Llegué a conocer la existencia de la Escuela Austríaca hace ya unos cuantos años —2003 si no recuerdo mal— cuando descubro la existencia en Australia de Chris Leithner, inversor value, economista austríaco y firme defensor de los valores morales tradicionales como importantes para toda la relación entre los Hombres. A través suyo entendí que los postulados económicos de la Escuela Austríaca encajaban muy bien con planteamientos que me parecían lógicos: un Estado cuyo peso no fuera excesivo y no ahogara a la sociedad civil sino que, precisamente, facilitara su desarrollo; una defensa de un nivel de endeudamiento —para el Estado como para las empresas y familias— bajo, ya que ello facilita la independencia financiera; una defensa de la capacidad de ahorro, del patrón oro como un dinero que no puede ser manipulable por nadie, una crítica al papel de los bancos centrales y la banca con reserva fraccionaria… etc.
Todos esos postulados, en mayor o en menor medida, me parecían razonables y desde aquel entonces había venido «defendiendo» o alabando dicha visión… cuando, en el camino de aprender sobre la Escuela Austríaca y su defensa de la «libertad» (luego explicaré el porqué de las comillas), me acerco a España y veo que se muestran o se venden como los continuadores de la Escuela de Salamanca… anteriores por tanto a Adam Smith y con ello obteniendo —según ellos creen— la primogenitura como escuela de pensamiento económico. Nunca he ocultado que soy cristiano —tampoco he exigido a nadie que lo sea— y, al encontrarme con este mensaje «la Escuela Austríaca es continuadora de la Escuela de Salamanca», lo primero que pensé es que, dado que estos eran teólogos católicos, aquellos, al menos, aunque no sean creyentes o ni siquiera sean católicos (que a nadie se le exige), como mínimo serían coherentes con la cosmovisión del Hombre que llevó a los Escolásticos a plantear sus postulados en el siglo XVI y siguientes. Eso, para mí, era un punto de confianza, pues si los postulados económicos de los austríacos eran coherentes con la cosmovisión judeocristiana del Hombre, entonces la economía estaría al servicio del Hombre y no al revés.
Sin embargo, a principios del año pasado leí un librito de Daniel Marín Arribas titulado Destapando el liberalismo, muy sencillo de leer y tremendamente profundo en su alcance como crítica a la ideología libertaria en sus declaraciones fuera del ámbito económico. Por ejemplo, y por centrarlo en Rothbard como el ejemplo más extremo al que llega la argumentación basada en la «lógica libertaria», me encuentro con la defensa de «un floreciente mercado libre de niños», o la defensa del soborno y el chantaje, por ejemplo. Evidentemente, leer esto me hizo darme cuenta de que había algo que se me escapaba.
Por otro lado, en España en particular, y al calor de la defensa que grandes inversores value han hecho de la Escuela Austríaca de Economía como marco intelectual de apoyo para sus decisiones de inversión, los principales representantes de la Escuela Austríaca parece que están obsesionados con fomentar la idea de que dicha escuela de pensamiento económico «es» la Escuela del Value. Y no, no lo es. El value investing es un método, una técnica, si queréis, de inversión, una forma de ayudarnos a tomar decisiones a la hora de invertir en el que lo único que necesitas es conocer la parábola de Graham sobre el Señor Mercado y analizar las cuentas de una empresa (mejor dicho, «entender» dicha empresa) y comparar el valor intrínseco que haya resultado de tu análisis con el precio de mercado o con el precio que un vendedor privado quiera pedirte por su parte. Nada más.
Puedes ser austríaco, keynesiano, friedmanita, smithsoniano, ateo, musulmán, budista, judío, cristiano, amerindio, caribeño, hindú, africano, mediterráneo, aborigen, zurdo, diestro, gordo, flaco, alto, bajo, hombre, mujer, marciano o del universo paralelo que se os ocurra. Si sabes calcular el valor de una empresa y eres capaz de aguantarte las ganas de comprar si el precio de mercado no es lo suficientemente bajo, entonces puedes ser un inversor value sin problemas. De hecho, ni Buffett ni Munger, los dos principales y más respetados inversores value, son austríacos para nada. Y, al igual que hay inversores value muy diferentes en su forma de gestionar e invertir, también los hay que pueden tener diferentes visiones respecto a los postulados económicos. La cuestión es que la Escuela Austríaca hace mal —y entre ellos mismos hay quien también lo ve así— en tratar de asociarse o unirse al prestigio del value investing porque, sin negar que puedan ser compatibles, lo que niego es que sea necesario «ser austríaco para ser value»… y parece, no se por qué interés, que se está haciendo todo lo posible para que todos aquellos jóvenes que llegan al value investing se sientan en la necesidad de estudiar los postulados austríacos.
No tienen por qué. No tenéis por qué.
Sin embargo, y aunque algunos postulados austríacos, vistos desde el value, no son correctos del todo (por ejemplo su teoría subjetiva del valor), es el postulado del valor de los escolásticos el que se ajusta muchísimo mejor al value. Insisto, no estoy diciendo que los escolásticos fueran value o que necesitéis conocer a los escolásticos para ser inversores value; repito que son cosas distintas. Sin embargo, algunos postulados de los escolásticos encajan y son más correctos desde el punto de vista value que los propios postulados austríacos. Para que os hagáis una idea, la teoría subjetiva del valor austríaco es un postulado tomado (sabiéndolo o sin saber) de los escolásticos… pero los austríacos toman sólo la parte que les interesa y se olvidan del resto de lo que decían los escolásticos. En este caso, el postulado austríaco es absoluto… el valor es única y exclusivamente subjetivo y para ello, algunos de los que han leído a los escolásticos, citan a éstos indicando que «el valor surge de la estimación de los hombres», como si esto fuera todo y como si los escolásticos les dieran la razón a los austríacos. Pero no, los escolásticos evitan el error de absolutización de los austríacos y evitan, a la vez, el error del marxismo.
