Hasta hace unos meses nuestra sociedad daba por sentadas cosas como el acceso sin problemas a electricidad, recibir automóviles nuevos en el concesionario, abundancia de juguetes en Navidad…. Pero tras la COVID-19 vimos algo curioso, y es que las cadenas de suministro se rompieron; o peor, la demanda volvió rápido (en parte por el impulso fiscal de todos los gobiernos), pero la oferta seguía sin volver. Todo esto disparó los precios de todo a nuestro alrededor: chips, carbón, automóviles de segunda mano, fertilizantes, propano….
En esta entrada quiero tratar el tema energético. La gente normal igual no sabe del problema de abastecimiento de chips o cómo los costes de las mineras aumentaron más de 10 %, pero seguramente todos han visto cómo se ha disparado el precio de la luz. En todos los países de Europa los precios se han multiplicado sin excepción. Yo diría que existen unas causas directas de esto y unas causas profundas que vienen de largo.
Fuente: https://www.energylive.cloud/
Causas directas
Principalmente son las siguientes:
- Aumento del precio del gas
- Aumento del precio del carbón térmico
- Aumento de los precios de las emisiones de carbono
Los tres están interrelacionados. La subida del gas (desde 15 € hasta 100 €) está motivada por inventarios muy bajos por la baja producción europea, el duro invierno pasado que vivimos y que los barcos con LNG (gas natural licuado que se transporta en barco) se van a Asia donde se les paga más. La subida del carbón está relacionada también con inventarios bajos en principales consumidores como India y China y el ban chino que impuso a Australia por el que las utilities chinas ya no pueden comprar carbón australiano (motivos geopolíticos). Además, al ser el carbón y el gas bienes sustituibles, la subida del uno incentiva la del otro, ya que si sube mucho el gas se incentiva consumir carbón, aumenta la demanda de este y, por tanto, el precio. Forman un círculo vicioso.
El tercer motivo, las emisiones de carbono, están relacionadas con las nuevas normativas y planes de la UE, que quiere presionar por una rápida transición energética. Ante ello se apreciaron los precios en los mercados de futuros de las emisiones de CO2, como es fácil de imaginar, porque tiene toda la pinta de que cada vez habrá más restricciones y esos contratos tendrán más valor para muchas industrias contaminantes. Para rizar más el rizo, aumentar «la penalización» del CO2 provoca que el gas y carbón sean todavía más caros para las utilities, que tienen que pagar más por quemarlos.
Causas profundas
Los hippies, ellos son la causa profunda.
Siempre digo que para empezar a hablar de energía de manera seria se debe haber leído a Vaclav Smil primero. Es uno de los autores favoritos de Bill Gates (aunque admite que tienen muchas discrepancias) y es posiblemente una de las mejores mentes actuales (ha publicado más de 30 libros), además de uno de los mayores expertos en la materia. En una entrevista cortita de 2019 donde habla de la tontería que son las predicciones de la transición energética actuales, declara cosas como: «Vivimos en un mundo de energías fósiles y lo seguiremos siendo durante años por muchas subvenciones que se den», y «Los cuatro pilares de la civilización son el acero, el amoniaco, el cemento y el plástico. No tienen casi sustituto (aunque hay inventos e intentos nuevos) y no se pueden hacer con electricidad».
Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=szikg74kgnM
Toda la presión hacia un mundo energético limpio y sostenible (lo cual es deseable, desde luego) ha sido originada en instituciones que poco tienen que ver con los procesos naturales de mercado. Los banqueros crearon conceptos como ESG para crear una industria nueva de generar fees y ahora solo por ser una emisión de bonos «verdes» seguramente el cupón que tengas que pagar sea menor (solo por la etiqueta). Se incentivó dejar de dar financiación a sectores «malvados» como el carbón y el Oil & Gas, lo que ha generado que el petróleo consumido en un año sea equivalente al descubierto en los últimos seis.
Todo esto ha provocado muy poca inversión y CAPEX en sectores básicos del sistema energético los últimos años, que con cierto lag se traducen en menor producción. Por ejemplo, el año que viene van a cerrar Groningen, el mayor campo de gas de Países Bajos y la mitad de producción de ese país. Al mismo tiempo, una energía fiable y recurrente como la nuclear ha sido también tachada de «no limpia» y países como Alemania están cerrando todas sus centrales y otros como Bélgica o Suiza le quieren seguir. Mientras tanto, todo el dinero ha ido a proyectos de eólica y solar que tecnológicamente han mejorado mucho y se han abaratado muchísimo, pero… siguen teniendo un problema inherente que es el factor de carga. Por mucho que se mejoren, de noche no hay sol y parte del año tampoco, por lo que un panel solar suele tener factores de carga inferiores al 30 %. Hasta que se tengan baterías a gran escala, estos paneles no van a ayudar lo más mínimo hacia una transición. De hecho, los problemas del grid británico comenzaron porque en verano hizo muy poco viento.
Solución y futuro
Cuando le preguntan a Smil por la solución, responde: «Simplemente, dejar que las cosas fluyan». Los humanos tendemos a la eficiencia y pasamos sin empuje alguno de la madera y el aceite de ballena a la gasolina y el gas natural. Los precios altos de commodities incentivarán nueva producción y la cosa se corregirá, pero no sería raro que empezamos a hablar de greenflation, inflación provocada por el empuje verde. El precio de las baterías no ha cesado de caer y siguen apareciendo nuevas iniciativas como fusión nuclear, velas mecánicas para barcos, nuevos hornos que utilizan hidrogeno y muchas ideas más que nos guiarán de manera natural y más barata hacia esas alternativas.
Foto de cabecera de Rodolfo Clix en Pexels