El mercado no es una abstracción; no es un entramado inextricable de relaciones de poder; ni tampoco es un espacio complejo e irreal conformado por infinitas conexiones ocultas. No se trata, en definitiva, de un lugar extraño donde malvados egoístas buscan su interés por encima de todo.
El mercado es la suma de las acciones humanas diarias de hombres y mujeres del mundo en el ámbito económico. Es el espacio global donde se da cita el talento, la iniciativa y las ideas del hombre. Es el espacio donde se equilibran, se satisfacen y se compensan de manera natural y espontánea diariamente nuestras necesidades materiales. Es el punto maestro donde coinciden necesidades y satisfacciones, preguntas y respuestas. Es la democratización de la propiedad empresarial, un invento alucinante que permite que un particular, por una mínima cantidad de dinero, pueda ser el propietario real de una empresa que genera riqueza. Y es, sin duda, el mayor estímulo competitivo para la mejora individual y para el progreso colectivo.
El mercado es, por encima de todo, el más asombroso espacio de cooperación humana, una creación de primer orden que pone de manifiesto de manera definitiva que nuestra condición cooperativa constituye nuestra mayor grandeza.