Política y coyuntura económica
Básico

El real de a 8

Esta moneda se convirtió en la primera divisa internacional de la historia. Los 8 reales españoles se aceptaban en América y en Europa, pero también en los puertos africanos, en los mercados otomanos o en lo más profundo de la China.

El pasado mes de abril tuve la ocasión de escribir un artículo para esta bitácora en el que comentaba las características básicas de la inversión en monedas históricas. Presentaba las monedas como un buen vehículo para refugiar un capital que no es necesario registrar. Indicaba también que el mercado numismático es muy líquido en comparación con otros mercados de bienes físicos, lo cual hace que siempre haya demanda y que vender una buena colección de monedas sea una tarea sencilla. Sin embargo, también avisaba de que hay monedas que suscitan mayor interés de mercado que otras. Recomendaba a quienes se inicien en la inversión numismática que se centren en series con una alta demanda internacional, de forma que se aseguren que ésta sea alta y estable independiente de los vaivenes de la economía local.

En ese sentido, los coleccionistas e inversores numismáticos españoles tenemos una enorme fortuna: la moneda española es la más demandada internacionalmente después de las monedas de la Roma y la Grecia clásicas. Esto se debe a nuestra rica historia; bien se puede decir que entre los siglos XVI y XVIII el Imperio Español fue la primera potencia mundial gracias, en gran medida, a las enormes cantidades de plata que se extrajeron de México y el Alto Perú. Durante 300 años la historia del mundo entero estaba íntimamente ligada a la plata que se extraía en las provincias españolas de ultramar. Una plata que, en gran medida, se amonedaba en reales de a 8. Esta moneda se convirtió en la primera divisa internacional de la historia. Los 8 reales españoles se aceptaban en América y en Europa, pero también en los puertos africanos, en los mercados otomanos o en lo más profundo de la China. De hecho, los reales de a 8 españoles fueron moneda de curso legal en Estados Unidos hasta 1857. En este artículo voy a comentar las principales características de estas monedas para el coleccionista y el inversor numismático.

El Imperio Español acuñó monedas de 8 reales durante prácticamente toda la Edad Moderna: desde 1538 hasta el final de la presencia española en Sudamérica en 1824. Estos 8 reales se labraron en varias cecas americanas (fundamentalmente México, Lima, Potosí y Guatemala) y peninsulares (fundamentalmente Segovia, Madrid y Sevilla). Digo “fundamentalmente” porque hay muchas más cecas que acuñaron 8 reales en periodos concretos (e.g. Toledo o Granada), muchas otras que acuñaron unos pocos ejemplares de manera esporádica (e.g. Burgos, Santiago de Chile o Cartagena de Indias) o de manera provisional en contextos de guerra (e.g. Zacatecas o Mallorca). En esta introducción me centraré exclusivamente en las cecas americanas más habituales.

Con esto ya tenemos dos características que debe tener en cuenta el coleccionista a la hora de diferenciar monedas de 8 reales: la ceca y el año en el que han sido acuñados. Otras características se deben a que, según la legislación de la época, en cada moneda se debe hacer explícito el nombre del rey y las siglas del ensayador. De esa forma, los ensayadores tomaban responsabilidad de que la pureza del oro o la plata es la que debía ser según la legislación vigente. Por ejemplo, vemos que en la Figura 3 aparece el año bajo las olas del mar; el anagrama de una “M” con una “o” encima, propio de la ceca de México; y la marca de ensayador “MM” a la izquierda del escudo, correspondiente con las iniciales de Manuel de León y Manuel Assorín.

Por otro lado, se pueden distinguir los reales de a 8 por la técnica con la que fueron acuñados. Una primera técnica consiste en una acuñación a martillo, que abarca desde los inicios de los reales de a 8 en 1538 hasta la mecanización de las cecas americanas. Una vez mecanizadas, se procedió a la acuñación mediante prensa volante. Las cecas americanas se mecanizaron relativamente tarde en comparación a las peninsulares. Además, se tardó bastante en mecanizar totalmente la producción de monedas. Así, México comenzó a acuñar con volante en 1732 y dejó de acuñar a martillo ese mismo año (si bien en 1733 y 1734 hubo unas acuñaciones transitorias llamadas  “tipo clíper“), mientras que Potosí no comenzó las acuñaciones a volante hasta 1767 y siguió acuñando a martillo hasta 1773. En este sentido, se podrían definir cuatro periodos: acuñaciones exclusivamente a martillo (1538-1731); transición entre ambos tipos de acuñaciones (1732-1773); acuñaciones exclusivamente a volante (1773-1810); y el complejo periodo de la Guerra de la Independencia Hispanoamericana en el que la necesidad y la improvisación hacen que de nuevo vuelvan a aparecen las acuñaciones a martillo (1810-1824).

