Gestión activa vs gestión pasiva
Medio

Cuatro consideraciones para invertir en ETFs

Antes de que decidamos invertir en ETFs, tenemos que ser conscientes de cuatro factores que pueden hacer que nuestra cartera sea subóptima.

Los fondos cotizados, más conocidos como ETFs (por sus siglas en inglés Exchange Traded Funds) han ido ganando popularidad como una herramienta de inversión útil, sobre todo en el entorno de la gestión pasiva. Los ETFs son, esencialmente, fondos que cotizan en las bolsas como acciones. Se venden y se compran continuamente a lo largo del día en la bolsa mientras el mercado esté abierto.

La popularidad de los ETFs no es ninguna sorpresa, dadas las ventajas innegables que poseen. En primer lugar, los ETFs facilitan para los inversores el acceso a muchos fondos que puede que no estén disponibles o comercializados en sus mercados domésticos y también a materias primas (commodities). Según datos citados por MarketWatch, existen más de 5.400 fondos cotizados globalmente. Eso es una gran variedad y cantidad de fondos que ya está disponible para el inversor en casi cualquier país.

En segundo lugar, los fondos cotizados también se distinguen por sus costes. Según datos del Wall Street Journal del 2018, los costes de los ETFs están bastante por debajo de los costes de fondos tradicionales; un ETF promedio suele tener un nivel de gastos de 0,44% (total expense ratio). Eso significa que por cada €1.000 invertidos en ETFs pagaríamos de promedio solamente 4,40 € por la gestión, custodia y otros servicios relacionados.

Sin embargo, antes de que nos subamos al carro de los ETFs, tenemos que ser conscientes de cuatro factores que pueden hacer que nuestra cartera sea subóptima. Aquí me gustaría decir, desde el principio, que estas cuatro consideraciones son fruto de mi propia experiencia invirtiendo o considerando invertir en ETFs. Espero que sean útiles a los lectores del blog de Value School. Sin embargo, no me responsabilizo de las posibles decisiones de inversión que pueda tomar algún lector después de leer este artículo. También cabe señalar que cualquier mención de algún ETF en concreto no es una recomendación para invertir ni por mi parte ni por parte de Value School, sino tan sólo un ejemplo.

Trato los cuatro asuntos en el orden en el que creo que deberían ser considerados por el inversor:  fiscalidad, costes de brókers, riesgo de iliquidez de la inversión y también la estructura y tipos de ETFs. De nada nos serviría examinar meticulosamente los riesgos asociados a un fondo o su estructura y contenido, si la inversión en él nos supusiese costes fiscales o de intermediarios elevados que nos restarían rentabilidad.

Fiscalidad de los ETFs

De todos los problemas que tenemos que considerar a la hora de invertir en ETFs, el potencial impacto fiscal de la inversión ha de ocupar siempre el primer lugar, ya que no queremos que los impuestos carcoman los intereses compuestos que aspiramos a acumular con nuestras inversiones a largo plazo.

Desde el punto de vista fiscal, el principal problema es que, en España, a diferencia de los fondos de inversión y los planes de pensiones, los ETFs no son traspasables. Por tanto, no están exentos del impuesto de ganancias patrimoniales. Si decidimos sacar nuestro dinero de un ETF, ya sea en parte o en su totalidad, e invertirlo en otro ETF u otro fondo, tendremos que pasar por Hacienda. Puede que alguien piense que eso, de por sí, no constituye un problema para el inversor ahorrador a largo plazo que quiere estar invertido en un ETF siguiendo un índice a lo largo de 10 años o más. Sin embargo, ese no es el problema.

El obstáculo que nos supone la normativa fiscal vigente tiene otra dimensión y afecta a nuestra habilidad de hacer rebalanceo de una cartera hipotética compuesta sólo por ETFs de bajo coste. Supongamos que quisiéramos construir una cartera con unos pocos fondos índices cotizados, por ejemplo, con la típica asignación de 60% de renta variable y 40% de renta fija. En ese caso, tendríamos que pagar impuesto por las plusvalías cada vez que hagamos el rebalanceo de nuestra cartera, para que se mantenga la misma proporción de renta variable y renta fija (60-40). Ya que algunos como Vanguard recomiendan hacer tal rebalanceo cada año o cada seis meses, el impacto de esos impuestos puede llegar a ser significativo a lo largo de diez años o más, sobre todo cuando un activo ha generado rentabilidad superior al promedio histórico y ha desequilibrado la proporción deseada de 60-40.

