En los mercados de commodities, donde existe relativa transparencia, tenemos la posibilidad de comprar y vender futuros en bolsas como la de Nueva York o Londres. Además, para aquellos interesados en recibir stocks físicos, el London Metal Exchange (LME) es una opción, con depósitos respaldados por operadores como Glencore. Sin embargo, más allá de estas plazas financieras existe una oferta global de materias primas desde lugares más remotos, caracterizado por una legalidad cuestionable y un origen difuso. En estas regiones la minería industrial a gran escala no alcanza. Son el territorio de los mineros artesanales.
La minería artesanal y a pequeña escala se caracteriza por prescindir de mecanización, depender en gran medida de la mano de obra y utilizar métodos rudimentarios como picos, palas y, en el caso del oro, mercurio para la separación del mineral. Los túneles excavados a mano son una imagen común en estos casos. Los mineros artesanales suelen ser individuos que trabajan de manera independiente, en familias o en asociaciones y cooperativas, y en cada país tienen características distintas, lo que dificulta su homogeneización. Dicho de otra manera, son el tipo de personas que se muestran en las famosas estampas de gente trabajando en túneles africanos y selvas sudamericanas. La siguiente imagen, que publico con permiso de su autor, lo ilustra bastante bien:
Según el Banco Mundial, aproximadamente 20 millones de personas en todo el mundo dependen de la minería artesanal, aunque algunas fuentes sugieren que esta cifra podría alcanzar los 40 millones. Este sector desempeña un papel significativo a nivel global, contribuyendo con el 20 % del oro, el 30 % del estaño y más del 20 % del cobalto. La razón es sencilla: ofrece ingresos superiores en comparación con otras opciones disponibles en las zonas donde operan. Por lo general, estas comunidades se encuentran en regiones rurales donde las alternativas laborales se limitan principalmente a la agricultura o la pesca.
Aunque la minería artesanal puede representar una fuente de ingresos alternativa para millones de personas, la mayoría de estas actividades operan al margen de las estructuras legales, planteando riesgos de salud y seguridad para quienes se dedican a ellas y provocando a menudo graves daños al medio ambiente. Uno de los problemas más destacados es el uso generalizado del mercurio, una sustancia que ha sido excluida de la minería industrial desde hace tiempo debido a que inhalar sus vapores resulta nocivo.
Es importante destacar que, dentro de este colectivo de mineros, es crucial diferenciar entre situaciones y lugares. Los conceptos son confusos y los límites entre la minería formal e informal pueden ser borrosos. Aproximadamente, entre el 20 % y el 30 % de la minería artesanal está totalmente regulada y opera dentro de los diversos marcos legales y jurídicos. A los que forman parte de este grupo se los considera «formales». Sin embargo, la mayoría de los mineros viven en áreas aisladas, enfrentan procesos de autorización complicados y caros o carecen de recursos para comprar maquinaria y acceder al sistema bancario. Además, es posible que la mayoría sean analfabetos, lo que restringe mucho sus posibilidades de formalizarse. Aun así, la gran mayoría no son necesariamente ni irresponsables o perjudiciales pese a actuar al margen de la ley. Esto entraría dentro de la minería «legítima» según la OCDE. Los gobiernos no tienen control sobre ella y suelen hacer la vista gorda mientras no se pasen de la raya.
En el extremo opuesto se sitúa la minería directamente criminal, que involucra actividades delictivas como allanamientos de propiedades o incursiones armadas en áreas mineras. Afortunadamente, este último grupo representa un porcentaje mínimo de la producción minera global, como en el caso de los famosos «diamantes de sangre». En la actualidad, este tipo de diamantes representa menos del 1 % del mercado global en comparación con el 10 % que suponía en la década de 1990.
La OCDE y otras organizaciones publican pautas para llevar a cabo procesos de due diligence y controlar la cadena de suministro de minerales, asegurando que su origen no sea dudoso y que no provengan de zonas en conflicto. En 2021, la Unión Europea aprobó la «Conflict Minerals Regulation», que exige a los importadores europeos cumplir con la certificación en estaño, tantalio, tungsteno y oro, los llamados 3TG (tin, tungsten, tantalium, gold), por ser los metales más asociados con zonas conflictivas.
¿Cómo paliar esta situación y crear un auténtico cambio? Se han intentado múltiples enfoques, tanto públicos como privados. Muchos gobiernos han promovido la regularización de estos mineros a través de la compra de oro por parte del banco central. Esto tiene sentido, ya que brinda a los mineros un comprador seguro que paga precios estandarizados y transparentes. Al mismo tiempo, el país acumula reservas que pueden venderse para obtener divisas extranjeras, fortalecer su balanza de pagos y aumentar los ingresos fiscales, lo que de otra manera sería informal y no regulado. Varios países, como Filipinas y Ecuador, tienen programas activos de compras de este tipo.
Por su parte muchas empresas mineras han forjado alianzas con pequeños mineros para prevenir conflictos. A menudo, son estos mineros artesanales quienes realizan descubrimientos y las grandes empresas extranjeras deciden explorar y construir plantas industriales, brindando empleo a los mineros artesanales o permitiéndoles trabajar en áreas más alejadas, pero dentro de su perímetro. El informe del World Gold Council de 2022 sobre la minería artesanal y a pequeña escala narra numerosas historias de colaboración tanto entre sectores públicos como privados. Entre las iniciativas privadas están la suiza Swiss Better Gold, que trabaja en varios países de Sudamérica para fomentar la formalización de mineros artesanales y certificar el origen del oro. Está financiada por varias grandes refinerías suizas que de esta manera consiguen garantizar el origen del producto.
Es imperativo evitar criminalizar o discriminar a estos mineros, ya que en su mayoría son individuos desprovistos de recursos que aspiran a un futuro mejor, al igual que todos nosotros. Al mismo tiempo, es crucial no adoptar una actitud condescendiente ni intentar dar lecciones. La vía más efectiva para contribuir, como siempre, radica en la implementación de iniciativas tanto del ámbito privado como del público, orientadas a formalizar sus actividades internalizando sus costes y beneficios, además de brindarles oportunidades de mejora. Cosas tan básicas como ayudar a realizar un plan de trabajo, un estudio ambiental o abrir una cuenta bancaria pueden cambiarlo todo. Además, es muy importante promover el ahorro y la inversión, canalizando esfuerzos hacia el desarrollo de minas a gran escala. Esto no solo generaría empleo, sino que también proporcionaría la capacitación necesaria para desempeñar roles cualificados. Así se fomenta un enfoque integral que no solo aborda los desafíos presentes en la minería artesanal, sino que también busca establecer bases sólidas para el crecimiento y la sostenibilidad del sector.