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​​Una brevísima historia del dinero​

El dinero [1] más antiguo no fue otro que el dinero mercancía, donde un producto era usado como moneda de intercambio a la vez que como elemento de consumo. Los aztecas usaban el chocolate, en regiones del Pacífico usaban las conchas, en el Sudeste Asiático el arroz, los noruegos la mantequilla y el bacalao, en el Mediterráneo la sal, y en muchos pueblos el ganado vivo. 

La ventaja del dinero mercancía es que no pierde su valor en sí mismo (un kilo de chocolate no mengua) y puede ser consumido siempre, como la sal; o al menos durante un tiempo razonable, como la mantequilla. Tiene el inconveniente de no transportarse de forma cómoda, de no facilitar los intercambios entre tres partes, y de no ser siempre imperecedero, en especial si la mercancía es un alimento. 

El dinero devino en dinero moneda como una auténtica revolución en el pequeño reino de Lidia, pueblo de lengua europea que vivió en Anatolia (hoy Turquía occidental) hacia el año 2000 a. C. Por dinero moneda se entiende una aleación de metales que en su primera versión fue el electro, una aleación de oro y plata de color ámbar que se da de forma natural. 

Las monedas eran pequeñas (¡al menos de menor tamaño que un cordero vivo!), lo cual permitía guardarlas; eran perdurables, puesto que ni caducaban ni se deterioraban; y eran fácilmente intercambiables, lo que favoreció el inicio del comercio, que después de Lidia más tarde desarrollaron de forma ejemplar en Grecia, donde se cimentó el mercado y el comercio. 

 

Una curiosidad: las dotes de Lidia  

El intercambio comercial provocó grandes cambios. Heródoto, historiador griego del siglo V a. C., mencionaba su asombro ante la costumbre lidia de permitir que las mujeres fueran las que escogieran a los maridos, algo que no sucedía en otras regiones. Al acumular monedas, las mujeres lidias fueron libres de conformar su propia dote y así ser ellas quienes eligieran a su esposo. Sin el dinero moneda no hubiera sido posible acumular esa riqueza. No al menos de forma discreta. 

 

El dinero en Roma 

En Roma las cosas cambiaron, ya que, a diferencia de Grecia y Lidia, los romanos produjeron muy poco y fueron meros importadores de riqueza. Sus energías las gastaron en expandirse militarmente. Lo que a Roma llegaba, ahí se quedaba, y eso devino en un enorme gasto que no se sustentaba con nueva producción, lo que hizo que dejaran de intercambiar con otras pujantes regiones como China, y acabaran exprimiendo a sus ciudadanos, hundiendo su economía y, por tanto, su moneda. 

 

Curiosidad: la menguante moneda romana  

El truco de los emperadores romanos consistía en «rebajar» las monedas, de modo que con un mismo denario de plata se pudieran intercambiar más productos. ¿Cómo lo hicieron? Disminuyendo la cantidad de plata de las monedas, pero obligando a los ciudadanos a seguir utilizando esos denarios «rebajados». 

Nerón redujo la plata al 90 %, Marco Aurelio al 75 %, Cómodo al 67 %, Lucio Séptimo Severo al 50 %, y ya con Galieno estaba en un 5 %. Y así hasta llegar a una cantidad realmente insignificante. Si originalmente con una libra de plata se fabricaron 84 denarios, llegó un momento en que con esa misma libra de plata se producían casi 13.000 denarios. 

Al decrecer la cantidad de plata (el resto de los materiales de la aleación de una moneda eran chatarra) el precio de los bienes subió en proporción directa y el imperio acabó hundiéndose. 

 

El dinero en el Medievo 

En la época medieval la economía estaba orientada a la autosuficiencia. Era un periodo con dominio de la Iglesia, que no veía con buenos ojos el comercio, y se acuñaron pocas monedas en Europa. Sí las hubo en Constantinopla y en otras regiones. 

El poco dinero que circulaba en Europa requería ser guardado en un lugar inexpugnable, y ninguno mejor que los castillos de la orden del Temple, los famosos templarios. Ellos custodiaban el dinero a cambio de una comisión, lo que incrementó su riqueza. Al final, la voracidad de los monarcas acabó con la orden templaria eliminándola por completo. 

En el Medievo surgieron los «multiplicadores del dinero», la banca, institución que sigue hoy día con nosotros. En esa época, como era peligroso transportar dinero, lo que se hacía era depositarlo en Florencia y viajar a otra parte de Europa llevando un nuevo invento en el bolsillo: el cheque bancario; al llegar a destino se cobraba el cheque y la banca se llevaba una comisión, cuantiosa, de entre el 8 y el 12 %. Con todo, aquello era menos gravoso que contratar una escolta para proteger el dinero moneda durante todo el viaje. 

