En la entrega de su premio en el Instituto Juan de Mariana, el profesor Alberto Benegas-Lynch, nos habló de un concepto muy interesante: el ahorro entendido como una preferencia por lo que vaya a ocurrir en el futuro frente a lo que ocurre en el presente.
¡Qué incomodidad! Aunque provengo de una familia de ahorradores compulsivos (a veces conocidos como los del “puño cerrado”, o incluso tacaños…), nunca había pensado en esa preferencia por el futuro de mi familia. Esta nueva visión los convertía de repente en algo mucho más romántico y amable que Mr. Scrooge.
Me quedé reflexionando sobre eso, y sobre la corriente de pensamiento opuesta, la del “carpe diem”. Frente a ella, la visión de futuro, el trabajo a largo plazo constituye la base del mindfullnes, la respiración del yoga o los cursos de gestión del tiempo.
Me quedé pensando cómo hacer convivir en mi cabeza, y más difícil, en mi vida, las valiosas enseñanzas de mi familia sobre el ahorro, y mi propia experiencia de ser más feliz cuanto más consciente y centrado en el presente vives.
Y éstas son las conclusiones:
1.- Vivir el momento puede ser aún más interesante y enriquecedor si se hace de forma austera, rehusando lo innecesario. Esto es interpretable, pero en mi papel de madre constato que cuantos menos juegos electrónicos y TV tienen mis hijos, más risas, gritos y alegría hay por la casa (por supuesto cuando quiero que haya paz en casa, les reparto hasta el microondas con tal de que se callen…).
2.- Lo que hacemos con el ahorro, es decir, la forma de invertirlo puede producirnos una gran satisfacción en el momento presente. Invertir bien, con conocimiento, en empresas que nos gusten, en proyectos de emprendedores o de desarrollo que nos llenan,
es una decisión doblemente gratificante, donde es posible obtener al mismo tiempo satisfacción presente y futura.
3.- Por último, si pudiéramos tener cierta garantía de que esa preferencia por el futuro se convertirá, llegado el momento, en una realidad mejor para nosotros, habríamos conseguido preservar el legado de nuestros antepasados y, a la vez, comulgar con el pensamiento más avanzado.