Política y coyuntura económica
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China redobla la apuesta

El reciente congreso del Partido Comunista Chino finalizó con el único resultado de un fortalecimiento del poder de Xi Jinping y la reafirmación de su posición de líder único e indiscutible del gigante asiático.

Multitud de analistas habían pronosticado que, en este congreso, Xi Jinping incluiría un mayor número de moderados en su núcleo de siete hombres del partido. Finalmente, el resultado fue muy distinto, con la presencia total de afines a Xi y su causa política en dicho grupo. Por lo tanto, ahora mismo el presidente chino no tendría la menor oposición, ni siquiera argumental, dentro de su gobierno.

Todo ello ha hecho que esta semana muchos inversores salieran huyendo de China, ya que, junto a los reiterados planes de proseguir con la política de «Covid 0» en dicho país y los decepcionantes datos económicos recientemente conocidos, el gigante asiático podría estar afrontando uno de sus momentos socioeconómicos más duros de las últimas décadas. La ausencia de figuras moderadas en el nuevo liderazgo del Partido Comunista causó que esta semana los índices bursátiles chinos sufrieran una corrección récord, debido principalmente al outflow internacional de fondos.

El congreso del Partido Comunista sirvió en gran parte para constatar el empeño de Xi Jinping por reforzar la seguridad nacional y las durísimas medidas contra la Covid, a pesar de que ambas políticas supongan menores flujos de comercio internacional y una significativa reducción de las tasas de crecimiento, con el consiguiente desincentivo para la inversión futura.

Además, un factor que muchos no están teniendo en cuenta son las posibles futuras represalias por parte de EE.UU. ante algunos de los movimientos en materia de política comercial y de seguridad que plantea Xi Jinping. Dichas represalias podrían suponer un mayor número de sanciones y una intensificación de las ya presentes, al igual que un mayor control sobre las cadenas de valor globales y los lazos comerciales y en materia de inversión entre China y EE. UU.

Si esto llegara finalmente a suceder, estaríamos ante un claro desacople de algunas de las cadenas de valor globales más importantes del mundo, lo cual tendría numerosísimos efectos en materia económica y geopolítica. En primer lugar, muchas multinacionales tendrían que repensar sus inversiones e incluso reubicarse en algunos casos, haciendo más complicada la inversión internacional y teniendo que elegir a qué grupo de mercados se quiere tener acceso, si a EE. UU. y sus aliados o a China y los propios. Aquellas empresas que, a lo largo de las últimas décadas, y en especial desde la entrada de China en las instituciones multilaterales internacionales, hayan invertido masivamente en Asia, se verán forzadas a revisar su cartera y buscar una mayor diversificación. Esto las llevará a invertir en muchos casos en sectores o países con menor potencial de crecimiento, mermando, por lo tanto, la productividad a escala global, algo nada positivo para la tendencia inflacionista actual.

Todas las empresas que tengan una parte importante de su producción en China o sean dependientes de manera significativa de los consumidores del país asiático se verán enormemente afectadas por esta situación, por lo que muchas de ellas están ya diseñando e incluso implementando planes de contingencia frente a ello.

Para Xi Jinping en la actualidad la ideología y lo que él considera «seguridad nacional» son materias que están muy por delante del crecimiento económico y del desarrollo del país. Aun así, durante el congreso, el presidente chino afirmó la relevancia que para él tiene lo que calificó como «prosperidad común», entendida como una mayor autosuficiencia económica y una reducción de la desigualdad en el país. Un punto especialmente preocupante fue la insistencia en la necesidad de controlar Taiwán para lograr dicha autosuficiencia a nivel nacional.

Todo este cómputo de factores y de objetivos marcados por Xi Jinping están contribuyendo a generar un clima de mayor inestabilidad geopolítica en un momento nada bueno para la inversión internacional. Además, muchos inversores temen que ante esta nueva perspectiva un mayor número de inversiones vayan a ser directamente controladas por el gobierno chino en determinados sectores, reduciendo el margen de beneficios e incrementando el riesgo de estas.

Por otro lado, tal y como comentaba con anterioridad, la respuesta de EE.UU. ante estas posiciones del gobierno chino puede ser un factor añadido de disrupción no solo en el plano geopolítico sino también económico en Occidente. Que esto ocurra depende en gran parte del resultado de las elecciones midterm, ya que una victoria del Partido Republicano traería probablemente una respuesta más dura ante las posiciones reforzadas de China.

Si esto persistiera, cabe la posibilidad de que en el largo plazo pudiéramos observar una bifurcación de las cadenas globales de valor de manera que los núcleos económicos se concentren en China y EE.UU. de forma independiente y con la menor relación posible entre ellos, suponiendo mayores trabas al comercio internacional y una merma de la productividad en multitud de países. Como decía, este será un elemento que contribuirá probablemente a añadir leña al fuego de la inflación al afectar cada vez a un mayor número de sectores en los que tanto China como EE.UU. tienen un peso importante. Al igual que a principios de los 2000 la entrada de China en las cadenas de valor globales supuso una presión a la baja en los precios de miles de bienes, la situación opuesta podría producirse ahora.

El sector financiero podría ser otro de los afectados por toda esta situación de inestabilidad, principalmente a causa de las restricciones al flujo de capital internacional que podrían imponer tanto EE.UU. como China y sobre las que, de hecho, ya hay planes para su implementación. Aun así, esto no es nada sencillo de hacer, ya que el dominio mundial del dólar impide de momento que China pueda establecer un núcleo de poder financiero sin contar con el beneplácito de EE.UU., lo que hace relativamente vulnerable al gigante asiático en este aspecto.

Este es uno de los elementos que más preocupan actualmente al gobierno chino en lo referente a su relación con EE.UU., ya que, tras observar el efecto sobre Rusia de las sanciones financieras impuestas por Occidente a raíz de la invasión de Ucrania, ha incrementado el temor en China de verse sujetos a sanciones similares si finalmente optaran por tomar Taiwán por las armas.

Como podemos observar, el desacople financiero entre las dos potencias está ya en marcha y solo aumentará en el futuro. La inversión probablemente se centrará de mayor manera en empresas menos dependientes de China o menos expuestas a su mercado para focalizarse en industrias estratégicas europeas o americanas. Los efectos de estos vaivenes son absolutamente impredecibles, ya que la situación es constantemente cambiante, pero lo que está claro es que podemos estar ante un importante reordenamiento del comercio y las finanzas globales.

Foto de Magda Ehlers

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