En su libro La educación de un inversor en valor, Guy Spier escribe: “En inversión, si quieres ver las grandes ideas, necesitas tener la cabeza en paz y satisfecha. Entre los muchos regalos que me aporta mi vida en Zúrich, ninguno ha sido más importante que la sensación de tranquila y silenciosa satisfacción. Cuando estoy en este estado, las buenas ideas de inversión fluyen solas. Y, sorprendentemente, con frecuencia se me ocurren cuando voy en bicicleta o estoy disfrutando de la vida de maneras que no tienen nada que ver con los mercados”.
En una ocasión, preguntaron a Paco García Paramés qué debería estar siempre en la agenda de un inversor: “Salirse de la agenda”, respondió. Quizá esa idea le venía de una experiencia singular que cuenta en su libro Invirtiendo a largo plazo ocurrida en los días negros de mercado de octubre de 2008: “Especialmente terrible fue el mes de octubre, con pérdidas del 15 por ciento, pero con días de caídas cercanas al 10 por ciento. Los peores momentos fueron los días centrales del mes, pero el día 9 nació nuestra tercera hija. Esta nueva situación personal me mostraba la crisis desde una nueva perspectiva, relajando el ambiente que nos rodeaba y marcando cierta distancia con los problemas. La sensación que provocaban las continuas caídas era completamente irreal, casi de broma”.
Se trata de pensar out of the box, out of the triangle, fuera de la caja, más allá de los estrechos límites de la profesión. Se trata de pensar no sólo como inversor, sino como hombre, desde un lugar sereno donde la visión sea extensa, templada y clara. Se trata de eliminar los obstáculos que impiden la visión, para que la visión ocurra. Se trata, al fin, de vivir una vida completa y atenta, encontrando tiempo para leer y para pensar; para ver crecer a nuestros hijos; para contemplar la naturaleza y el arte; para pasear despacio; para recogernos en silencio; para la amistad; para el sentimiento de alegría y de dolor; para la conversación verdadera; para el amor; y, también, para no hacer nada, para hacer un vacío, un espacio donde cuajen las experiencias y nazcan con naturalidad las ideas.