Otro aspecto que tenemos que considerar a la hora de invertir en ETFs es si el fondo cotizado que sigue el índice es de distribución o de acumulación. Si el fondo en el que hemos invertido es de distribución, eso quiere decir que recibiremos cada cierto tiempo los dividendos acumulados por las acciones en la cartera del fondo índice, según nos corresponda por el tamaño de nuestra inversión. Esos dividendos también tributan como una ganancia patrimonial. Afortunadamente, la manera de evitarlo es simplemente buscar ETFs de acumulación, es decir, aquellos en que el fondo reinvierte los dividendos percibidos automáticamente en acciones y no se los distribuye a los partícipes. De hecho, existen varios portales y buscadores, que nos permiten filtrar y buscar sólo ETFs de acumulación. El que he utilizado yo para mis búsquedas de ETFs es Just ETF. En dicho portal, en la parte izquierda de la pantalla uno puede filtrar los resultados, entre otras cosas, bajo la sección Use of profit por Accumulating (de acumulación) o Distributing (de distribución).

Se podría argüir incluso que la situación fiscal de los traspasos de capital entre ETFs tributando como plusvalías es completamente injusta y no equitativa, sobre todo para los ahorradores particulares con pequeños patrimonios que quieren ir ahorrando e invirtiendo pequeños importes mensualmente en fondos de bajo coste y hacer rebalanceo de sus carteras anual o bianualmente. No poder invertir en ETFs de manera fiscalmente eficiente supone un coste de oportunidad que no es baladí, si nos ponemos a comparar los gastos corrientes de un fondo de inversión indexado y los gastos (TER) de su ETF equivalente, siguiendo el mismo índice.

Como bien se puede ver, la diferencia entre los gastos de los fondos indexados tradicionales y los gastos de los ETFs, siguiendo el mismo índice, es notable y, por tanto, constituye una injusticia, ya que, para conseguir eficiencia fiscal para sus ahorros, un ahorrador español de cierto perfil puede verse obligado a contratar un producto financiero prácticamente idéntico en términos de retornos esperados que le supone gastos claramente más elevados. A largo plazo estos costes, por muy pequeños que perezcan, son compuestos y pueden tener un impacto palpable sobre las rentabilidades acumuladas. Quizás las organizaciones que pretenden defender los derechos de los consumidores o incluso partidos políticos deberían plantearse de manera seria esta injusticia, aunque yo personalmente dudo mucho que lo vayan a hacer.

En la tabla anterior he escogido unos pocos ejemplos de fondos indexados disponibles en el mercado español y sus ETFs equivalentes, siguiendo los mismos índices. A propósito, he seleccionado índices que un inversor pasivo podría considerar para construir una cartera muy diversificada geográfica y sectorialmente: uno global de los mercados bursátiles principales (MSCI World), uno del mercado estadounidense (S&P500), uno de la eurozona (MSCI EMU) y uno de mercados emergentes (MSCI Emerging Markets). Todos los ETFs en la comparación son de réplica física, es decir son fondos que compran todas o casi todas las acciones de las empresas en el índice y no usan derivados u otros instrumentos financieros para replicarlo.

ETFs y las comisiones de los brókers

Si vamos a invertir en ETFs, no debemos olvidar que las operaciones que vamos a emprender son las mismas que cuando decidimos invertir en acciones directamente. Eso supone la necesidad de contratar los servicios de un bróker, con lo que no deberíamos bajar la guardia en cuanto a las comisiones que nos aplicarían. Una gran parte dependerá del importe que vamos a invertir y/o nuestro plan de inversión.

