Invertir en renta variable es, sencillamente, invertir en empresas. Eso significa asumir riesgos conscientemente, situándonos con orgullo junto a aquellos que se la juegan a diario en proyectos empresariales sometidos a la presión de la competencia y a la incertidumbre de los mercados.
Muchos proyectos empresariales se quedan en el camino. Ocurre una y otra vez porque una empresa opera en el mundo real, en un entorno de gran exigencia, expuesta a diario al desorden, a los cambios, a la competencia y a la volatilidad. En esos proyectos, la implicación personal y familiar de los empresarios acostumbra a ser absoluta. El empresario que, por hacer realidad una idea y garantizar la supervivencia de su empresa, asume deudas, compromisos y riesgos y aplaza una y otra vez el disfrute de los beneficios para reinvertir en la empresa, es el verdadero héroe de esta historia.
Elegir la inversión en renta variable es, además de la opción más rentable a largo plazo, una forma de posicionarse en el mundo. Cuando uno invierte en renta variable elige voluntariamente compartir el riesgo con los que más arriesgan, con los que lo arriesgan todo, apoyando con los propios ahorros el valor y el coraje de jugarse la piel para hacer empresa, para crear riqueza.
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