Google ha logrado calcular el tiempo real de memoria y concentración que tiene un pez encerrado en una pecera: 8 segundos. Pasados esos 8 segundos, el pez pasa a otra cosa y su universo mental se reinicia.
La generación que ha nacido con conexión permanente y ha crecido con una pantalla táctil en la punta de los dedos necesita un nuevo estímulo, una nueva señal, una nueva alerta, otra recomendación, después de: 9 segundos. Es decir, apenas un segundo más que el pez.
Nuestros sueños digitales se estrellan contra esta duración ridícula. Nos habían prometido el infinito. Creíamos que el ciberespacio no tendría más límites que los del ingenio humano. En cambio, somos como peces, encerrados en la pecera de nuestras pantallas, sometidos al ritmo de notificaciones y mensajes.