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El arte como activo de diversificación

Desde la Antigüedad, la adquisición de obras de arte es una actividad inversora.

Desde la Antigüedad, la adquisición de obras de arte es una actividad inversora. Pero a diferencia del dinero, las materias primas, las cosechas y otros depósitos de valor, tiene unas características singulares entre los depósitos de valor; tanto entre los demás activos tangibles como respecto de los bienes valiosos intangibles. Por ello tiene diversos valores paralelos y complementarios al del valor económico, teniendo normalmente un importante papel en un patrimonio diversificado.

PROBABILIDAD DE REVALORIZACIÓN

Al tratarse de un objeto único y precioso, la obra de arte tiene la cualidad de su singularidad, lo que provoca un aprecio más o menos generalizado; por ello es muy probable que gane valor con el paso del tiempo. Esta es una opinión generalmente admitida, aunque no disponemos de unos estudios estadísticamente representativos acerca de la evolución del precio de una muestra representativa de obra de arte, en comparación a la evolución de la inflación en un país y respecto de la revalorización de otros activos alternativos. Pero esta opinión no está tan claro que pueda mantenerse en el caso del arte contemporáneo actual, con precios mucho más volátiles que los del arte consolidado por una larga trayectoria en el mercado.

DISFRUTE PERSONAL.

Una de las principales cualidades de una obra de arte es su efecto placentero en quienes la observan. Mirar un objeto bello, armónico, decorativo, bien ejecutado ‘alegra la vista’ y levanta el ánimo; como escuchar buena música o degustar una excelente comida. En los hospitales, residencias de mayores y otros lugares se colocan reproducciones de obras de arte ‘alegres’ deliberadamente para animar a sus residentes, trabajadores y visitantes.

DESARROLLO PERSONAL.

La convivencia reiterada con obras de arte de alta calidad en un domicilio o lugar de trabajo puede contribuir a mejorar los criterios estéticos de quienes las vean con frecuencia. Incluso aunque no se mire detenidamente, el cerebro va registrando las características de todo aquello que se mira. En el caso de las personas que cotidiana y reiteradamente pasan su mirada por estas, van imperceptiblemente incorporando a su ‘criterio’ personal las cualidades de armonía entre formas, espacios y colores que están representadas en las obras de arte que se ven. Entre los entendidos en arte se suele hablar de ‘hacer ojo’ o ‘ver mucho’ para explicar el instinto artístico que desarrolla quien ‘ve mucho arte’. Mejor si es una observación deliberada y entendida; pero incluso sin esta, también se mejora.

REALCE DE PRESTIGIO.

Desde la Antigüedad, reyes, magnates y prelados encargaron obras de arte para que representasen a sus personas o a su linaje. Se trataba de empelarlas para impresionar a los observadores, trasladando a los representados la ‘sacralidad láica’ asociada a toda gran obra de arte. Actualmente, los museos han ido sustituyendo a las catedrales de las ciudades como centro de reunión y exhibición social; del mismo modo que las inauguraciones de las galerías de arte o de las exposiciones temporales, o de las ferias de arte, son un momento de encuentro social al que se accede una vez se ha convertido la persona en coleccionista o en un personaje relevante de la comunidad. Así mismo, se asocia la propiedad de obras de arte y el prestigio de una casa u oficina a la exhibición en sus salones de piezas de calidad.

SEGURIDAD Y TRANSPORTABILIDAD.

Las grandes joyas vienen siendo desde la Antigüedad los principales depósitos de valor ‘de seguridad’; pues permiten esconder o transportar mucho valor en poco espacio, siendo fáciles de vender en cualquier parte con escasa pérdida de valor. Lo mismo se puede decir de las pinturas, esculturas pequeñas y todo tipo de artes decorativas de gran categoría. Salvo pinturas mal conservadas o muy antiguas, que son vulnerables si son desclavadas de su bastidor o que requieren una temperatura y humedad controladas. Las pinturas y esculturas de gran valor son poco robadas, pues resultan muy difíciles de revender sin experimentar una gran pérdida de valor por parte del delincuente; más apetitosas para los cacos son algunas joyas, especialmente las que tienen piedras preciosas, pues estas se desmontan y el oro se funde.

BAJO COSTE DE MANTENIMIENTO.

Salvo las pinturas antiguas o en delicado estado de conservación, las obras de arte no tienen unos costes de mantenimiento apreciables. El primer reto es evita las caídas o golpes. Los costes de seguro de las grandes obras de arte son muy bajos; en la línea del coste de depósito de una acción por un banco. Los costes de restauración de obras de arte son también reducidos.

CORRELACIÓN CON OTROS ACTIVOS.

La gran mayoría de las obras de arte constituyen un activo de ‘vigilancia adelantada’ en cuanto a la evolución de ciclo económico; sufriendo mayor coeficiente de volatilidad que la mayoría de los otros depósitos de valor. Cuando los propietarios empiezan a intuir problemas económicos, las obras de arte son unas de las primeras inversiones que dejan de realizar, y son también algunas de las propiedades de las que se desprenden primero; así mismo, es uno de los bienes que más tarde recupera precio en la recuperación de la economía.

Por el contrario, las grandes obras maestras del arte mundial, así como las joyas de primer nivel, constituyen el mejor ‘valor refugio’ que existe. Siempre hay un gran exceso de demanda de las mismas. Sus precios record en subasta se alcanzan en los periodos de ‘boom’, pero pueden revenderse con muy escasa depreciación en cualquier parte del mundo y en cualquier lugar.

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