La valoración de empresas es una condición necesaria de toda inversión value. Se trata de una tarea tan decisiva como ineludible. De hecho, la capacidad para valorar correctamente una empresa es el factor clave, determinante, de su rentabilidad futura.
Ahora, ocurre que la empresa no es una realidad estática, quieta, sino un entramado vivo de personas, decisiones y procesos cambiantes. Una empresa, además, existe en un entorno igualmente vivo, complejo y variable.
Se trata, pues, de una tarea muy exigente, sólo al alcance de personas con tiempo y capacidad. Esta es, no en vano, la tarea esencial y distinta que un gestor o analista value hace por nosotros.
La valoración de una empresa tiene dos componentes fundamentales: lo cuantitativo: los datos; y lo cualitativo: la historia, el relato. Pero frente a cualquier realidad viva y compleja, elegir cuáles son los datos importantes, los significativos de verdad, los decisivos, y elegir qué aspectos de su naturaleza particular van a determinar su futuro a largo plazo, no es ya una capacidad, sino un arte. Un arte que mezcla curiosidad, inteligencia, memoria, sensibilidad y una visión global.
Después de valorar correctamente una empresa, verificando que existe un margen de seguridad, una diferencia sustancial entre precio y valor, llegará, no obstante, lo más difícil: juntar el temple y la convicción para invertir, para comprar… para creer.