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Incertidumbre y desconfianza en los mercados

A lo largo de las últimas semanas los mercados internacionales han mirado sin cesar a los bancos centrales, pendientes de las decisiones de estos y sus últimas reacciones ante la inminente escalada de la inflación y la esperada reacción de la política monetaria.  

A lo largo de las últimas semanas los mercados internacionales han mirado sin cesar a los bancos centrales, pendientes de las decisiones de estos y sus últimas reacciones ante la inminente escalada de la inflación y la esperada reacción de la política monetaria.  

 

El ejercicio pasado, ante las bajadas de tipos, la ampliación de los programas de compra masiva de deuda y su extensión en el tiempo a causa de los efectos económicos de la pandemia, los bancos centrales llevaron a muchos activos e índices a cotizaciones máximas, generando un entorno alcista que se mantuvo intacto hasta hace relativamente poco. Actualmente, la situación es bastante distinta, debido a la fuerte presencia de la inflación en prácticamente todos los países desarrollados, la cual los bancos centrales tratan de mirar de reojo, esperando una desescalada que evite tener que virar hacia una política monetaria restrictiva.  

 

Si hay un país que hoy esté actuando en dirección contraria al resto, ese es China, debido a las enormes inyecciones de liquidez de su banco central, con el fin de evitar una crisis sistémica ante la caída de Evergrande, y el posterior contagio a la práctica totalidad del sector inmobiliario. Debemos recordar que China evitó la política de tipos de interés cero y compra masiva de deuda (QE), lo que puede haber sido uno de múltiples factores para que hoy el gigante asiático registre unos menores niveles de inflación, aunque igualmente sufra algunos efectos inflacionarios a causa de la crisis global de suministros ocasionada por los cuellos de botella de las cadenas de valor internacionales.  

 

Aún así, la cuestión es que el control de la inflación y sus efectos directos sobre los mercados financieros se están complicando en países como EE.UU. Los datos que conocimos hace escasamente una semana mostraron una tasa de inflación anual del 7,5 % en el país norteamericano, siendo la más elevada en 40 años. Esta cifra pilló a los inversores por sorpresa, superando las predicciones del consenso de analistas y generando una reacción de los mercados mucho peor de lo esperado.  

 

Si hay algo claro al respecto del asunto es que los mercados esperan una mayor inflación futura y subidas de tipos por parte de la Fed, ya que la semana pasada el tipo del bono norteamericano a 10 años superó el 2 % por primera vez desde 2019. Además, se registraron mayores oscilaciones en aquellos segmentos de la curva de tipos más sensibles a la inflación, como son los bonos a 2 años, cuyo tipo de interés escaló desde el 0,4 % en noviembre al 1,64 % en la actualidad, ante la mayor venta masiva en el mercado secundario desde el año 2009 (lo cual generó una contracción masiva del precio de dichos activos y el consecuente aumento de su rendimiento).  

 

Esto puede no ser nada más que el comienzo, ya que recientemente el presidente de la Fed de St Louis declaró que una subida de tipos de cerca de un 1 % se encontraba dentro de sus previsiones para antes del verano, pudiendo producirse una inminente subida de 50 puntos básicos cerca del mes de marzo.  

 

La reacción de los mercados ante los anuncios y expectativas de viraje de la política monetaria norteamericana ha sido catastrófica. El problema no es ni mucho menos que la subida de tipos sea o no excesiva, sino seguramente el hecho de que los inversores internacionales y los principales índices globales se hayan acostumbrado a un entorno de política monetaria ultralaxa que, durante los últimos años, les ha puesto una alfombra roja hacia los rendimientos extraordinarios. Por ello cuando la Fed anunció posibles subidas de tipos y la terminación del programa de compra de deuda soberana extendido a raíz de la pandemia, índices como el S&P 500 o el Nasdaq se desplomaron. De hecho, en lo que va de año, el S&P 500 y el Nasdaq han reducido su valor en un 6 % y más de un 10 %, respectivamente.  

 

Por otra parte, debemos reconocer que este escenario no era en ningún caso fácilmente predecible. Prueba de ello es que, a finales del pasado octubre, el consenso del mercado estimaba que a lo largo del año 2022 se produciría tan solo una subida de tipos en EE.UU., mientras ahora sitúa el número en seis o incluso más, como es el caso del pronóstico de Goldman Sachs, que estima que se producirán hasta siete subidas de tipos este año.  

 

El presente escenario, unido a un cambio de discurso constante de los bancos centrales, está generando una enorme volatilidad en los mercados, producida en gran parte por la incertidumbre existente en torno al desarrollo futuro de las tendencias de inflación y la desconfianza de muchos inversores internacionales hacia algunos de los principales índices globales.  

 

Al contrario, otro posible escenario que se maneja (aunque con menor probabilidad) es que nos encontremos ante una histeria generalizada a causa de los incrementos recientes de la inflación, que remitiría —o al menos desaceleraría— cuando los principales problemas generados por los cuellos de botella de las cadenas de valor globales se vean solventados. Esto no quiere decir que en este escenario la Fed no fuese a actuar, ya que incluso las predicciones más conservadoras estiman varios incrementos de 25 puntos básicos de los tipos de interés en EE.UU. a lo largo del 2022, lo cual supondría una subida más escalonada que algunas de las predicciones previamente expuestas.  

 

Un factor esencial en este entorno será la comunicación de los bancos centrales. Si en algún momento ha tenido especial relevancia la forward guidance, ese momento es ahora, ya que un solo paso en falso en los discursos y ruedas de prensa de Powell podría generar un verdadero agujero en los mercados financieros globales.  

 

Ahora mismo los bancos centrales están centrados en prevenir un desanclaje de las expectativas de inflación y no tanto en evitar una mayor incertidumbre y volatilidad en los mercados internacionales, lo cual es completamente lógico bajo su mandato. Por eso considero que a lo largo de los próximos meses hay dos palabras que servirán para describir a la perfección la situación de los principales mercados: incertidumbre y desconfianza. 

 

Foto de Enric Cruz López en Pexels

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