Hace unos meses publiqué en esta misma bitácora un artículo en el que hablaba de la adquisición de oro físico como activo dentro de una cartera permanente. Recomiendo leer esa entrada antes de esta, que es su secuela natural: qué tener en cuenta a la hora de adquirir plata física.
Las características de la plata
Uno de los errores que cometen algunos inversores novicios es considerar que la plata «es como el oro, pero más barata». Bien es cierto que tanto la plata como el oro son metales preciosos que sirven como valores refugio y que las fluctuaciones en sus cotizaciones están correladas, pero eso no significa que sean activos equivalentes.
Algunas de esas diferencias quedan claras en la siguiente gráfica:
Relación del precio oro/plata histórico (fuente).
La primera diferencia, y más obvia, es que el oro es más caro que la plata. Unas 80 veces más caro. También vemos que la tendencia de las últimas décadas es que el oro se aprecie más que la plata (el precio del oro tiende a aumentar con respecto al de la plata). También se ven grandes picos en la gráfica, que se corresponden con abruptas subidas en el precio de la plata. De hecho, el precio de la plata es sensiblemente más volátil que el del oro.
Tenemos, por tanto, que la plata es más barata, más volátil y menos rentable que el oro en el largo plazo. Esas tres características hacen que muchos inversores, cuando buscan refugio en metales preciosos físicos para el largo plazo, inviertan exclusivamente en oro. De hecho, en la cartera permanente de Harry Browne el único metal precioso en el que se propone invertir es el oro.
También podemos echar un vistazo al precio histórico de la plata.
Precio histórico de una onza de plata en dólares, ajustado a la inflación (fuente).
En esta gráfica queda claro que la plata es muy volátil y que tiene grandes picos en su cotización. Picos a los que siguen grandes depreciaciones. Tanto es así que el precio por onza de plata actual (en dólares) es nominalmente menor que el pico que tuvo en la burbuja de 2011. Si ajustamos su precio a la inflación (véase la gráfica superior), vemos que quien adquirió plata en 2011 ha perdido más de la mitad de su poder adquisitivo, y quien la adquirió en 1980 ha perdido más de las tres cuartas partes.
Habrá quien piense que para evitar estas grandes pérdidas basta no comprar en las burbujas. Pero la realidad es que es en las burbujas cuando entran más inversores. ¿O quizá deberíamos llamarlos especuladores?
Yo recuerdo bien la burbuja de 2011. En los mercadillos todo el mundo buscaba plata como locos; un lote de duros de plata se pagaba a 19 euros/pieza, más del doble del precio de un año antes (y de un año después). La narrativa compartida era que la onza de plata costaría al menos 100 $, o 200 $, o 500 $… Una narrativa de locura que podéis leer en los comentarios de un artículo que escribí por aquel entonces.
La realidad es que la plata estaba carísima. Al poco tiempo bajó mucho de precio y todavía no ha recuperado ni la mitad del precio que tuvo en el pico de hace once años. El oro, que por entonces también había subido considerablemente de precio, ya ha recuperado su valor nominal del pico de 2011 y está cerca de hacerlo si se ajusta el precio con la inflación. Vemos, entonces, que el inversor a largo plazo en plata debe estar dispuesto a asumir largos periodos en los que vea menguar su poder adquisitivo.
Otra característica de la plata es que es relativamente complicado tener una exposición solo a la plata a través de empresas mineras. El 70 % de la producción mundial de plata se obtiene como elemento residual de minas que se dedican a otros metales. Esto hace que sean poquísimas las empresas mineras que se dediquen fundamentalmente a la plata y cuya cotización pueda estar correlada con la cotización de este metal.
Pero sí que hay ETF relacionados con la plata. El inversor sensato que prefiera exponerse a la plata a través de ETF seguramente busque uno de replicación física gestionado por una gestora solvente. Un ejemplo es iShares Silver Trust Fund.
Las características de la plata física
La plata física se puede adquirir mediante monedas o lingotes, igual que el oro. Pero hay que entender dos diferencias fundamentales entre la plata física y el oro físico.
La primera diferencia es que el coste de fabricación, transporte, gestión y venta es proporcionalmente mucho mayor en el caso de la plata que en el caso del oro. Parece sensato suponer que los costes asociados a un lingote de plata y uno de oro sean muy semejantes si ambos tienen el mismo tamaño, pero el lingote de oro es 80 veces más caro que el de plata, por lo que esos costes serán mucho mayores en proporción al precio del lingote.
La segunda diferencia es que en la Unión Europea la plata paga IVA, algo que no ocurre con los lingotes de oro. En el caso de España ese IVA es del 21 %.
Estas características hacen que a la hora de adquirir plata física haya que pagar un sobreprecio importante con respecto a la cotización bursátil de la plata (precio de spot). Podemos tomar como referencia los precios de Andorrano Joyería (uno de los patrocinadores de mi trabajo) y vemos que el precio de venta es un 30 % o más de su precio de recompra. El lector puede ver los precios de cualquier otro comerciante serio y verá que sus márgenes son muy semejantes.
Bien es cierto que actualmente estamos en un momento de relativa escasez de plata física, lo que hace que esa diferencia de precio entre la plata física y la plata bursátil sea mayor a lo que generalmente se acostumbra. También es cierto que un inversor que conozca bien el mercado local de la plata podrá adquirir monedas históricas de otros inversores o de subastas, lo que probablemente le permita reducir ese sobrecoste. No obstante, queda claro que a priori el sobrecoste a pagar por la plata física será mayor que en el caso del oro.
