No sé si te has parado a reflexionar, pero, al contrario de lo que ocurre con la sección de noticias o de deportes del telediario en las que se habla de cosas que han sucedido, en la sección de economía normalmente informan de lo que va a ocurrir. Siempre están haciendo predicciones (cuanto va a crecer el PIB, cómo se va a comportar la bolsa, el cambio esperado de una moneda…). Parece que tienen una bola de cristal, aunque, en realidad, esas predicciones se basan en complejos modelos matemáticos y en complicadas teorías macroeconómicas que, si te soy sincera, pocas veces aciertan. Sin embargo, voy a intentar que lo mires desde otra perspectiva, que te des cuenta de que lo que más influye sobre la economía son las decisiones que tomamos los ciudadanos cada día, y cómo incide el comportamiento humano en esas decisiones.
Ya hemos hablado del mercado como “el encuentro entre personas que quieren comprar y aquellos que están dispuestos a producir los bienes y servicios que queremos adquirir”. Pues bien, ese producto que queremos comprar tiene un precio o le damos un valor que, en un principio, podría estar determinado por el coste de producción, es decir, lo podríamos traducir por la suma de los materiales más el beneficio. Por ejemplo, ¿cuál sería el valor de un bolso de piel? Pues la suma del coste de los materiales (la piel y sus componentes), el tiempo empleado para producirlo, más el beneficio que espera obtener quien lo fabrica. Hasta ahí es todo muy sencillo y entendible, pero, en realidad, no es así. Existen otros factores que son determinantes en el valor de las cosas, y es ahí donde el comportamiento humano actúa. Cada persona da un valor diferente a ese bolso y no todos estamos dispuestos a pagar lo mismo. Por ejemplo, por un bolso clásico de fabricación italiana, hay mujeres dispuestas a pagar una verdadera fortuna; sin embargo, hay otras que no lo utilizarían ni aunque se lo regalaran. También existen otros factores externos que van más allá de la valoración propia que le demos y que son muy difíciles de controlar; por ejemplo, cuando un personaje famoso aparece con ese bolso en un estreno de cine. Sólo por eso, de repente, pasa a valer el doble y se agotan sus existencias en las tiendas.
Si la economía fuera una ciencia exacta, como las matemáticas, sería muy fácil de prever lo que va a suceder y hacer una planificación, pero no es así. En esta ciencia, el comportamiento humano está presente y los humanos somos impredecibles. Esto, unido a la infinidad de factores imprevisibles e incontrolables que pueden aparecer, dará como resultado unas consecuencias que son las que determinarán el valor de los bienes.