Los japoneses proponen que cuando tengamos que llegar a alguna parte tomemos el camino más largo. El inversor value ha adoptado esta premisa como un principio esencial. Al elegir la valoración de empresas como la clave fundamental de su proceso inversor, está tomando el camino más largo, el más esforzado, y también el mejor.
Para hacer una buena inversión, tenemos que pagar por una empresa cotizada menos de lo que vale. Para pagar menos, es imprescindible saber previamente lo que vale. Y para saber lo que vale, es ineludible hacer el largo y exigente camino de la valoración.
Si estamos atentos a todo lo importante, profundizamos en los datos más significativos y somos capaces de leer correctamente la historia y el momento del negocio, acertaremos con la valoración, y todo lo demás vendrá por sí solo. En inversión, como en todo lo demás, los atajos no suelen llevarnos a ninguna parte. La valoración es un arte que se afina con el tiempo, y que exige una especial capacidad para sintetizar la compleja realidad de un negocio y de un sector. Recorrer una y otra vez ese largo y apasionante camino es el feliz destino elegido de un auténtico inversor value.
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