Comprar plata a profesionales
En el caso de adquirir plata física, el inversor debería tener estos cuatro factores en cuenta, en orden de prioridad. Podéis ver que son los mismos que en el caso del oro, pero el orden cambia:
- Poder demostrar la propiedad de la plata que adquiera.
- Adquirir plata que se pueda vender fácilmente.
- Pagar el menor sobreprecio con respecto a su contenido en plata.
- Asegurarse de no adquirir una falsificación.
El primero y el cuarto factor se resuelven sin más que adquirir la plata a profesionales serios (v.gr., Andorrano Joyería). Toda compra debe ir acompañada de su respectiva factura, lo cual es imprescindible para evitar posibles problemas fiscales en el futuro.
Si el inversor prefiere adquirir las monedas a un particular no debe olvidarse de exigir un documento de compraventa y de pagar el Impuesto de Transmisiones Patrimoniales (ITP) correspondiente a su comunidad autónoma. En este caso también deberá asegurarse por sí mismo de no adquirir una falsificación. Con la plata no es tan difícil como con el oro, puesto que el bajo coste de las monedas hace que no compense a los falsarios esforzarse demasiado en hacer réplicas con metales no nobles. En mi experiencia adquiriendo monedas de plata bullion, nunca he dudado si una pieza era auténtica o falsa sin más que inspeccionándola a simple vista. Pero si el inversor duda, hará bien en adquirir monedas exclusivamente a profesionales.
El segundo y tercer factor pueden generar cierta tensión: muchas veces las monedas o lingotes que son más fáciles de vender son por los que hay que pagar un mayor sobreprecio.
El inversor debería olvidarse de adquirir «chatarra de plata»: monedas agujereadas, bisutería, anillos rotos… Eso no vale más que para fundirlo y siempre se pagará muy por debajo de la cotización de la plata en ese momento.
Cualquier moneda bullion actual, o cualquier lingote, tendrá una pureza de un 99,9 % o incluso de un 99,99 % y será muy fácil de vender. Entre las monedas el inversor en plata seguramente se fije en el precio y se decante por las monedas de una onza más baratas (v.gr., el Arca de Noé, el Canguro, la Filarmónica o el Maple Leaf). En estos casos hay que ser un poco tacaño con el precio: un aumento de un euro en el coste de la moneda supone aumentar un 4 % el sobrecoste de la inversión con respecto al valor intrínseco de la plata.
El inversor en plata (a diferencia del inversor en oro) no debe tener miedo de adquirir lingotes o monedas más grandes. Las monedas de un kilo suponen una buena alternativa para invertir. Su sobrecoste es algo más barato que en el caso de las monedas de una onza y siguen siendo muy fáciles de vender porque su precio no es tan alto como en el caso del oro.
En cuanto a la plata histórica, el inversor más experto encontrará opciones de adquirir monedas por su peso en plata. Yo solo guardaría para el largo plazo las monedas que sean muy conocidas y que sean sencillas de vender llegado el momento, aunque sea por su peso de plata o algo menos. Ejemplos de estas monedas son las 5 pesetas de 1870 a 1899 (25 gramos de peso, 900 milésimas de fino) o las 100 pesetas de 1966 (19 gramos, 800 milésimas de fino). ¡Cuidado porque de estas monedas sí que las hay falsas!
Con estas monedas históricas es probable que, llegado el momento, se tengan que vender para fundirlas. Esto hace que se tengan que vender por debajo del precio intrínseco de su plata. Ese descuento será mayor cuanto menos fino tenga la moneda, pues el coste de fundirla y separar la plata del resto de metales será mayor. Por eso es importante adquirir monedas de buena ley (900 milésimas está bien, 800 lo consideraría el límite). Nunca hay que adquirirlas por debajo de las 600 milésimas, pues muy pocos comerciantes o inversores querrán monedas de una ley tan baja.
A modo de conclusión
A pocos inversores les recomendaría una inversión, pura y dura, en plata física. Como valor refugio para el muy largo plazo creo que es preferible el oro en casi todos los casos. Si se quiere especular en el corto o medio plazo, los sobrecostes que se asumen con la plata física hacen muy difícil que el especulador con plata física vaya a salir bien parado; en tal caso resulta mejor explorar los ETF.
Lo que es cierto es que hay monedas de plata muy bonitas y muy vistosas que agradan a cualquiera. Coleccionarlas puede ser una buena forma de hacerse con joyas familiares que, además, suponen una reserva de valor en plata. Aquí entraríamos en un terreno que mezcla el coleccionismo (o el capricho) y la inversión. ¿¡A quién no le gustaría tener una moneda de un kilo de plata expuesta en la vitrina de su salón!?
Esas monedas también pueden ser un estupendo regalo. Muchas de estas monedas representan animales de lo más exótico, que llaman la atención a niños y mayores. De hecho, yo he animado a muchos padres a que hagan una colección de monedas de plata con animales para sus hijos de 6-12 años. Creo que es una muy buena forma de enseñarles a ahorrar y de introducir algunos conceptos importantes, como la volatilidad del precio, el mantener la inversión o el retorno en el largo plazo. ¡Esa educación sí que será una excelente inversión! ¡Mejor que cualquier otra!
Foto de Clem Onojeghuo en Pexels