Si atendemos a nuestra rutina diaria, desde que nos levantamos, cogemos el transporte para ir al trabajo, desayunamos, comemos, merendamos, cenamos, vamos al gimnasio, hacemos alguna actividad de ocio, tomamos una cerveza con amigos o vamos al cine, podemos observar cómo, a lo largo del día, hemos incurrido en una serie de gastos que, en la mayoría de los casos no contemplamos fríamente. Gastos en los que solemos incurrir en caliente, que tenemos en nuestro día a día y que, de forma habitual, no solemos darles importancia y no contemplamos en nuestro presupuesto.
Sin embargo, estos gastos suelen representar, a final de mes, una gran cuantía. Pongamos el supuesto que cada día vamos a trabajar en nuestro coche, a un coste medio de 3€ -ida y vuelta-; que además, al llegar al trabajo, tomamos un café en la máquina para desayunar, el cual nos cuesta 1,30€; a media mañana vamos a la misma máquina de snacks y compramos una botella de agua para hidratarnos durante la mañana, a un coste de 1€; mientras que, al finalizar el día -suponiendo que comemos y cenamos en casa- llegamos a nuestro hogar y encendemos el televisor y ponemos Netflix, servicio por el que pagamos -el formato estándar- 11,99€ y sin contemplaciones.
Al final de mes, si hacemos la suma, de esta serie de gastos, los cuales incluso pueden parecer hasta escasos en comparación con el gasto en el que incurrimos en la realidad, en contraste con la hipótesis, estaríamos hablando de un coste de 120€ en transporte, un gasto de 26€ en cafés para desayunar, 20€ en botellas de agua para hidratarnos durante la jornada laboral, así como un gasto por la suscripción a la plataforma Netflix por el que pagamos, sin pensarlo fríamente, 11,99€ cada mes. Al final, en la suma total, estaríamos hablando de un gasto superior a los 170€, el cual se nos va cada mes, y sin pensarlo.
A este tipo de gastos, los cuales, como decíamos, no suelen representar un impedimento en nuestra economía doméstica y no le solemos dar importancia se le denominan “gastos hormiga”. ¿Por qué gastos hormiga? Pues por la sencilla razón de que son gastos muy poco representativos en el presupuesto mensual, solemos pagarlo en efectivo por el hecho de que son gastos irrisorios, a la vez que lo hacemos sin pensar y podrían ser perfectamente suprimibles, o, al menos, reducibles. Como podemos observar en la cuantía resultante al sumar los gastos que mencionábamos anteriormente, hablamos de, precisamente, la cuantía de la que muchos hablan necesaria para ahorrar.
Al igual que el comportamiento de las hormigas, esta serie de gastos se van acumulando, de una forma que no nos damos cuenta por el bajo valor de cada transacción, acumulando, de forma gradual, una gran cuantía de transacciones por un valor bajo. De esta forma, esos pequeños gastos se van acumulando, poco a poco van multiplicándose, hasta que, cuando vamos a darnos cuenta, al igual que nos ha pasado en la hipótesis, nos encontramos con que lo que, a priori, no representaba un gasto significativo, en la suma, representa un gasto de gran relevancia para nuestro presupuesto. Una frase de Benjamin Franklin refleja muy bien el concepto, donde decía: “Un pequeño agujero, a la larga, hunde el barco”.
Habitualmente, dada la dificultad que presenta el mercado laboral, la necesidad de pagar un precio elevado para alquilar una casa en relación a los salarios, así como cubrir los costes de la vida diaria -esencialmente los de comida, ropa y gastos prioritarios-, solemos encontrarnos con la misma respuesta cuando preguntamos a la gente si suele destinar parte de su salario a ahorrar. Prácticamente la totalidad, o una gran parte de los jóvenes, suelen recurrir a la misma respuesta para esta pregunta. “Cómo voy a ahorrar con el salario que tengo”, “no me queda dinero después de pagar todos los gastos”.
Respuestas muy comunes que se repiten diariamente. Sin embargo, si atendemos a esos gastos que contemplábamos en la hipótesis, estaríamos hablando de que, con un ahorro de 150€, menor incluso al gasto que ejerceríamos de cumplirse la hipótesis planteada, podríamos obtener grandes capitales al final del año. A su vez, bien invertido ese capital, podríamos hablar de que, en nuestra jubilación, la cuantía que representan esos gastos hormiga podría marcar la diferencia entre una humilde pensión y una caudalosa pensión. Una diferencia que puede, incluso, condicionar nuestro nivel de vida en el futuro y de la que, en estos momentos, no nos damos cuenta o no le damos importancia.
¿Cómo controlar los gastos hormiga?