Si disponemos de un importe de dinero sustancial que queremos poner a acumular interés compuesto a largo plazo y queremos invertirlo todo de golpe (también conocido como lump sum investing en inglés), lo más probable es que el coste del bróker sea nimio y no nos suponga un gasto significativo.

Sin embargo, si no disponemos de grandes importes y queremos ir invirtiendo cantidades pequeñas mensualmente, por ejemplo, entre 100 € y 500 € mes, puede que las comisiones de los brókers nos supongan un coste sustancial a largo e incluso a corto plazo. De hecho, cuanto más pequeña la cantidad que queremos invertir mensualmente, mayor será el coste del bróker, ya que muchos brókers suelen cobrar un mínimo por transacción. Si nuestro bróker cobra, digamos, un mínimo de 6 € por transacción, esto supone un gasto bastante elevado (6%) para una inversión mensual pequeña de €100. En casos así, si queremos invertir en ETFs, lo prudente sería optimizar nuestros gastos de brókers bajando la frecuencia con la que invertimos, es decir, en vez de invertir 100 € cada mes, nos planteamos invertir la misma cantidad anual (12 x 100 €), pero invirtiéndola tan solo una vez (1.200 €) o dos veces (2 x 600 €) al año.

Liquidez a la hora de reembolsar la inversión

Como ya hemos dicho, los ETFs funcionan como las acciones de empresas cotizadas en bolsas, pero también hemos de mencionar que esto supone potencialmente ciertas desventajas en cuanto a la liquidez. Si nosotros contratamos un fondo de inversión indexado tradicional, podemos sacar de allí nuestro capital cualquier día a su valor liquidativo, que se calcula a diario por el mismo fondo en función de los movimientos de los activos que contiene. Los ETFs no funcionan igual porque se venden y compran a diario en un mercado dinámico y, por tanto, están sujetos a la oferta y la demanda que hay cada día. Por eso los ETFs se suelen vender con una diferencia, algo más caros o más baratos, del valor nominal del ETF. Esa diferencia se conoce como el spread u horquilla.

Algunos podrían sostener que esas diferencias no suelen ser significativas, a no ser que estemos comprando ETFs muy exóticos, con poco patrimonio bajo gestión (AUM) y poco volumen de compraventa diario. Mientras eso puede ser verdad para muchos ETFs de gestoras grandes como Vanguard, BlackRock, iShares etc, que replican índices de alta demanda, un inversor que considera invertir en ETFs debe entender este riesgo. Para evitar malas sorpresas, es aconsejable que el inversor investigue no sólo la gestora-emisora del ETF, sino también que mire los volúmenes intercambiados a diario de (trading volume) y monitorizar esos últimos de manera periódica cómo van evolucionando.

Hoy en día, los ETFs, sobre todo de emisoras eminentes que replican índices, se suelen comprar y vender a menudo y, por tanto, un escenario de iliquidez parece bastante poco probable. Pero un inversor a largo plazo debe plantearse la pregunta: ¿seguirá siendo el caso dentro de 10, 20 o 30 años? Y aunque parezca poco probable que se vuelvan ilíquidos esos ETFs, lo importante es entender que tienen este riesgo y que nadie realmente puede garantizarnos que cualquier ETF vendido o comprado hoy tendrá la misma liquidez dentro de 20 o 30 años.

Las estructuras y tipos de ETFs

Hay muchos detalles a los que tenemos que prestar atención a la hora de invertir en un ETF, como en cualquier producto financiero. Sin embargo, me gustaría delinear en pocas palabras los que yo considero sumamente importantes en cuanto a la estructura y los contenidos de los ETFs.

En primer lugar está la diferencia entre ETFs de réplica física y los ETFs sintéticos. Y ¿cuál es esa diferencia?: la manera de replicar un índice. Pongamos un ejemplo hipotético. Un ETF que pretende replicar físicamente el S&P500, el principal índice del mercado bursátil estadounidense, compraría acciones de cada una de las 500 empresas en el índice en proporción del peso de su capitalización (u otro criterio preestablecido). En cambio, un ETF de réplica sintética compraría sólo una parte de las empresas en el índice, esperando que la rentabilidad sea igual, y usaría derivados u otros instrumentos de altas finanzas para intentar lograr el mismo objetivo.

