Warren Buffett siempre nos recuerda que como inversores debemos invertir solo en aquello que conozcamos, pero ¿qué ocurre cuando nos lanzamos al mundo de la inversión sin tener ningún conocimiento? Buscando solucionar este problema escribo este blog.
Como todo proceso de aprendizaje, siempre es bueno ir de lo más sencillo a lo más complejo, por lo que lo primero que debemos plantearnos es en qué tipo de productos podemos invertir. En mi anterior artículo hablé sobre una forma en la que podemos clasificar activos según sean reales o monetarios, y que a largo plazo la inversión más rentable siempre es en activos reales.
Habiendo ya definido las características y diferencias de los principales activos, en este artículo damos un paso más con la clasificación según la renta que se percibe de cada inversión, pudiendo ser una cantidad fija o una cantidad variable. A estos dos tipos los llamamos: renta fija y renta variable.
¿Qué es la renta fija?
La renta fija son todos aquellos contratos en los que el inversor presta dinero a cambio de una promesa de pago a los que se les añade un interés. Estos intereses pueden estar establecidos de forma fija desde el momento de la emisión hasta su vencimiento (más comunes) o estar referenciados a algún indicador: el Euribor, un índice bursátil o la evolución de una acción o cesta de acciones. Dentro de los bonos, encontramos diferentes tipos según su emisión y riesgo.
- Según su emisión encontramos los bonos soberanos (emitidos por un país) y los bonos corporativos (emitidos por empresas).
- Según el riesgo destacan los bonos de alto rendimiento (bonos basura), que se caracterizan por tener una menor calidad crediticia, y la deuda garantizada que destaca por ofrecer mayores garantías en caso de incumplimiento.
Por último, observamos que la rentabilidad histórica de los bonos (1802-2002) muestra un rendimiento del 3,6% anual.
¿Qué es la renta variable?
La renta variable es un tipo de inversión formada por todos aquellos activos financieros en los que no está garantizada ni la devolución del capital invertido ni la rentabilidad del activo. Dicha rentabilidad depende de diversos factores como la evolución de la empresa, la situación económica, el comportamiento de los mercados financieros, etc.
Al contrario que en la renta fija, no conocemos los flujos de caja que vamos a recibir por parte de la empresa, incluso puede que la rentabilidad sea negativa y que perdamos dinero con la inversión. Este tipo de renta variable es la que obtenemos al invertir en acciones de empresas como BMW, Inditex, Facebook etc…
En este caso la rentabilidad histórica de las acciones (1802-2002) muestra un rendimiento del 6,6% anual.
Tras ver la comparación de rentabilidad entre los dos tipos de inversión presentados: renta fija y renta variable. Sorprende comprobar que la mayoría de los ahorros de los españoles se centra en los depósitos cuya rentabilidad no supera el 0,1% y que tan solo el 14% se invierte en participaciones de fondos de inversión.
Esto me hace pensar que el inversor español sí que es consciente de las grandes diferencias que en términos de rentabilidad puede obtener con cada producto, y qué son por el contrario sus emociones y sesgos los que le impiden aprovechar todas las herramientas que el mercado pone a su disposición para obtener unos rendimientos superiores.
Estos sesgos, sin duda están relacionados con la confusión habitual entre riesgo y volatilidad, la cual nos hace pensar que la inversión en productos como los depósitos nos garantizan una mayor seguridad cuando en realidad si su rendimiento es inferior a la inflación suponen una perdida real de poder adquisitivo.
Incumpliendo así el objetivo primordial de todo inversor: mantener y con el tiempo aumentar nuestro poder adquisitivo.