Una de las figuras más fascinantes, entrañables y controvertidas de la escuela austriaca de economía del singlo XX fue el economista, historiador, teórico político y filósofo Murray N. Rothbard. Teórico del libertarismo y el anarcocapitalismo, Rothbard fue un escritor prolífico – autor de miles de artículos y de 25 libros que abarcaron temas de economía, política, historia y ética. Con este artículo no pretendo hacer un resumen de sus obras ni de todas sus innumerables contribuciones a la teoría económica y política, ya que eso sería imposible en tan solo una publicación de blog y sólo conseguiría arañar la superficie. Sin embargo, me gustaría intentar transmitir a los lectores de Value School por qué el rigor de las escrituras de Rothbard me resultó tan cautivador, sobre todo durante mis años universitarios en EE.UU.
En aquellos tiempos cursaba una carrera en economía. Para mi consternación, prácticamente todos mis profesores de economía eran Keynesianos que hablaban con pasión sobre su asignatura, pero ofuscaban los sinsentidos de las teorías en las que creían con matemáticas arcanas de derivadas y cálculo estocástico, desde luego bien adornadas con variadas letras griegas. No me quedaba satisfecho con las explicaciones que me ofrecía la teoría convencional. La Teoría general del empleo, el interés y el dinero de John Maynard Keynes me parecía un popurrí de ideas, a veces carentes de conexión con las anteriormente expuestas y a veces, incluso, sin conexión alguna con la realidad como tal. No fue hasta que descubrí la escuela austriaca con las obras de Ludwig von Mises y de su discípulo Rothbard, cuando la disciplina que tanto quería estudiar empezó a esclarecerse y a tener sentido. Unos pocos años más tarde descubrí el libro The Failure of the “New Economics” por Henry Hazlitt, otro autor de la escuela austriaca, en el cual se disecciona la obra más destacada de Keynes casi párrafo por párrafo, y que también recomiendo a los lectores de este blog.
Lo más excitante de Rothbard era, y lo sigue siendo, sin duda alguna, su insólita habilidad de provocarme a pensar y ver las cosas desde una perspectiva varadamente crítica y diferente.
Uno de los primeros artículos de Rothbard que me cautivó fue «El lgualitarismo como rebelión contra la naturaleza» en el cual Rothbard cuestiona la opinión dominante en ciencias económicas y políticas que la igualdad es «algo bueno». Según Rothbard, las premisas éticas en las que se basa esa idea no son lógicamente justificables, ya que una ética correcta debe ser conforme con la naturaleza humana. Como la desigualdad abunda en el mundo, no sólo en el sentido estrictamente económico, cualquier intento de modificar a los individuos para que se ajusten a un mismo molde, nos llevaría ineludiblemente al autoritarismo político. Y seguramente ese artículo no va a gustar a los que buscan ser políticamente correctos.
Rothbard habitualmente criticaba a economistas cuyas ideas, a menudo no desafiadas y poco examinadas, ya han sido aceptadas por la corriente principal. Un claro ejemplo es su crítica demoledora de John Kenneth Galbraith en «La Falacia del “Sector Público». Galbraith ataca el sistema capitalista, cediendo que la economía capitalista facilita y proporciona una gran abundancia de productos de consumo. Pero, según Galbraith, tal vez este es el meollo del asunto, ya que no son necesidades genuinas de los consumidores sino unas inducidas artificialmente a través de los medios de comunicación y la publicidad. Percibiendo la falta de rigor de ese argumento, que no ha perdido su popularidad incluso hoy, Rothbard escribe:
¿Es «artificial» todo lo que excede el nivel de subsistencia? ¿De acuerdo con qué criterios? Por lo demás, ¿cómo puede explicarse que una empresa se imponga la tarea y el costo adicional de inducir un cambio en las necesidades de los consumidores, cuando puede obtener beneficios satisfaciendo las necesidades existentes, no «creadas» por ella? La propia «revolución de los mercados» a que está sometida la empresa privada, su creciente y casi frenética concentración en la «investigación de mercados» (market research) demuestra lo contrario al punto de vista de Galbraith. Pues si las empresas creasen, a través de la publicidad, la demanda de los consumidores hacia sus productos, no habría necesidad alguna de investigar el mercado, y no habría temor alguno de quiebra o de fracaso. En realidad, lejos de que el consumidor sea más «esclavo» de las empresas en una sociedad opulenta, la verdad es exactamente lo contrario, pues a medida que el nivel de vida sube por encima del nivel de subsistencia, el consumidor se hace más difícil y especial en sus compras. El empresario tiene que cortejar al consumidor más que antes, y de aquí sus intensos esfuerzos de investigación del mercado para descubrir lo que el consumidor quiere comprar.
