Gestión activa vs gestión pasiva
Medio

La falsa lucha entre gestión pasiva y gestión activa

En un mundo de blancos y negros como el actual tendemos a comparar soluciones extremas como si fuesen incompatibles y contrarias. ¿Naranja o limón? ¿Playa o montaña? Eso es precisamente lo que ocurre en las inversiones cuando se habla de gestión activa y gestión pasiva, que termina convirtiéndose en un «estás conmigo o contra mí».

Ahí es donde surgen mensajes sobre la supuesta burbuja de la gestión pasiva, su potencial daño a los mercados (y por qué dejará de funcionar) o el mito de que no hay gestores capaces de superar al mercado. Nada más lejos de la realidad. Y es que, entre un extremo y otro hay toda una escala de grises y, en este caso, opciones de compatibilizar ambos e invertir en gestión pasiva y activa al mismo tiempo.

Pero antes de llegar ahí, necesitas entender en qué consiste cada estrategia de inversión y qué te puede aportar.

Qué es la gestión activa

La gestión activa es lo que todos tenemos en mente cuando hablamos de inversión. Consiste en seguir estrategias para sacar el máximo rendimiento a tu dinero y superar al mercado o índice de referencia que se haya marcado.

Para que lo entiendas mejor, un gestor activo analizará el mercado en busca de las acciones con más potencial, los sectores y países con mejor rendimiento. También decidirá cuándo es el mejor momento para comprar y vender o cuándo mantener su dinero en liquidez, entre otras cosas.

Así es como han funcionado históricamente los fondos de inversión hasta el nacimiento del primero fondo indexado en 1975 y así siguen operando la mayoría de fondos del mercado, especialmente los de la gran banca.

Qué es la gestión pasiva

El enfoque de la gestión pasiva es muy diferente y se puede resumir en el dicho de «si no puedes con el enemigo, únete a él».

Este modelo se basa en una realidad: la mayoría de los fondos de gestión de activa no consiguen batir al mercado de forma persistente a largo plazo. Según los datos del informe SPIVA elaborado por S&P Global, apenas un 34 % de los fondos lo hacen mejor que su índice de referencia a un año y solo un 10 % lo logra en periodos de 15 años.

Al invertir eso se traduce en no intentar batir al mercado, sino limitarse a copiarlo. Y eso es lo que hace un fondo de gestión pasiva: replicar el comportamiento de su índice de referencia.

Así, un fondo de gestión pasiva no buscará las mejores empresas del Ibex 35, por ejemplo. Comprará todas y en la misma medida que la composición del índice. Así de sencillo.

Diferencias entre ambas: ventajas y desventajas

Esta forma de enfocar la inversión entre la gestión activa y pasiva cristaliza en una serie de diferencias prácticas, con sus ventajas y desventajas en cada caso.

Costes y comisiones

Esta es una de las ventajas de la gestión pasiva frente a la gestión activa. Tener un equipo de gestores que analizan el mercado implica un coste adicional, que se refleja en comisiones más elevadas.

Como ya deberías saber, toda comisión de más que pagas es rentabilidad de menos que recibes. Por eso, siempre que haya un coste extra, debes analizar si está justificado en términos de rentabilidad. Y es que, tampoco debería preocuparte pagar una comisión elevada si eso te lleva a conseguir una rentabilidad mayor.

Esta diferencia en costes y comisiones explica buena parte del mejor desempeño de la gestión pasiva a largo plazo. A fin de cuentas, si un fondo cobra un 1,5 % de comisión de gestión, deberá superar al mercado por lo menos en ese porcentaje para justificar ese coste extra (dicho esto de forma muy simplista, porque la rentabilidad no es lo único que conviene tener en cuenta al invertir).

Conocimientos financieros

En línea con el punto anterior, invertir de forma activa requiere un punto más de experiencia y conocimientos que hacerlo de forma pasiva. Aquí ya no hablamos de los gestores del fondo, sino de ti como inversor particular.

