaba 1.076 millones de onzas en 2008 (642 para la industria) y 1.026 en 2011 (662 para la industria). Es decir, tanto la demanda como el uso industrial agregado era muy semejante en 2008 y 2011. Por lo tanto, el precio no respondía a un aumento de su demanda industrial.

Bien es cierto que la demanda global de plata sufrió un descenso de un 15 % en 2009 y luego volvió a crecer tanto en 2010 como en 2011. Esto hizo que se generase una sensación de escasez que hizo subir los precios (unos precios muy volátiles, puesto que el volumen de mercado de la plata es muy pequeño a nivel global).

El mercado de futuros, las opciones, el trading intradía, los hedge funds de alta frecuencia y otros vehículos de ruinas masivas hicieron el resto. El volumen de futuros COMEX negociados en abril de 2011 triplicaba el de enero de ese mismo año. Por ese motivo subió el precio tan rápido; en cuanto acabó la especulación masiva descendió a la misma velocidad.

 

La narrativa de la plata en 2011

Cualquier otra burbuja viene acompañada de una narrativa aparentemente racional que justifica el aumento de precios. A toro pasado es muy fácil desmontar esa narrativa, pero que sea fácil no significa que sea inútil: analizando los discursos erróneos del pasado podemos aprender a detectar discursos erróneos que seguramente vuelvan en el futuro. Estos discursos los encontrábamos en mercadillos, en foros (ejemplo) y en blogs (ejemplo). Sin pretender hacer un análisis exhaustivo, he agrupado los argumentos que he encontrado en cinco categorías:

  • Sobreestimar la demanda de plata. Se encontraba a auténticos entusiastas de la plata que decían que se trataba del metal con más usos industriales por ser un buenísimo conductor eléctrico y térmico. Bien es cierto que las propiedades físicas de la plata hacen que sea un metal muy apto para la industria electrónica, pero su uso industrial es ínfimo en comparación con el de otros metales. Así, el uso del hierro, el cobre, el níquel o el aluminio es de varios órdenes de magnitud por encima del uso industrial de la plata. Mucho me temo que así seguirá siendo.

 

  • Infravalorar la capacidad de innovación de la industria. El precio de un metal da muchísima información a los actores de un mercado. Que el precio de la plata subiese motiva a aumentar la producción de las empresas mineras y, llegado el caso, a abrir nuevas minas. La industria demandante también se ve motivada a utilizar menos plata para generar sus componentes; de hecho, a partir de 2012 hubo un descenso importante de la plata usada en los componentes electrónicos y en los paneles solares. Finalmente, se motiva a que se busquen nuevas técnicas de reciclado para que la plata encontrada en la chatarra pueda ser reutilizada. Todos estos factores hacen que el mercado de la plata se autorregule. Los inversores de 2012 no tenían en cuenta estos aspectos, pues consideraban que la plata era muy escasa, iba a ser cada vez más demandada y no podría reciclarse.

 

  • Su «histórica» relación con el oro. En época virreinal la relación de precios entre el oro y la plata fue razonablemente estable con valor de 1:16. En Francia se mantuvo con la relación 1:15,5 hasta la década de 1870, cuando el precio de la plata descendió bruscamente e hizo tambalear las economías de muchísimos países que tenían un patrón monetario basado en el bimetalismo oro/plata. En abril de 2011 la relación oro:plata era 1:35 y eran muchos los que decían que volvería a su relación «natural», que era la histórica de 1:16. Eso les hacía entender que la plata debería valer más del doble de lo que costaba (parece que no contemplaban el escenario en el que bajase el precio del oro). Lo que yo siempre me preguntaba es por qué consideraban el valor histórico de la plata como el que hubo durante la Edad Moderna y no en periodos anteriores. En el siglo XIV nos encontramos proporciones 1:4; en el siglo I había proporciones 1:9; en el Antiguo Egipto hubo periodos en los que la plata llegó a ser más cara que el oro… En definitiva, la supuesta relación histórica vale de poco porque cambia con el tiempo. Y la tendencia de los últimos 200 años claramente es que en el largo plazo los metales de uso industrial se deprecian con respecto al oro, cuyo uso es monetario. Por cierto, actualmente la relación oro:plata se encuentra en torno a 1:88.

