Hacerse rico es relativamente sencillo si uno toma las decisiones adecuadas. Puede que esta afirmación sorprenda, pero basta analizar algunos ejemplos para corroborarlo. En junio de 2014, Ronald Read falleció a los 92 con una fortuna de $8 millones. Lo sorprendente es que Read fue durante su vida un simple celador y empleado de gasolinera que apenas ganó el salario mínimo durante toda su vida laboral. A Read no le tocó la lotería ni mucho menos heredó dinero de su familia. Su secreto era ahorrar mucho (más del 70%) e invertirlo bien (cartera de renta variable global y diversificada). Así de sencillo. Cuando falleció tenía cerca de 95 acciones, muchas de las cuales había mantenido en cartera durante décadas, como el mismísimo Warren Buffett. Años de vida frugal le permitieron a Read donar toda su fortuna a instituciones como el Hospital de Brattleboro o la Biblioteca Brooks Memorial.
Read era un buen hombre y podemos aprender mucho de él. Ya hemos comprobado lo que hace falta para ser ricos: una tasa de ahorro elevada, inversión en renta variable para capitalizar el dinero a una tasa cercana al doble dígito (lo que implica doblar nuestra inversión cada 7,2 años) y muchos años por delante para beneficiarnos de esa capitalización y el crecimiento exponencial. Ahora bien, si esto es así de sencillo, ¿por qué el caso de Ronald Read es excepcional y copa titulares en los principales periódicos financieros del mundo? La respuesta tiene que ver con nuestra condición humana. El ser humano no está diseñado evolutivamente para tomar buenas decisiones de inversión. El que lo hace bien está nadando a contracorriente de lo que millones de años de evolución han insertado en nuestro cerebro. Nuestra tolerancia al riesgo es mínima. Eso nos ha permitido sobrevivir de la mejor manera posible, pero a la mayoría nos impide invertir en renta variable y dormir tranquilos. No todo está perdido, sin embargo. Se puede aprender a tomar mejores decisiones de inversión, a conocer mejor los entresijos del mundo de las finanzas. Read es un ejemplo, pero no es el único.
Charlie Munger, un hombre del que se habla mucho en Value School (como no podía ser de otra forma), tiene el saludable hábito de invertir los problemas. Del mismo modo que podemos aprender de Read, el excelente escritor financiero Morgan Housel ilustró en su fantástico artículo (que lleva el mismo nombre que este que están leyendo) un ejemplo excelente. Richard Fuscone, ex vicepresidente de la división para Latinoamérica del banco de inversión Merril Lynch se había declarado en bancarrota. Fuscone estaba a punto de que le embargaran dos casas, una de ellas con una cuota hipotecaria de $66.000 mensuales. Fuscone había recibido la mejor educación posible: Harvard y la Universidad de Chicago. ¿Cómo es posible, se preguntaba Housel, que gente como Fuscone acabe así? Todo tiene que ver con la psicología, con cómo se comporta la gente en relación con el dinero. En la universidad podemos aprender a construir puentes o a operar un corazón. Aprender a comportarse con el dinero de forma adecuada es algo mucho más complicado, pero merece la pena.
Las peores decisiones financieras que podemos tomar son sencillas, evítenlas a toda costa:
– Vivir por encima de nuestras posibilidades.
– No ahorrar a lo largo de nuestra vida forma automática.
– No invertir en renta variable.
– No diseñar una pequeña planificación financiera.
Si evitamos estos errores, estaremos entre el porcentaje de población que mejor gestiona sus finanzas. Dándole la vuelta a todo lo anterior, ¿cómo podemos aplicarlo? Aquí van unos sencillos consejos que todos podemos seguir:
– Vivir por debajo de nuestras posibilidades (si podemos comprar un Audi, comprar un Renault, etc.).
– Ahorrar a lo largo de nuestra vida de forma automática (ahorrar el 20% del salario cada mes, por ejemplo).
– Invertir en renta variable (gestión pasiva o activa en alguna gestora de nuestra confianza).
– Diseñar una pequeña planificación financiera vital (objetivos de ahorro, qué queremos financiar en el futuro, cuánto tenemos que ahorrar, qué horquilla de error podemos tolerar, etc.).
En conclusión, mejorar nuestra relación con el dinero y las decisiones financieras que tomamos está a nuestro alcance. Basta aprender en positivo y negativo lo que debemos y no debemos de hacer, y automatizar todo lo posible las decisiones para no caer en la trampa de actuar de forma emocional y no racional. Me juego un satoshi a que el mundo estaría plagado de más señores Read y menos señores Fuscone si así fuera.
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