Con el tiempo, la banca vio que al llegar a destino el viajero no necesitaba todo el dinero, porque podía usar ese mismo cheque para entregarlo al vendedor a quien le compraba la mercancía. De este modo, la banca descubrió que, dado que solo una pequeña parte del dinero en moneda se retiraba de sus cajas, podía prestar el dinero ocioso restante a cambio de un rédito en forma de interés. Así, a partir de un dinero en moneda que no era suyo, consiguió ganar más dinero en moneda y aumentar el número de cheques en circulación, que le reportaban una comisión «creada de la nada». Y de esa forma los bancos consiguieron multiplicar el dinero en circulación y acumular tantos beneficios que a la postre desataron la ferocidad del poder político, que acabó eliminándolos (quizás te suena la Banca Medici de esa época). Aquel sistema se conoce como banca con reserva fraccionaria y sigue vigente.[2] 

 

El dinero y el Nuevo Mundo 

Con la conquista de América llegó a Europa una época de enorme abundancia de metales preciosos que eran muy valorados, especialmente el oro y la plata. La llegada masiva de oro y plata a España provocó por un lado una enorme suntuosidad (palacios, catedrales, etc.) y por otro una inflación muy alta. Aquel exceso de dinero sirvió para financiar guerras que requirieron más dinero aún, pero como ya no había suficiente oro y plata se tuvo que acudir a préstamos con interés. Aquellos préstamos no se devolvieron y fueron la ruina del Imperio español. España perdió una oportunidad histórica de haberse convertido en el centro del mundo y eso lo aprovechó más adelante Inglaterra, pero esa es otra historia. 

 

El papel moneda y el nacimiento de los Estados Unidos 

La invención del papel y luego de la imprenta llevó a que en China se empezase a utilizar una nueva forma de dinero: el papel moneda. Con el paso del tiempo aquella innovación se extendió a otras regiones del mundo. El papel moneda, de hecho, fue fundamental en la creación de lo que hoy conocemos como Estados Unidos de Norteamérica. Cuando aquel grupo de colonias británicas decidió independizarse, el Congreso se dotó de recursos imprimiendo su propio papel moneda. Aquel experimento con el dinero de papel resultó un fracaso en términos económicos (el papel moneda perdía valor a medida que crecía la cantidad que se imprimía), pero la experiencia fue muy valiosa para los políticos, que descubrieron que empleando la novedosa técnica de imprimir dinero de papel se podía financiar una guerra y cualquier otra cosa, por ejemplo, la independencia de una nación. 

 

Curiosidad: la financiación de la independencia americana 

En 1777 se emitieron trece millones de dólares, que por aquel entonces no se llamaban así, sino Continentales. Su valor inicial era de un dólar español de plata molida (sí, el dólar español de plata era aceptado en las colonias británicas americanas). Cuando finalmente se eliminaron de circulación estos Continentales, se intercambiaban a un centavo por Continental, es decir, habían perdido un 99 % de su valor. Se había producido un enorme y paulatino traspaso de la riqueza desde los ciudadanos al Estado, eso sí, por el bien de todos y por la independencia. 

El experimento de la guerra de independencia americana sirvió para demostrar que el dinero de papel era un instrumento que permitía al Estado gastar casi sin limitaciones. Bastaba imprimir papel moneda para apropiarse de la riqueza de los ciudadanos y, también, de la riqueza de la banca.  

Para evitar la producción ilimitada de dinero de papel los banqueros de la City de Londres crearon en el siglo XIX un sistema monetario de papel moneda respaldado por oro. Se lo denominó Patrón oro y llegó a ser el primer sistema monetario global. Al vincular el papel moneda al oro solo se podía emitir (imprimir) más papel moneda si primero se creía la producción de oro. Como la producción de oro depende de que se encuentren reservas y de que se extraiga y transporte el mineral, entre otras muchas cosas, el sistema aseguraba un crecimiento «lento» del dinero de papel en circulación. Y ese crecimiento estaba en línea con el propio crecimiento económico, es decir, que la cantidad de dinero de papel crecía de forma pareja a la cantidad de oro disponible. Esto proporcionaba estabilidad monetaria, es decir, que la gente sabía que la moneda no perdería valor. El mundo confiaba en el patrón oro y por ello creció el comercio y hubo un siglo de paz en Europa. 

