Se trata de un hombre que un día asumió riesgos, se jugó la piel como propone Taleb, y creó una empresa. Con años de trabajo, aprendizaje y altibajos, consolidó su negocio. Y con austeridad en la gestión y en su vida personal, acumuló ahorros.
Quizá después de algunas vueltas, encontró por fin, porque eso andaba buscando, un destino para sus ahorros, su lugar justo: una forma de inversión ajustada a su visión del mundo. Los confió a un gestor al que conoció en profundidad hasta descubrir que comparte con él lo más importante: un sentido empresarial de la inversión.
El inversor value está con sus ahorros donde siempre ha estado: con los que asumen riesgos y responsabilidad, con los que crean riqueza a diario. El mercado bursátil le ha ofrecido la maravillosa oportunidad de participar desde su casa, con sus ahorros, en la propiedad de las mejores empresas del mundo. Se siente parte de una comunidad de partícipes que, como él en su propio negocio, lo sostiene todo en una visión a largo plazo, un análisis profundo y exigente de la realidad y una paciencia hecha de convicciones. La experiencia le ha enseñado que, con esas premisas, el tiempo juega a su favor. Y duerme tranquilo, porque sigue siendo, en el trabajo y en la inversión, lo que siempre quiso ser: propietario de empresas, partícipe de la mayor fuente de riqueza, bienestar y libertad que existe en el mundo.
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