Un operador de bolsa, además de estudiar las condiciones básicas, recordar antecedentes del mercado y tener presente la psicología del público externo y las limitaciones de sus agentes, también debe conocerse y prevenir las propias debilidades. No hay necesidad de enfadarse por ser humano.
Los especuladores compran la tendencia y los inversores siguen el camino más largo. Están los que se equivocan una y otra vez, y los de Wall Street, que se creen obligados a operar en todo momento. Es imposible que alguien tenga una buena razón para comprar y vender valores todos los días. Quizá la especulación sea en definitiva una especie de negocio poco natural, porque las debilidades a las que son propensos todos los hombres son fatales para tener éxito en la especulación. El especulador, cuando todos tienen esperanza, debe sentir temor; y cuando todos sienten miedo, debe sentirse esperanzado.
La historia no se repite con tanta frecuencia ni uniformidad en ningún lado como lo hace en Wall Street. El juego no cambia, y la naturaleza humana tampoco. No existen atajos que lleven al éxito en bolsa, así que es inútil que nadie se empeñe en buscarlos.
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