Por desgracia, el patrón oro no duró mucho y hubo dos eventos que desvincularon el dinero del oro. Por una parte, en 1933 el presidente Roosevelt nacionalizó el oro en los Estados Unidos para aliviar las malas finanzas del país y obligó a los ciudadanos a entregar todo el que tuvieran en sus casas. Un año después, con el oro ya en su poder, el gobierno federal devaluó el papel moneda desde los 20,67 dólares por onza de oro a los 35 dólares. De un plumazo, a los estadounidenses se les arrebató el 40 % de su riqueza. En 1934, un año después de haber nacionalizado el oro, y dado que la gente había empezado a usar la plata como dinero, el gobierno federal aprobó una ley similar para confiscarla. 

En la década de 1960 el gobierno federal recurrió a la emisión de deuda para paliar el terrible estado de sus finanzas, destrozadas en otras cosas por el coste enorme, casi inasumible, de la guerra de Vietnam. Los miles de millones que se recibieron prestados aumentaron la masa monetaria, es decir, el dinero en circulación, lo cual provocó una enorme subida de los precios (a más dinero en circulación, sin haber crecido la cantidad de productos que se fabrican, sube su precio, y esto es a lo que popularmente se llama «inflación») y una situación en que la deuda ya no se podía devolver, puesto que el dólar, moneda de papel, ya no podía cambiarse por oro, dado que antes se había requisado todo el disponible. Al no poder intercambiarse por oro, el presidente Nixon comunicó la decisión en agosto de 1971 de clausurar temporalmente la «ventana del oro», de modo que el dólar ya no estaría respaldado por reservas de metal precioso. Al año siguiente el gobierno devaluó el dólar hasta 38 dólares la onza, y más adelante hasta los 42,22 dólares la onza. Ante esta pérdida de valor del dólar, el gobierno suizo, reserva mundial de oro por excelencia, anunció que a partir de enero de 1973 dejaría de apoyar al dólar con su oro y rápidamente otras naciones hicieron lo mismo. 

El dólar pasó a ser un mero dinero de papel sin más respaldo que la autoridad del gobierno estadounidense y la confianza en él del pueblo americano. Desde entonces Estados Unidos procura mantener el valor de su moneda generando una demanda mundial continua de dólares como divisa de reserva y de pagos internacionales. 

Donde en los dólares originales se leía «Páguese al portador que lo requiera» hoy se lee «In God We Trust» (en Dios confiamos). Creo que es suficientemente explicativo. 

  

El dato: ¿cómo ingresa dinero el Estado? 

Hago aquí un pequeño inciso para explicar que los gobiernos pueden financiar su gasto de tres formas: con impuestos, endeudándose o emitiendo moneda. Una vez que el dólar dejó de estar respaldado por reservas de oro el endeudamiento pasó a ser mucho más costoso, puesto que ningún prestamista confiaba igual que antes en que el gobierno estadounidense, o el que fuese, devolviese el préstamo.  

Los impuestos implican un sufrimiento para la ciudadanía y un más que probable castigo en las urnas, por lo que resultan arriesgados para los gobiernos de países democráticos. Por esa razón la emisión de moneda en todo el mundo se disparó a partir de los años setenta. 

El nacimiento del nuevo papel moneda coincidió con grandes avances tecnológicos que permitieron pasar a un sistema de moneda electrónica. Si antes había que imprimir los papeles moneda, con lo que esto supone en cuanto a fabricarlo, transportarlo y distribuirlo, con el desarrollo de las transacciones electrónicas el dinero electrónico fue una bendición para los gobiernos. Les bastaba con anotar «registros» en los sistemas informáticos para crear dinero. Cuando antes había que imprimir mil millones de dólares en billetes de cien, por ejemplo, esto suponía movilizar diez toneladas de papel. Ahora solo se necesitaba apuntar esa cantidad en un registro electrónico de la Reserva Federal o del banco central de cada país (la institución homóloga en la Unión Europea es el Banco Central Europeo). Esta «impresión digital» de dinero alcanzó dimensiones jamás vistas tras la crisis financiera de 2008. 

En teoría, el dinero electrónico puede multiplicarse sin límites; es más fácil de controlar por los gobiernos; es más susceptible de ser gravado; es transportable de forma inmediata; permite crear nuevas divisas de la nada, y posibilita que el gobierno controle cada transacción, sepa cuánto pagas y en qué producto te lo gastas. El futuro euro digital hará posible a los políticos todo esto y mucho más.  

 

[1] Este artículo es parte del libro El método CAPIRO. Los datos de la historia del dinero se han obtenido de La historia del dinero, de Jack Weatherford (ed. Andrés Bello, 1998). 

[2] Sobre la reserva fraccionaria tienes información en https://economipedia.com/definiciones/reserva-fraccionaria.html 

 

Foto de Jimmy Chan

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