Tú no querías ir, pero es que iban todos tus amigos y no ibas a ser el único en perdértelo. Puedes aplicarlo a un concierto, un viaje o a una cena, pero también a las compras en rebajas, a la lotería e incluso a tus inversiones. Es lo que se conoce como FOMO o fear of missing out (es una expresión en inglés).
El efecto FOMO es otro ejemplo de cómo el miedo puede afectar a nuestra toma de decisiones al invertir y en la vida en general. En este caso, se trata del miedo a quedarse fuera o el miedo a perderse algo. Y si hablamos exclusivamente de inversión, es el miedo a que otros se hagan millonarios y tú no, que es una de las razones por las que triunfa la lotería de navidad.
El FOMO no es nada nuevo. Forma parte de los sesgos cognitivos que estudia la economía conductual y siempre ha estado presente en nuestras vidas y en los mercados financieros. Lo único que ha ocurrido es que en los últimos años se ha amplificado por las redes sociales y el mayor acceso a información.
En otras palabras, antes, para saber lo que pasaba en los mercados o en la bolsa tenías que hacer un esfuerzo por encontrar la información. Hoy en día esa información te asalta y explota las debilidades de tu cerebro con el efecto FOMO y otros amplificadores como la aversión a la pérdida o el «efecto bandwagon».
¿No me crees? Solo tienes que pensar en cuánta gente perdió dinero con Terra en España (la acción, no la criptomoneda) y cuánta gente lo ha hecho con Bitcoin y otras tantas criptodivisas. O, si prefieres una visión más internacional, cómo fue el crack de las puntocom y cómo ha sido el cripto-invierno. Aunque ocurrieron con más de una década de diferencia, el primero en un Internet incipiente y el segundo en la web 3.0 de las redes sociales, detrás de ellos están las mismas emociones.
En primer lugar, el FOMO o miedo a quedarse fuera, por un lado, es el pavor a ser el tonto que no gana dinero fácil. Este miedo se retroalimenta por un sesgo más poderoso: la aversión a la pérdida. Ese miedo a perder que hace que muchas personas no inviertan, también es un miedo a no ganar cuando el resto sí lo hace.
Y como acompañamiento, el efecto badwagon o efecto rebaño, capaz de sembrar dudas en el inversor más experimentado, es lo que te produce la sensación de que, aunque según tu análisis no es el momento de invertir, si todos lo hacen, será por algo.
Cuándo se presenta el efecto FOMO
Hoy lo podemos ver por todos lados, desde el gurú financiero que montado en un cochazo te ofrece por tiempo limitado su curso para hacerte millonario, hasta los llamamientos de miles de memecoins para que te lances a su preventa (como se denominan las salidas a mercado de estos criptoactivos).
El FOMO puede aparecer con acciones y activos concretos, pero también de forma generalizada en los últimos tramos de los mercados alcistas. Ahí es cuando hasta los medios de comunicación no especializados hablan de oportunidades perdidas y activan el «efecto llamada» para potenciar el miedo a quedarse fuera.
Por qué surge el efecto FOMO
El FOMO está escondido en nuestro cerebro, esperando a ser estimulado. Como el resto de sesgos cognitivos, forma parte de nuestros instintos primarios, aunque no en todos está igual de desarrollado.
Hay factores que pueden ayudar a que se active más o menos rápido o con mayor o menor virulencia. Será más pronunciado en quienes no tienen conocimientos del mercado ni una estrategia clara, no tienen buenas fuentes de información (fiables e imparciales) o tienen menos capacidad de autocontrol en general.
Saber que existe y disponer de un sistema de inversión claro y robusto son las dos mejores herramientas para vencerlo y evitar invertir en porquerías.
Foto de Mike Chai