La inversión value se cimenta sobre la roca del conocimiento. Para actuar responsablemente en el ámbito de la inversión, es preciso conocer antes la historia, conocer al hombre y conocer las empresas. Sobre esa base de conocimiento, por encima de cualquier otra disposición de carácter personal, se sostendrá el temperamento del inversor para actuar en toda circunstancia con convicción, de manera independiente y distinta y con un criterio definido.
En un mercado cotizado lleno de información, incertidumbre y ruido, el inversor value sólo aprecia negocios, sólidos proyectos empresariales concebidos a largo plazo de los que puede ser propietario. Su trabajo cotidiano se concentra en el análisis de esos negocios. Dentro de su círculo de competencia, su tarea consiste en llegar a conocer la verdadera realidad de las empresas; esto significa conocer su balance, escuchar a sus equipos gestores, estudiar el sector, descubrir sus ventajas competitivas y calibrar la calidad y perdurabilidad del negocio. Después, el inversor value debe seleccionar el momento oportuno para invertir en esos negocios con un margen de seguridad alto, cuando el mercado, en una ineficiencia a corto plazo, en un momento de volatilidad, se los ofrece a un precio inferior a su valor real. Y, por último, debe probar convicción, capacidad de sufrimiento y paciencia para esperar cuanto sea necesario hasta que el mercado reconozca su valoración como la correcta.
El inversor value sabe que las grandes convicciones se alcanzan en silencio. Por ese motivo, antes de actuar, ha hecho su exigente tarea observando atentamente la realidad y reflexionando sobre ella, analizando a fondo los negocios y leyendo a los maestros hasta construir su convicción a partir de la suma de ideas y experiencias ajenas y propias.