Psicología de la inversión
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Buenos hábitos en la inversión

Invertir es una de las mejores formas de asegurar nuestro futuro financiero, pero hacerlo correctamente no siempre es fácil. La clave para el éxito a largo plazo radica en una buena planificación financiera, que implica entender nuestros objetivos vitales y financieros, definir horizontes de inversión, y, a partir de ahí, tomar decisiones de inversión adecuadas.

La planificación no solo trata de elegir en qué invertir, sino de establecer un plan coherente que se adapte a nuestras metas personales: complementar nuestra jubilación, comprar una vivienda, o simplemente alcanzar la independencia financiera.

A menudo cometemos el error de pensar en qué producto (acción, bono, fondo de inversión, etc.) invertir antes de definir claramente nuestros objetivos. Para entenderlo mejor, sería como planear un viaje eligiendo primero el medio de transporte sin saber si vamos a una ciudad cercana o a otro continente. Es el mismo error que cometemos cuando acudimos al farmacéutico en busca de un medicamento sin saber aún qué enfermedad queremos tratar. Si tratamos el COVID como si fuera un resfriado común, no lograremos curarnos. Sin embargo, para muchas personas, pensar en planificación financiera puede parecer complicado al principio.

En mi experiencia diaria, observo que muchos inversores aún no están preparados para definir claramente sus objetivos. Una alternativa puede ser comenzar adquirir buenos hábitos de inversión o seguir unas mínimas reglas.

 

 

 

Por ejemplo, cuando me propuse correr una maratón, no pude empezar directamente con largas distancias. Primero tuve que adquirir hábitos básicos, como hacer ejercicio regularmente y mantener una alimentación saludable. Estos hábitos iniciales fueron fundamentales para afianzar una base sólida sobre la después levantar un plan de entrenamiento más ambicioso que me llegase a permitir correr varias maratones y triatlones. De la misma manera, en la inversión, comenzar con buenos hábitos nos ayuda a dar los primeros pasos y a desarrollar una mentalidad disciplinada y coherente para gestionar nuestras finanzas correctamente a largo plazo.

Veamos algunos de esos hábitos que todo inversor debería adoptar.

  1. No inviertas el dinero que necesitas a corto plazo

Es fundamental que el capital destinado a la inversión no lo vayas a necesitar a corto plazo. La inversión debe verse como un esfuerzo a largo plazo. Para asegurarte de no tocar esos fondos, establece un presupuesto familiar y págate a ti mismo primero, ahorrando de manera sistemática antes de gastar. Lo que destinas al consumo es lo que no necesitas ahorrar, no al revés.

  1. No malgastes y vive por debajo de tus posibilidades

Uno de los principios más conocidos en las finanzas personales es vivir por debajo de tus posibilidades. Esto no significa pasar privaciones, sino maximizar la eficiencia de cada euro ahorrado. Busca siempre obtener el máximo rendimiento posible para tu dinero, minimizando gastos innecesarios. Exprime al máximo el dinero ahorrado y sácale el máximo partido.

  1. Crea un fondo de emergencia

Nunca comiences a invertir sin tener un fondo de emergencia. Este colchón financiero es vital para cubrir imprevistos sin verte obligado a vender inversiones a destiempo o bajo condiciones desfavorables. Un consejo habitual es tener al menos entre tres y seis meses de gastos cubiertos antes de aventurarse en inversiones más arriesgadas. Puedes tener algo más para estar más tranquilo, en cuyo caso puedes colocar una parte en un depósito a corto plazo, una cuenta remunerada o, incluso mejor, en fondos monetarios. Una vez constituido el fondo de emergencia, prioriza tus objetivos a largo plazo (ver hábito número 7).

  1. Diversifica tus inversiones

Un dicho muy conocido es «no pongas todos los huevos en la misma cesta». En el mundo de la inversión, esto significa no concentrar todo tu capital en un solo activo o tipo de activo. Diversifica en varias clases (monetarios, bonos, acciones, etc.) y, además, distribuye tu inversión globalmente. Una buena regla es no concentrar más del 5 % de tu capital en un solo activo.

  1. No inviertas en lo que no entiendes y fórmate

Este es un error común que muchos inversores novatos cometen. Si no entiendes completamente un producto de inversión, es mejor abstenerse o seguir investigando. El conocimiento es poder, y en la inversión estar bien informado puede marcar la diferencia entre ganar y perder. Esta regla funciona en ambas direcciones: es importante no sólo abstenerse de invertir inicialmente en lo que no se entiende, sino también adquirir conocimientos en diversos ámbitos que nos permitan crecer como personas (y expandir nuestras oportunidades laborales), así como mejorar, aunque sea mínimamente, nuestras habilidades como inversores. No debemos creer ciegamente todo lo que nos dicen; es imprescindible mantener una actitud curiosa y crítica respecto a nuestras finanzas personales.

  1. Invierte primero de forma sencilla

Cuando te inicias en el mundo de la inversión, es fácil sentirse abrumado por la cantidad de productos financieros disponibles y las complejidades que parecen estar detrás de cada decisión. Por eso, una de las mejores estrategias para comenzar es invertir de manera sencilla. No necesitas ser un experto en mercados financieros ni estar constantemente buscando la próxima gran oportunidad para obtener buenos resultados.

La indexación es una de las formas más sencillas y efectivas de empezar a invertir. Consiste en replicar el comportamiento de un índice de mercado, como el S&P 500 o el MSCI World, en lugar de intentar seleccionar acciones individuales o activos específicos. Esta estrategia, conocida como inversión indexada (también llamada inversión pasiva), tiene muchos beneficios para los inversores que buscan una manera simple y rentable de construir su patrimonio con muy alta diversificación y bajos costes. Combinando índices de acciones (renta variable), como los anteriormente nombrados, con índices de bonos (renta fija), con una visión global, podemos lograr una exposición adecuada a nuestros objetivos o perfil de riesgo y obtener resultados por encima de la media de los inversores.

  1. Prioriza el largo plazo

El largo plazo es tu aliado cuando se trata de inversión. La magia del interés compuesto trabaja a tu favor cuando mantienes una inversión por mucho tiempo. Una vez que tengas un fondo de emergencia, enfócate en los objetivos a largo plazo, ya que son los más difíciles de conseguir. Además, invirtiendo a largo plazo podrás obtener mejores rentabilidades. A largo plazo la volatilidad de los mercados financieros pierde importancia y «la suerte» (en realidad la estadística) se pone de tu lado.

  1. Domina tus emociones

Las emociones pueden ser el mayor enemigo de un inversor. Aprende a controlarlas y a evaluar el nivel de riesgo que puedes soportar. Un buen plan de inversión está diseñado para que no dependas de tus impulsos o del estado de ánimo del mercado. Sistematiza tus inversiones con aportaciones automáticas según el plan de inversión que hayas trazado.

  1. Evalúa y ajusta periódicamente tus reglas y piensa en tu planificación financiera

Si conviertes estas reglas en hábitos estarás mucho mejor preparado para desarrollar una planificación financiera sólida y un plan de inversión adecuado para tus objetivos. Después (una vez al año puede ser más que suficiente), revisarás tu plan de inversión para comprobar que es el correcto para tus objetivos y si tus «reglas mínimas» siguen siendo válidas. Esta reevaluación periódica te permitirá ajustar el rumbo si es necesario y asegurar que sigues por el buen camino.

Unos buenos hábitos y una pequeña planificación financiera evitarán que tus emociones se te apoderen de ti en momentos difíciles y podrán de tu lado la probabilidad de alcanzar tus objetivos financieros y vivir una vida más plena y feliz.

 

Foto de Anna Shvets

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