Crear y gestionar una cartera pasiva indexada es mucho más sencillo que crear tu propia cartera de inversión activa, incluso si nos limitamos a incluir fondos de inversión activos y no a invertir en acciones individuales. Analizar un fondo activo requiere un punto adicional de conocimientos y experiencia que no es tan necesaria con un fondo indexado (pasivo).

Tiempo de gestión

Todo lo anterior también se puede medir en términos de dedicación. De nuevo, un inversor pasivo necesita dedicar mucho menos tiempo a gestionar sus inversiones que uno activo.

La gestión pasiva aboga normalmente por invertir a largo plazo (periodos de más de 10 años) en los que siempre estarás invertido en el mercado. Mientras, un inversor activo necesita estar pendiente del mercado para saber cómo actuar en cada momento según el ciclo económico.

A esto se añade el tiempo en buscar los mejores fondos en cada momento.

Rentabilidad

Hasta aquí parece que todo son ventajas para los fondos indexados y la gestión pasiva. Nada más lejos de la realidad.

La gestión activa también tiene sus puntos fuertes. El primero y más claro es que, cuando copias al mercado, nunca podrás obtener una rentabilidad superior a su media. En otras palabras, el rendimiento máximo está limitado.

Con un fondo activo no hay límites a lo que puedes conseguir. Sí, es verdad que pocos gestores superan al mercado, pero los que lo hacen pueden conseguir rentabilidades muy superiores. Un buen ejemplo es el desempeño del fondo Fidelity Magellan gestionado por Peter Lynch, que consiguió una rentabilidad anual del 29 % entre 1977 y 1990.

Volatilidad

Con un fondo indexado copias al mercado para lo bueno y para lo malo. Lo bueno es la rentabilidad a largo plazo y lo malo es que no se trata de un camino en línea recta. Solo tienes que mirar este gráfico con la evolución del S&P 500 los últimos 10 años para entenderlo:

 

Imagen 1 del artículo

 

Como ves, el resultado es positivo, pero con sus bajadas y subidas. En el peor de los casos, todo eso se traduce en años perdidos, con rentabilidad negativa e incluso sin rentabilidad.

Eso es precisamente lo que ocurrió entre el año 2000 y el año 2013 con el SP&500, que cuando estaba recuperándose de la caída de las «puntocom», sufrió el hundimiento del mercado inmobiliario.

Un buen fondo de gestión activa debería ser capaz de limitar esos picos, subidas y bajadas con una gestión de capital inteligente (la clave aquí es que sea un buen fondo).

Como inversor pasivo también puedes lograr algo parecido realizando una gestión activa a través de fondos pasivos (ahora lo entenderás mejor).

Gestión activa o pasiva: cuándo escoger cada una

A estas alturas, ya has visto que las dos formas de enfocar la inversión tienen sus puntos positivos y negativos. Entonces, ¿por cuál deberías decantarte? Por ninguna de las dos, por lo menos de forma dogmática.

La clave está en saber cuándo escoger cada uno. Como punto de partida, decántate por un fondo de gestión activa cuando el gestor aporte un valor real frente a lo que puedes conseguir con un fondo pasivo.

Por ejemplo, si estás pensando en invertir en tecnología de forma global, compara los fondos activos disponibles con lo que te ofrece un índice global como el Nasdaq y, si encuentras uno que lo supere, invierte en él.

Aquí deberás analizar no solo la rentabilidad, sino otros parámetros como el Alfa, la Beta, el Ratio de Sharpe y el Ratio de Treynor (como te decía, analizar fondos activos requiere un punto de conocimientos superior a analizar un fondo indexado o pasivo).

Además, recuerda que también puedes realizar una gestión activa de tus fondos pasivos. Es decir, puedes invertir en fondos y ETFs que repliquen el mercado o un sector concreto, pero decidir de forma activa los sectores en los que inviertes y la composición de la cartera en función del ciclo o momento de mercado.

Al final, no se trata de posicionarte del lado de la gestión activa o de la gestión pasiva, sino de saber aprovechar lo mejor de cada mundo.

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