Caminar es un método tranquilo de reencantamiento del tiempo y del espacio. Implica un cierto estado de ánimo, una bienaventurada humildad ante el mundo, una indiferencia hacia la tecnología y los modernos métodos de desplazamiento: anima un interés por lo elemental, un goce sin prisa del tiempo.
Caminar es vivir el cuerpo. Recurrir al bosque, a las rutas o a los senderos, nos permite recobrar el aliento, aguzar los sentidos y renovar la curiosidad. Caminar es un rodeo para reencontrarse con uno mismo.
El caminante es un hombre disponible que no tiene que rendir cuentas a nadie; es el hombre de la ocasión, de lo oportuno, el artista del tiempo que pasa, un vagabundo de las circunstancias que se aprovisiona de descubrimientos a lo largo del camino. Caminar hoy es una elección, una forma deliberada de resistencia a la neutralización técnica del cuerpo que distingue a nuestras sociedades modernas.
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