Una ausencia de libertad cómoda, suave, razonable y democrática, señal del progreso técnico, prevalece en la civilización industrial avanzada. Ya no puede sostenerse la noción tradicional de neutralidad de la tecnología: la razón tecnológica se ha hecho razón política. Así, ¿es posible realmente diferenciar entre los medios de comunicación de masas como instrumentos de información y diversión, y como medios de manipulación y adoctrinamiento?
En esta sociedad, el aparato productivo determina no solo las ocupaciones, aptitudes y actitudes socialmente necesarias, sino también las necesidades y aspiraciones individuales. De este modo, borra la oposición entre las necesidades individuales y sociales.
Si los individuos estamos condicionados de tal modo que los bienes que nos producen satisfacción también incluyen pensamientos, sentimientos y aspiraciones, ¿por qué habríamos de querer pensar, sentir o imaginar por nosotros mismos? Lo que está en juego hoy es la oportunidad de preservar y proteger el derecho y la necesidad de pensar y hablar en términos distintos de los del uso común.
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