Una última característica distintiva es el diseño de los 8 reales. En las imágenes que acompañan esta entrada se muestran algunos de ellos. Dentro de los 8 reales acuñados a martillo los más comunes son el tipo mexicano (imagen 1) y el tipo con las columnas de Hércules, usado en Lima y Potosí a partir de 1652 (imagen 2).

8 reales México 1654

8 reales Lima 1740

Con la acuñación a volante se introdujo un nuevo tipo: los 8 reales columnarios, que para muchos son las monedas españolas más bellas y, sin duda, el emblema de la numismática española colonial (imagen 3).

8 reales México 1760

A partir de 1771 se deja atrás los columnarios y se pasan a acuñar 8 reales de busto, donde se muestra el retrato del perfil del rey (ya sea Carlos III, Carlos IV o Fernando VII, imagen 4).

8 reales Nueva Guatemala 1797

El coleccionista puede aproximarse a los reales de a 8 de distintas formas. La más común es hacer una colección amplia que represente los distintos tipos de 8 reales acuñados. Otros restringen el ámbito de la colección con la finalidad de ganar en profundidad. Son típicas las colecciones que se centran en los columnarios o las que se centran en las acuñaciones a volante. También son muy normales las colecciones que buscan exclusivamente monedas de una sola ceca.

Como inversores podemos hacer lo mismo: centrarnos en una serie más concreta o hacernos con un conjunto de monedas que abarquen toda la historia de los 8 reales del Imperio Español. No obstante, si consideramos que nuestras monedas son un refugio de valor debemos tener muy en cuenta su demanda internacional, tal y como comentaba en mi anterior artículo en esta bitácora. Esto es, justamente, lo mejor de los 8 reales españoles: son monedas muy demandadas internacionalmente, especialmente en Estados Unidos, que es con mucho el mercado numismático más amplio del mundo. Por tanto, una colección de 8 reales del Imperio Español tendrá una excelente demanda siempre y cuando las monedas que la compongan tengan una calidad suficiente para ese mercado internacional. Veamos en qué nos debemos de fijar a la hora de juzgar esa calidad.

Solo hay que comparar las monedas de las imágenes 1 y 2 con las de las imágenes 3 y 4 para ver que la acuñación a volante permitía una calidad mucho más alta en las piezas acuñadas. En el caso de esas monedas a volante, juzgar su calidad es relativamente sencillo: basta con ver que el ejemplar no haya sufrido manipulaciones y que tenga un desgaste moderado. Cualquier manipulación agresiva al ejemplar (e.g. que haya sido perforado, engarzado en una joya, limpiado con productos químicos, presente oxidaciones, tenga marcas de graffiti…) debe hacernos descartar inmediatamente la compra del mismo. Por parte del desgaste, es muy difícil exigir ejemplares en perfecto sin circular, pero en la mayoría de los casos sí que se pueden buscar ejemplares en una calidad excelente (yo diría “EBC” o “EBC+”, dentro de la escala generalmente usada en España para medir la calidad). En este sentido, recomendaría al lector interesado estudiar la Colección Gaspar de Portolà (volúmenes unodos y tres) como un extraordinario ejemplo de una colección de 8 reales a volante en la que se ha buscado la máxima calidad posible. También nos sirve como referencia de precios, viendo que muchas de estas monedas están entre los 300 y los 2.000 euros, si bien pueden incluso subir de 50.000 euros las piezas más raras, como los 8 reales columnarios de Santiago de Chile.

Los 8 reales acuñados a martillo son más difíciles de coleccionar, además de ser monedas menos atractivas para el ojo inexperto. Por eso, atraen más a los coleccionistas avanzados y no tanto a quien se inicia en la numismática. En este caso, además del desgaste y de las posibles manipulaciones, el inversor debe tener muy en cuenta la calidad de la acuñación. Es muy importante que la acuñación sea tal que sus datos de ceca, año y ensayador sean visibles. Lamentablemente, esto no se da en muchos casos lo que provoca que muchas monedas no puedan ser totalmente clasificadas.