Aunque adoptó la praxeología de Mises y veía la ciencia económica como proveniente de axiomas irrefutables, Rothbard mantenía que, si una teoría no puede explicar la realidad íntegramente, no es una buena teoría y, por tanto, debe ser descartada. Como historiador económico, él aplicó la teoría del ciclo económico de la escuela austriaca, proveyendo un marco teórico para interpretar los hechos históricos. Uno de los mejores ejemplos de esta metodología de historiador económico es su obra magistral La gran depresión. En ella, Rothbard explica la teoría austriaca del ciclo económico y luego ofrece una crítica persuasiva de otras teorías que pretenden explicarlo. Una de las claves, según Rothbard, está en entender y poder explicar por qué se produce una súbita acumulación de errores empresariales en todos los sectores de la economía, ya que los empresarios y los negocios rentables son más capaces de predecir razonablemente la demanda de sus consumidores:
¿Por qué hay una súbita y generalizada acumulación de errores de negocio?… La actividad económica [normalmente] avanza de buena manera con la mayoría de los negocios obteniendo pingües beneficios. De manera repentina, sin aviso previo, las condiciones cambian y la mayoría de los negocios sufren pérdidas. De repente se pone de manifiesto que han cometido errores graves de predicción. [traducción propia]
Para explicar el fenómeno del ciclo económico, Rothbard también exige que una teoría pueda explicar por qué las industrias de bienes de capital oscilan más que las industrias de bienes de consumo en tiempos de depresión y crisis (es decir, lo que en el lenguaje de las finanzas hoy se conocen como sectores cíclicos y sectores anticíclicos). Además, Rothbard dice que cualquier teoría buena del ciclo debe poder explicar y tener en cuenta los incrementos de la cantidad total de dinero (es decir, la masa monetaria) durante el periodo de auge, ya que el dinero es el vínculo y el eslabón que conecta todos los sectores de la economía.
La teoría de la escuela austriaca es la única teoría que efectivamente puede explicar esos tres factores. Los tipos de interés en una economía se determinan por la preferencia temporal – si la gente prefiere tener y consumir bienes en el presente o en el futuro. Con una preferencia temporal baja, es decir disponiendo con más ahorros a largo plazo, más recursos se invierten en los estadios más «altos» de la producción. Se invierte más en la producción de bienes como nuevas viviendas y carreteras, por ejemplo, que, en un mercado de dinero completamente libre, requerirían la presencia de muchos ahorros por parte de los consumidores. Si la gente cambia de opinión y prefiere el consumo más inmediato (es decir, bajan sus ahorros a largo plazo y optan por consumir inmediatamente), la estructura de producción se ajusta y cambia conforme a ello. Se invierte más en sectores de consumo. Y este mecanismo del mercado funciona bien… hasta que se le meta una inyección crediticia que distorsiona este mecanismo natural. El crédito excedente, que proviene de políticas inflacionistas del gobierno y del banco central, disminuye artificialmente los tipos de interés, poniéndolos por debajo del tipo de interés «natural» – es decir, el que se rige por las verdaderas preferencias temporales de la gente. Con mucho más dinero ya disponible en forma de préstamos a tipos de interés más bajos que antes, los proyectos en las altas fases de producción que no hubieran sido posibles ya parecen lo suficientemente prometedores como para llegar a ser rentables. Así la inflación acaba engañando a los empresarios y distorsiona la estructura productiva de la economía.
Como es de esperar, en La gran depresión Rothbard examina exhaustivamente la política monetaria de la Reserva Federal en los años 1920, haciendo patente su carácter inflacionista, y en concreto el importante papel que jugó Benjamin Strong, el gobernador de la Reserva Federal de Nueva York. Su política monetaria estaba motivada por cooperar con Montagu Norman, el gobernador del Banco de Inglaterra, para mantener un nivel de precio estable entre la libra británica y el dólar. Más adelante en el libro, Rothbard explica por qué el presidente Herbert Hoover, muy lejos de ser partidario del mercado libre, fue un intervencionista y estadista cuya política económica era el preludio del New Deal de Roosevelt.
Sin duda, la obra cumbre de Rothbard como teórico de economía fue su tratado Man, Economy and State (traducido al castellano como El hombre, la economía y el estado). Concebido al principio como un proyecto de simplificar La acción humana de Mises como libro de texto para estudiantes, este libro se convirtió en uno de los tratados más importantes de la teoría económica de la escuela austriaca del siglo XX, lleno de muchas contribuciones teóricas brillantes de Rothbard.
Una especialmente destacable tiene que ver con el argumento de su maestro Mises sobre la imposibilidad de cálculo económico bajo el socialismo. Mises había demostrado que sería imposible para un gobierno socialista – es decir un gobierno que ha tomado por la fuerza y confiscado todos los medios de producción – hacer cálculo económico, ya que no existe el mercado y no existirían precios de productores de bienes de capital. Fue Rothbard quien se dio cuenta que la razón por la cual sería imposible no era el socialismo como tal, sino el hecho de que un agente económico poseyera y dirigiese todos los recursos. Da igual si es un gobierno socialista o una entidad privada con aspiraciones a monopolizar toda la economía. El cálculo económico sería imposible en ambos casos.
Aunque no todos estemos de acuerdo con su visión política y radical anarcocapitalista (o tal vez nos falte imaginación para ello), cualquier artículo o libro escrito por Rothbard siempre nos hará pensar y reflexionar de manera crítica, algo que es un auténtico deleite intelectual y que se encuentra pocas veces y en pocos autores de no ficción, y menos aún en economistas, hoy en día.