Yo prefiero tener fondos que compran acciones de verdad en vez de opciones, contratos forward, futuros, permutas etc., porque no me siento muy seguro como dueño de ese tipo de instrumentos financieros. Obviamente, eso dependerá de la situación y la percepción de cada uno, pero, como regla general, si alguien no entiende muy bien terminología especializada como «rho», «out-of-the-money», «backwardation» o «contango», es sumamente aconsejable que evite los ETF sintéticos (personalmente diría que incluso la gente que los entiende también haría bien evitándolos).

Sin embargo, cabe hacer algunas observaciones importantes aquí. Algunos ETFs no van a ser capaces de replicar físicamente su índice completamente si, por ejemplo, se trata de un índice de 3.000 o 5.000 acciones, algunas de cuales con poca o nula liquidez (eso es muy común en índices de small caps, o empresas de pequeña capitalización). También hay que mencionar que lo mismo ocurre con índices de renta fija que son, para empezar, mucho más difíciles de replicar que un índice de renta variable. Lo importante en este caso es que el ETF se empeñe en replicar físicamente, es decir comprando activos o bonos reales, una gran parte del índice.

También hay que destacar que algunos ETFs de ciertas materias primas serán sólo sintéticos. ETFs enfocados en producción agrícola como, por ejemplo, el maíz, compran siempre futuros y opciones y nunca cantidades físicas almacenadas, por razones obvias. Sin embargo, si alguien busca construir una cartera diversificada para ahorrar a largo plazo, es poco probable que tenga que comprarse ETFs de materias primas tan específicas como el maíz.

También hay que tener cuidado con los ETFs inversos o cortos que son sintéticos. En ese caso, como bien sugiere el nombre, se trata de vender en corto a través de derivados. Si creyéramos que la bolsa americana fuera a caer y el S&P500 a hundirse, un ETF corto del S&P500 nos daría la oportunidad de apostar por esa supuesta caída y ganar dinero con ella. Es decir, si el S&P500 cayese un 10%, un ETF corto del índice nos traería un beneficio de 10%. El problema es que nosotros no sabemos cuándo se va a producir una caída. Es fácil perder dinero en una inversión así si la caída no se produce.

Otro caso es el de los ETFs apalancados, es decir, cuando la gestora se endeuda para poder realizar el doble de operaciones en derivados. Si tuviéramos un ETF apalancado siguiendo los movimientos del S&P500, eso nos podría ayudar a duplicar las ganancias (o las perdidas, también).  Si el S&P500 sube un 10%, nuestro ETF hipotético apalancado subiría un 20%. Sin embargo, si el índice baja 10%, el ETF bajará un 20% también.

Mientras estos últimos tipos de ETFs en teoría nos podrían servir para crear una cartera cubierta (hedged) que tenga replicas físicas de índices y también ETFs cortos por si los índices cayesen, en la práctica, en mi humilde opinión, eso suele ser bastante difícil y complicado para un inversor- ahorrador promedio. Además, este tipo de ETFs no son exactamente aptos para una cartera a largo plazo, sino más para operaciones a corto plazo de day traders. Yo no soy partidario y no los utilizo.

Y para terminar, hay que hablar del riesgo divisa en los ETFs. Hay quienes opinan que este riesgo no importa a largo plazo. Sin embargo, yo me siento siempre más cómodo invirtiendo en activos, ya sean fondos o ETFs, denominados en euros. Al fin y al cabo, nosotros ganamos nuestros sueldos o beneficios en euros y gastamos en euros. El problema con las divisas principales como el dólar o el euro es que pueden ser bastante volátiles en su conversión y susceptibles a vaivenes cortoplacistas. Eso puede suponernos un problema grave y podemos perder rentabilidad acumulada si necesitamos por algún motivo sacar nuestro dinero invertido en un momento con ratio de conversión poco oportuno. Por tanto, desde mi punto de vista, es mucho mejor evitar un escenario así.

Photo by Roma Ryabchenko on Unsplash

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