Por ejemplo, en el 8 reales que se muestra en la imagen 5, la ceca “P” (Potosí) es clara a la izquierda del escudo. Bajo ella se puede apreciar la marca de ensayadores “TR” (la “R” es mucho más clara que la “T”, donde solo se ve el rasgo superior). Esto nos indica que el ensayador era Pedro Treviño, quien trabajó en esa ceca entre 1635 y 1647. Por lo tanto, podemos acotar la moneda en un periodo concreto, pero no se puede clasificar exactamente la moneda.

8 reales Potosí TR

Ni qué decir tiene que, si bien es un ejemplar muy interesante, su precio y su demanda es significativamente menor que en el caso de que tuviera todos sus datos visibles. Por eso recomiendo a quien se adentre a invertir en este tipo de piezas que siempre busque las que tengan todos sus datos, aunque las tenga que pagar más caras. Al lector interesado le recomendaría estudiar la Colección Virrey de Toledo, pues es una muy buena colección de platas acuñadas a martillo en Lima y Potosí. Quien la compare con la Gaspar de Portolà se dará cuenta de la diferencia estética de las monedas y de la diferencia en el grado de conservación. En el caso de las acuñaciones a martillo es muy complicado encontrar ejemplares en una calidad excelente (EBC en la escala española). En la inmensa mayoría de los casos un MBC+ (es decir, dos grados menos que EBC) ya es una pieza de una alta calidad siempre y cuando todos sus datos estén visibles. También hay una diferencia de precio, pues los buenos ejemplares no suelen pasar de 1.000 euros, si bien hay excepciones muchísimo más caras.

También debo citar a los 8 reales “galanos” (a veces mal denominados como “Royal” o “de presentación real” por algunos comerciantes), como el que se observa en la imagen 6.

8 reales galano Lima 1728

No se conoce con exactitud la causa de estas monedas, pero todo apunta a que fueron “monedas bonitas” encargadas por los comerciantes de plata, en muchos casos para ser usadas como ofrendas religiosas o para la ostentación. Estas monedas tenían una acuñación muy cuidada, así que se observan todos sus datos. No obstante, suelen estar agujereadas por su uso para la ostentación y la devoción religiosa (se cosían a los mantos de la Virgen). Son monedas muy raras, muy conocidas y muy queridas, pero no demasiado caras (entre 3.000 y 10.000 euros). Ahora no parecen estar de moda y, en mi opinión, esto las hace una buena oportunidad de inversión.

A quien quiera comenzar yo le recomendaría que se inicie con los 8 reales acuñados a volante, pues son monedas mucho más sencillas de catalogar y de valorar que las acuñadas a martillo, en las que puede introducirse después. Una manera muy razonable de coleccionar estas monedas es haciéndose con un ejemplar de cada ceca, reinado y ensayador; de esta forma no se tiene en cuenta el año de acuñación (aunque exijamos que sea visible), lo que consigue que la colección sea más fácilmente abarcable a la vez que es igualmente interesante desde el punto de vista histórico. Posteriormente se puede ampliar la colección de múltiples maneras sin salirse del módulo de 8 reales.

Por ejemplo, se podría extender la colección a los 8 reales de los países hispanoamericanos tras su independencia. Esta sería una extensión complicada porque hay muchas monedas muy raras, pero muy gratificante por lo complejo que es el siglo XIX en la América hispana y lo bellas que eran sus monedas. También se puede extender la colección a las cecas peninsulares, si bien no son tan comerciales internacionalmente como las americanas (salvo las monedas de Segovia, pues su belleza tiene fama internacional). Finalmente, es posible abrirse al coleccionismo de 8 reales resellados. Esto último es algo que no recomendaría a alguien que no sea un verdadero experto ya que hay muchas falsificaciones de resellos y apenas existen guías ni comerciantes especializados que puedan ayudar al coleccionista.

Un último apunte es que quien quiera invertir en monedas no se pondrá a analizar flujos de caja ni las barreras de entrada en tal o cual sector. Quien quiera entender estos objetos tendrá que abrir libros de historia, comprender la tecnología de la época, profundizar en los aspectos sociales, económicos y políticos en los que se enmarcaban las acuñaciones, entender aspectos del comercio internacional… Todo esto implica una cultura histórica muy amplia que, en cierta forma, también forma parte de la inversión numismática. Se podría decir que es un beneficio inmaterial pero altamente gratificante.

Todas las imágenes que ilustran esta entrada están sacadas de la web de Áureo & Calicó. Desde aquí se lo agradezco.

Photo by Arseny Togulev on Unsplash

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