 

  • Comparación con malísimas inversiones. Se repetía el argumento de que era mejor acumular plata que acumular euros o dólares. Estoy de acuerdo en esa afirmación, pero no me parece una comparativa justa. Para valorar una inversión se debe comparar con otras inversiones semejantes o con otras buenas opciones de inversiones alternativas. Así, se podría reflexionar si es preferible acumular plata, acumular oro o acumular cobre. O si es preferible invertir en metales físicos, ETF referenciados a metales o un fondo referenciado al S&P 500, pero no tiene sentido compararlo con acumular euros porque esa opción no refleja el coste de oportunidad de ningún inversor.

 

  • Extraordinario optimismo. El precio de la onza de plata rozó los 50 $, pero eran muchos quienes decían que era imposible que bajara, que en pocos meses se alcanzarían los 100 $ y que en una década al menos valdría 500 $. La realidad es que 13 años más tarde la plata cuesta nominalmente la mitad de lo que costaba en el pico de la burbuja.

 

Lamentablemente, los que escribieron argumentando que la plata iba a subir de precio más, más y más no regresaron para explicar por qué se habían equivocado. Al menos no lo hizo ninguno que yo conozca. Es una lástima, porque seguramente darían una visión muy interesante.

 

Nuevos argumentos en 2024

Yo no soy muy entusiasta de la inversión en plata. Veo claras diferencias entre la inversión en plata y la inversión en oro que me hacen preferir claramente el segundo metal. En mi opinión, el oro es dinero mientras que la plata es una materia prima. Por lo tanto, la plata tenderá a perder poder adquisitivo en el muy largo plazo (puedo estar profundamente equivocado, simplemente es mi opinión). Además, el precio de la plata es mucho más volátil que el del oro y su tenencia física está gravada con IVA. Por estos motivos no tengo contacto directo con las comunidades de entusiastas en plata física, pero algunos ecos me llegan. Entre esos ecos hay dos que me parecen novedosos y bastante sorprendentes:

  • La plata coloidal. Desde muy antiguo es conocido que la plata tiene propiedades antibacterianas y ha sido usada en algunas culturas como parte de su medicina tradicional. Pero no hay evidencia empírica de tratamientos que utilicen la plata como fármaco. A pesar de ello, en los últimos años se ha puesto de moda la «plata coloidal», que viene a consistir en disoluciones de nanopartículas de plata que se ingieren como si de una terapia homeopática se tratase. Al parecer, esas nanopartículas deben tener una pureza muy alta y por eso los creyentes de la plata coloidal intentan acaparar las maple leaf, que tiene una pureza del 99,99 %. La ingesta de nanopartículas de plata no tiene efectos secundarios en mamíferos, por lo que los tratamientos de plata coloidal no generan mayor perjuicio en los pacientes que el de sacarles los cuartos. Pero no dejan de ser creencias peligrosas. Si bien me parece gracioso imaginar a alguno rayando su maple leaf para aliñar unos macarrones y así curarse la gripe, se me corta la risa cuando busco en Google y veo a más de un desalmado que afirma poder curar a pacientes con cáncer a base de la plata coloidal que venden.

 

  • Las compras sin factura. Desde hace unos años hay un número creciente de inversores en metales físicos que buscan una inversión sin factura. Su interés no es tanto el ahorrarse la carga impositiva sino el poder refugiar una inversión sin que exista ningún tipo de registro de esa compra en ninguna base de datos, de manera que puedan hacer un alzamiento de bienes llegado el momento. Muchos de estos inversores se imaginan un futuro distópico en el que el Estado será una entidad totalitaria que confisque todos los bienes a los ciudadanos; otros casos más extremos consideran que serán los extraterrestres quienes confiscarán esos metales. Por eso buscan refugiar un capital sin dejar ningún registro de su adquisición y sin que su nombre se incluya en ninguna base de datos. Yo estoy de acuerdo en que los estados son cada vez más totalitarios y confiscadores, pero considero muy poco probable que lleguemos al punto de que vayan puerta por puerta confiscando el oro y la plata que hayamos podido comprar (y, llegado ese momento, probablemente me preocupe más por salvar mi vida que por salvar mi patrimonio). Mucho más probable me parece un escenario en el que el inversor necesite vender su plata o su oro y luego tenga problemas con el fisco por no poder justificar ni la proveniencia ni el precio de adquisición de ese capital.

 

Foto de Pixabay

 

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