¿Valen lo mismo 20 euros que acabas de sacar del cajero que otros que te encuentras por la calle? ¿Y el dinero de tu salario que el que has ganado en un juego de azar?
La lógica nos invita a pensar que sí, que el valor del dinero es el mismo venga de donde venga. A fin de cuentas, un euro sigue siendo un euro sin importar su procedencia o cómo lo hayas conseguido. Vas a poder comprar lo mismo con los 20 euros de tu cartera que con los que encontraste en el suelo. Nada más lejos de la realidad.
Sí, el valor nominal del dinero es el mismo, pero tu cerebro le otorgará un VALOR diferente en función de cómo lo hayas conseguido. Esto es lo que se conoce como el sesgo de la contabilidad mental o dinero caído del cielo.
El término se lo debemos a Richar Thaler, ganador del premio Nobel de Economía y uno de los padres de la economía conductual. En 1985 Thaler descubrió que nuestro cerebro categoriza de forma inconsciente gastos e ingresos y que no lo hace de forma racional.
Tendemos a dar más valor al dinero que asociamos con esfuerzos frente al que es más fácil de ganar o que nos llega del «caído del cielo». Vamos a verlo con dos ejemplos.
El dinero de la banca
Este es el ejemplo original y el más repetido. Imagina que vas a pasar la noche al casino con un presupuesto de 200 € y que empiezas bien. Tienes suerte en la ruleta y pronto has ganado 300 €. ¡Estás en racha!
Un beneficio del 150 % parece más que suficiente para retirarte. Sin embargo, es fácil que no lo hagas y sigas jugando. De hecho, lo más habitual es que tus jugadas sean cada vez más arriesgadas por dos motivos:
1- Nuestra predisposición al optimismo.
2- El sesgo de la contabilidad mental o del dinero caído del cielo.
Porque para tu cerebro esos 300 € no son tuyos, son de la banca, del casino y, por lo tanto, tienen menos valor que los 200 € que trajiste, que sí son fruto de tu trabajo.
Algo parecido ocurre con la inversión en general. Todo el dinero que inviertes proviene de tus esfuerzos, de tu salario, pero las ganancias acumuladas tienen menos valor para tu cerebro porque no las correlaciona con el trabajo. Es un dinero que has ganado de forma fácil.
Por supuesto, cuanto más tiempo dediques a invertir y seleccionar acciones, más fácil será que rompas el sesgo de la contabilidad mental. Por el contrario, quienes invierten de forma automática, por ejemplo a través de fondos indexados, pueden ser más proclives a caer en él.
Tu paga extra
El sesgo de la contabilidad mental es tan poderoso que puede afectar incluso al dinero de tu trabajo. ¿No me crees? Piensa en cómo gestionas tu paga extraordinaria, el bonus anual e incluso un aumento de sueldo.
¿Realmente lo usas igual que el salario que llega a tu cuenta mes a mes? Lo más normal es que seas un poco más generoso con él, que lo uses más para caprichos e incluso que esté fuera de tu presupuesto.
En el caso de la paga extraordinaria, que se abone antes de Navidad y de las vacaciones tampoco ayuda a controlar el gasto. Es más, parece que está incluso enfocada a que la gastes directamente en festejos.
La forma de evitar este comportamiento con este tipo de ingresos extra, igual que el dinero de premios e incluso las subidas de sueldo, es muy sencilla: solo debes integrarlo en tu presupuesto y hacer con él lo mismo que con tu salario. Por ejemplo, si ahorraras e inviertes un 25 % de tu sueldo, haz lo mismo con estos ingresos extraordinarios. De hecho, como no los esperabas puedes incluso ahorrar un poco más.
Aplicar esta idiosincrasia a tus subidas de sueldo ayudará a que no caigas en la trampa del gasto creciente y a que tus mejoras profesionales te procuren una vida mejor y un futuro más próspero de verdad.
Foto de Ivan Samkov