Por fortuna, en la mayoría de los países la política no penetra todos los ámbitos de la vida humana. Aquellos países en que el estado toma todas las decisiones económicas son evidentemente incapaces de permitir la existencia de libertades democráticas. El marxismo y el fascismo son conspiraciones, no ideas. No se les debe dar dignidad intelectual. En ambos casos, ciertos políticos que no eran honestos prometieron muchas cosas que no se realizaron nunca. El fin último de la política liberal es luchar contra estas conspiraciones y dejar el mayor espacio posible a la iniciativa individual y a la privacidad.
Desde el utilitarismo y el pragmatismo se espera que, en el futuro, los hombres serán capaces de disfrutar de más dinero, más libertad y más igualdad de oportunidades, y que serán, además, capaces de desarrollar el poder de la imaginación, la sensibilidad y la empatía.
Los ingenieros y los científicos naturales ayudan a mejorar nuestra vida material, mientras que los poetas y los novelistas contribuyen a que nos hagamos más amables y tolerantes. Lo que nos hace ser más cosmopolitas es, por un lado, el aumento del dinero y la seguridad y, por otro, el desarrollo de la fantasía y la inteligencia. Es sencillo: cuidemos la libertad y la verdad se cuidará a sí misma.
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