Los gastos hormiga, aunque son muy identificables, en muchas ocasiones son difíciles de suprimir. Nuestra rutina se ha adaptado tanto a ellos que, en muchas ocasiones, no sabemos la forma de convivir sin ellos. Adaptar nuestra vida a un modelo de vida más austera, en la que suprimamos el transporte privado, el café, el agua, así como la simple compra de un paquete de chicles, nos resulta algo impensable. Sin embargo, en muchas ocasiones no es estrictamente necesario acabar con ellos, pues podemos reducir la cuantía, aunque ello, obviamente, nos lleve el tener que adaptar nuestro modelo de vida.
Desde llevarnos el café de casa, salir de la oficina e ir al supermercado a comprar la botella de agua, así como escoger el transporte público o la bicicleta para ir al trabajo son acciones que reducen significativamente nuestros gastos diarios. Para los que tienden a comer fuera de casa, así como cenar, acciones como llevarnos la comida de casa o escoger el menú de un restaurante que, pese a tener que caminar diez minutos más, es más barato, puede ayudarnos a controlar este gasto, así como reducirlo. Sin embargo, como digo, la clave parte de la premisa de que, para acabar con ese gasto superfluo, lo primero que se necesita es la voluntad y la adaptación.
Darwin decía que la capacidad de supervivencia de las especies recaía en la capacidad de estas para adaptarse, esto mismo ocurre con todas las situaciones de la vida. Por ello, desde aquí, y con motivo de convertir parte de esos gastos hormiga en un ahorro futuro, el cual complemente, o pueda complementar, nuestro capital futuro, vamos a enumerar algunos consejos, muy simples de adoptar en nuestra vida, y que nos pueden ayudar a hacer de nuestro futuro, un futuro mejor y más cómodo.
Para empezar, aunque suele ser un consejo muy recurrido, lo mejor que podemos hacer para comenzar con este proceso de cambio es la elaboración de un presupuesto. Este presupuesto no solo nos va a ayudar a controlar el gasto, sino que también, sin darnos cuenta, nos va a ayudar a identificar todos nuestros gastos y, de esta forma, poder controlarlo. Al elaborar un presupuesto, podemos identificar todo, desde lo prescindible hasta lo imprescindible, pasando por la asignación de prioridades y haciendo, por así decirlo, una planificación que nos ayude a controlar, en todo momento, nuestras finanzas domésticas. En muchas ocasiones, existen apps y herramientas digitales que nos ayudarán con este presupuesto.
Otra manera de ahorrar y controlar esos pequeños gastos consiste en fijar objetivos y darles nombre a esos objetivos. Desde un viaje, la entrada de una casa, los estudios de los hijos, un máster en Estados Unidos o la propia jubilación son motivos por los que ahorrar. Si convertimos ese ahorro en un objetivo, sabiendo que esos gastos hormiga nos permitirían cumplir uno, o varios, en el futuro, nuestra capacidad para controlarlos será mayor, dado que, al priorizar otros aspectos, nos será mucho más fácil renunciar a ellos, adaptando así nuestra rutina diaria hacia una rutina más austera.
Entre los consejos, tampoco podríamos olvidar el control sobre los métodos de pago y la asignación de un presupuesto para esta serie de gastos. Si antes de gastar, cuando elaboramos el presupuesto, destinamos una partida a esta serie de gastos, podremos controlar este tipo de gastos de una forma más precisa y exacta. Al establecer límites, podríamos decir que no incurriríamos en gastos superfluos no contemplados, por lo que no tendríamos el problema de inicio. Por otro lado, al contemplar ese presupuesto, controlar el método de pago puede ayudarnos mucho a que esto se cumpla. Si contemplamos el gasto diario que nos supone la partida, podemos salir de casa con el dinero en efectivo asignado, por lo que no existirá esa tentación de comprar más allá de lo asignado, incumpliendo el presupuesto con excepciones ficticias.
Por último, también es muy útil el, aun habiendo realizado un presupuesto, anotar diariamente todo lo que gastamos. Las apps de los distintos bancos ya incluyen herramientas para, si pagamos con tarjeta, poder llevar una contabilidad anotada en una libreta digital. Sin embargo, si solemos pagar en efectivo, otras apps gratuitas nos permiten llevar un registro diario del gasto ejecutado, controlando todo ello y pudiendo realizar análisis a final de mes. Además, de que, si surgen imprevistos, el llevar anotación de estos gastos nos permitirá identificar en qué gastamos más dinero y el porqué de que superase el límite de gasto impuesto en el presupuesto.
Este tipo de consejos, como menciono en el artículo, pueden ayudarnos a controlar estos gastos hormiga que, en la mayoría de ocasiones, nos impide ahorrar para determinados fines. Ahorrar es importante y, por ello, controlar nuestro dinero, así como nuestros gastos, debería ser una tarea prioritaria. Con las herramientas en la mano, ya no hay excusa para no empezar, por lo que, pongámonos a ello y veamos cuanto somos capaces de maximizar nuestros ingresos.
Photo by Maksim Shutov on Unsplash