Política y coyuntura económica
Medio

Nubes en el panorama económico español

En un escenario de insuficiente crecimiento e inflación, algunos medios están haciendo saltar las alarmas sobre una recuperación no tan robusta como la que se prometía.

Algunos pensábamos que una administración eficiente de las vacunas contra la Covid-19 y el levantamiento de las restricciones a la movilidad y a todo tipo de actividad traerían aparejados un fuerte crecimiento económico en España, aunque fuera por efecto rebote. Aun así, la corrección del dato de crecimiento del 2T del año y los decepcionantes datos de consumo en tiempo real a los que teníamos acceso durante el 3T, ya nos hacían augurar que el dato de crecimiento del 3T sería insuficiente para alcanzar el objetivo de crecimiento anual, dejando desfasado el cuadro macroeconómico sobre el que se construyeron los últimos PGE. Por ello en un escenario de insuficiente crecimiento (teniendo en cuenta la posición desde la cual está rebotando la economía española) e inflación, algunos medios están haciendo saltar las alarmas sobre una recuperación no tan robusta como la que se prometía.

En concreto, el INE publicó recientemente un dato de crecimiento intertrimestral del 2 % para el 3T de 2021. Mientras esta cifra puede parecer muy elevada en determinados puntos de ciclos económicos normales, puede resultar insuficiente en el contexto de la recuperación de una de las mayores crisis (medido por magnitud de caída del PIB) de las últimas décadas. Aun así, se ha de tener en cuenta que la estimación la realiza el INE a partir de un conjunto de indicadores de dos meses del trimestre y algunos datos procedentes de otras fuentes. El propio INE advierte en una nota metodológica de que en esta ocasión ha podido contar con un menor número de indicadores y que, además, los disponibles muestran una mayor variación, lo que podría llevar a un mayor error de las predicciones. De hecho, se puede pensar que esta fue una de las principales causas de la enorme corrección de la estimación de crecimiento del 2T. Recordemos que la estimación de crecimiento trimestral del 2,8 % pasó al 1,1 % tras la corrección. Todo ello nos anima a ser cautos a la hora de sacar conclusiones precipitadas.

Aun así, lo que se puede observar es que existe una tendencia desde hace ya varios trimestres a la ralentización del crecimiento económico y a una muy débil recuperación. Desde el gran crecimiento producido en el 3T del año pasado, algunos pensamos que la apertura definitiva de la economía tras el levantamiento de las restricciones a raíz del éxito del programa de vacunación llevaría a un gran rebote de la economía y a una relativamente rápida recuperación de los niveles de PIB previos a la pandemia. Que ello no esté siendo así es un factor realmente preocupante, ya que muestra que una mayor proporción del tejido productivo de la que pensábamos puede haberse destruido o que algunas familias pueden haber perdido más poder adquisitivo del previsto, lo cual podría ser causa directa de los malos datos de consumo registrados.

Si deseamos conocer las verdaderas causas del exiguo crecimiento registrado en el 3T, debemos analizar los datos minuciosamente. En concreto, el gasto en consumo final de los hogares descendió un 0,3 %, mientras en el 2T crecía a un ritmo del 3,5 %. Esto es un muy mal dato, especialmente porque muestra que el efecto de la demanda embalsada (ahorro forzoso durante el confinamiento y posteriores restricciones a la actividad) puede haberse agotado por completo. Por otro lado, los datos referentes a la formación bruta de capital fijo tampoco son nada positivos, registrando un pequeño crecimiento del 1,3 % en el 3T, con una reducción pronunciada del crecimiento de la inversión en bienes de equipo de tan solo el 3,6 % (muy baja en comparación a trimestres anteriores). En conjunto, la demanda nacional avanzó tan solo un 0,2 % en el trimestre, siendo este un dato muy preocupante en contraste con lo esperado hace algunos meses.

Por otro lado, el problema es incluso mayor desde el lado de la oferta, que presenta muchas deficiencias, contribuyendo a una seria ralentización del crecimiento económico. En particular el crecimiento de la agricultura registró una variación del -5,5 %, mientras durante la pandemia había sido uno de los pocos sectores en constante expansión. Esta fuerte contracción del sector agrícola puede hacernos pensar en una compensación a través de un mayor crecimiento del sector de manufacturas y el sector servicios, pero tampoco ha sido este el caso. En concreto, la industria creció un leve 2 % y el sector servicios un 1,8 %, mostrando que ninguno de los dos está contribuyendo a impulsar la recuperación, señalando así que el problema de escaso crecimiento no es un síntoma sectorial sino general de toda la economía. Si bien es cierto que algunos sectores como el comercio crecen a cifras mayores (un 7,9 % en el 3T), no es suficiente para impulsar verdaderamente la recuperación y retornar a los niveles de PIB previos a la pandemia.

Es verdaderamente preocupante que el bajo crecimiento no esté siendo un «bache» en el camino, sino que más bien parece una tendencia que se está asentando, al menos a medio plazo. Además, el crecimiento que no estamos logrando de forma interna tampoco se está viendo compensado por la demanda externa, ya que esta creció tan solo un 1,2 % en el 3T, lo que supone un gran lastre para la economía española.

Si hay algo que me preocupa en particular desde hace ya algún tiempo es el nimio crecimiento de la productividad en España, que lleva cerca de dos años cayendo de manera constante, con un descenso del 3,3 % interanual en el 3T, mientras el coste laboral unitario se incrementó un 3 %. Esto puede ser síntoma de un problema mayor que una ralentización del crecimiento, como pueden ser deficiencias estructurales de la economía española, con nulas perspectivas de reforma de cara al futuro, lo que no causará otra cosa que un deterioro más profundo de las mismas con el paso del tiempo. Por ello, dichos problemas estructurales, unidos a las dinámicas de crecimiento previamente expuestas, nos hacen llegar a una conclusión dura, como es el notorio frenazo de la recuperación económica en un momento en el cual coinciden varios elementos negativos para la economía como son los elevadísimos costes energéticos (con su efecto directo sobre la inflación) sin solución a medio plazo, los graves cuellos de botella en las cadenas de valor a escala global que están causando una notable aceleración de la inflación (no solo IPC, sino también subyacente, lo cual es aún más preocupante), e incluso ciertos problemas de suministro de algunos componentes esenciales como es el caso de los semiconductores.

Todos estos elementos nos llevan a un escenario en el cual el cuadro macroeconómico del Gobierno queda absolutamente invalidado, pero en base al cual los Presupuestos Generales del Estado (PGE) han sido diseñados, conllevando a los esperados grandes desajustes futuros. A todo ello se unen las batallas políticas improductivas, propuestas que solo añaden mayor inestabilidad a la economía (por ejemplo, la propuesta de derogación de la reforma laboral del año 2012) y una gravísima falta de debate acerca de políticas que logren impulsar el crecimiento potencial de la economía española. Se avistan algunas nubes en el panorama económico español.

 

 

Foto de Tatiana Syrikova en Pexels

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