Cuando escribió este libro dirigido a inversores, Benjamin Graham se propuso, en palabras de Warren Buffett, “aportar estructura y razonamiento lógico a una actividad hasta ese momento desordenada y confusa”.
Sin duda consiguió su propósito. Y lo hizo estableciendo por primera vez –y para siempre- los principios y conceptos necesarios para una inversión inteligente a largo plazo. No es poca cosa. Distinguió por primera vez inversores de especuladores. Aclaró qué hay detrás de una acción: no un símbolo ni una cotización oscilante, sino un negocio real. Desenmascaró para siempre al señor Mercado. Diferenció decisivamente valor y precio. Y puso a la persona que invierte, al hombre concreto, con su disciplina, su capacidad de análisis, su control emocional y su coraje, en el centro.
Se nos ofrece, en definitiva, un manual de inversión siempre vigente. Un manual que, creando un lenguaje y definiendo los conceptos esenciales, va a inspirar el mejor pensamiento que ha existido después sobre la materia. Así nace el
value investing, que lejos de ser un estilo particular de inversión, es, sencillamente, la única forma de inversión concebible para el inversor inteligente.
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