Ya desde la introducción de mi nuevo libro, titulado Value Investing: Austria vs Salamanca (Una mirada crítica a la deriva libertaria dentro de la Escuela Austríaca y los riesgos que para ésta tiene) indico que no son los postulados económicos austríacos los que me suponen un problema. Más o menos creo, como he dicho, que son razonables y lógicos, aunque, como acabo de explicar, creo que algunos son más correctos, coherentes, lógicos y razonables los postulados de la Escuela de Salamanca. No es la parte económica como tal la que me supuso la decepción, sino la parte ética o moral que se vende alrededor de la Escuela Austríaca como liberalismo o, como prefiero llamarlo, libertarianismo… pues creo que aquí el daño es mayor y creo que la argumentación de Rothbard lleva a un mundo libertario de locos.
La crítica, realmente, es sobre el libro de Murray Rothbard La ética de la libertad, pues como un amigo (austríaco) me dijo es la postura extrema dentro de los austríacos, la postura más conocida como anarcocapitalistas y libertarios. En mi libro hago breves críticas a Mises y Hayek, pero el foco real está centrado en la argumentación libertaria de Rothbard en su «ética de la libertad». Pienso que, si una argumentación es capaz de llegar a determinado lugar, la crítica ha de hacerse no en los primeros pasos sino en el extremo… pues si un razonamiento es válido, ha de serlo también en el extremo. No me vale decir que los postulados ideológicos que se defienden es que puedes matar a uno, pero que lo malo es matar a muchos. Si la lógica que defiende el primer paso termina dando pie a defender el último extremo… el primer paso también es erróneo.
Y es así. En el libro muestro cómo la argumentación sobre la que Rothbard construye su libro sobre la «ética libertaria» se basa en mentiras y tergiversaciones. En primer lugar, dado que pretende argumentar su ética libertaria en la ley natural, lo que hace es falsear a Francisco Suárez, escolástico de Salamanca (advierto desde ya que no parece que Rothbard o Hayek hayan leído a los escolásticos… sus citas son de fuentes secundarias; Mises ni los nombra en La acción humana) y, posteriormente para justificar y basarse en la autoridad de John Locke, padre del liberalismo «oficial», respecto al derecho de propiedad del individuo, Rothbard miente ocultando parte de la cita de Locke que modifica dicha defensa absoluta sobre el derecho de propiedad que Rothbard pretende que creamos. Naturalmente, por mucho que Rothbard hable a lo largo de su libro de la ley natural, es una ley natural totalmente descafeinada, totalmente desprovista de su esencia.
El problema de los tres grandes austríacos es de cosmovisión —por eso terminan defendiendo algo completamente alejado de la Escuela de Salamanca— y es un error tremendo. Al punto que su cosmovisión materialista los lleva a retorcer la verdad y por eso terminan defendiendo una ideología terrible. Mises, por ejemplo, intenta equiparar su «ciencia», la praxeología, con la lógica y la matemática… cuando incurre en una serie de incoherencias y contradicciones forzadas para que todo encaje. De ahí que se permita el lujo de decidir él quién es un ser humano (los recién nacidos, para Mises, no lo son)… y se basa en una ciencia, la praxeología, que no entendía al principio porqué Hayek, en el final de su vida, cuando escribe La fatal arrogancia, repudia porque veía que le llevaba al marxismo. Y con razón, pues, aunque el título de la obra de Mises es La acción humana, en realidad su «acción», como muestro en el libro, se queda corta y es sólo praxis… la praxis materialista, la praxis marxista. Por eso, partiendo de la misma premisa, aunque razone por otro lado, mantiene la misma cosmovisión que el marxismo… como bien supo ver el propio Hayek.
Mises y Hayek son los menos criticados en el libro, por supuesto, aunque sus errores son errores de base, de fundamento, como en su negativa a entender la validez e importancia de la ley natural y por ello se traban y contradicen respecto a los valores morales. Los errores de Rothbard, al avanzar más en explicitar su ética libertaria, son más claros y más evidentes una vez que entendemos la falsedad del inicio de su argumentación. De hecho, habría sido más coherente para Rothbard, defender la ley de la selva, la ley del más fuerte… pero Rothbard no se atreve a tanto. Lo que pasa es que, casi, da igual porque se acerca muchísimo. En resumen, su ética de la libertad básicamente supone hacer lo que te de la gana, excepto la violencia y el fraude… pero como muestro en el libro, incluso estos «remilgos» también se los saltan cuando les conviene. Por eso es más coherente y valiente defender la ley de la selva. (Lo que sería aún más horroroso, desde luego).
Si os animáis a leer el libro, espero que os quedéis con la idea de que el value no precisa de la Escuela Austríaca y que ésta tampoco es, ni por asomo, continuadora de la Escuela de Salamanca… en tal caso, tergiversadora de ésta en sus postulados económicos a los que usa de mala manera y, lo peor, contraria totalmente de la cosmovisión que la Escuela de Salamanca defendía y que dio lugar a una de las páginas de oro de la Historia de la Humanidad.
Un fuerte abrazo a todos.