La empresa cuando decide buscar financiación en el mercado (como alternativa a los bancos), se encuentra básicamente con dos posibilidades. La primera es emitir deuda empresarial y venderla a los inversores, y la segunda emitir acciones en una ampliación de capital vendiéndolas a los ahorradores. Es decir, las necesidades de financiación pueden ser cubiertas mediante renta fija, en el primer caso, o mediante renta variable, en el segundo. Según el Value Investing existe una gran diferencia en la elección desde el punto de vista del inversor. Se dice que una compra de acciones permite “comprar un trocito de empresa”. Es decir, nos convierte en empresarios y liga el futuro de nuestros ahorros al devenir de la compañía, a las decisiones de sus dirigentes y competidores.
Mientras que en el caso de la renta fija sólo compramos flujos futuros de cupones y amortización (que en cierto modo pueden estar ligados a la evolución de la compañía si existe riesgo de quiebra).Los flujos futuros de las acciones, en forma de dividendo, podrán estimarse con cierto grado de rigor, pero en cualquier caso estarán ligados a la capacidad de repartir beneficio del negocio. En el caso de una inversión en renta fija, estamos comprando unos flujos conocidos – o fácilmente estimables sin son cupones variables – con un vencimiento de nuestra emisión también conocido en el momento de la compra (no vamos a entrar en amortizaciones con call o put).
Existen algunas otras diferencias reseñables cómo la liquidez. La renta variable habitualmente es más líquida que la renta fija, sobre todo en el caso de pequeños inversores. Es decir, vamos a poder vender nuestra inversión en acciones con mayor rapidez que los bonos empresariales (para los que no todos los días encontraremos mercado).
Los inversores value también realizan la distinción de que los bonos empresariales están nominados en euros, mientras que en la medida en que las acciones reflejan una participación en el negocio, es cómo tener una parte alícuota de todos los edificios, naves, maquinarias de la empresa (y recordemos que también de sus gastos). Volviendo al inicio, la empresa tiene una oportunidad de inversión y decide la mejor manera de financiarse, deuda o equity. Ahora la toca al ahorrador decidir qué método desea para convertirse en inversor.