Escribió Freud: “Los hombres saben que siempre podrán escapar del peso de la realidad huyendo a un mundo propio que ofrezca mejores condiciones para su sensibilidad”. El ansia de huir es un fenómeno antropológico. En todo tiempo y lugar ha sentido el ser humano la necesidad de evadirse de un entorno hostil. A ese entorno lo hemos llamado mundo, entendido como sociedad humana.
El hombre necesita a la vez soledad y compañía. Y la huida es el instrumento con que el hombre ha conseguido siempre el equilibrio entre esas dos dimensiones. Cuando le ha abrumado la soledad, ha huido hacia la compañía. Cuando le ha abrumado la compañía, ha huido hacia la soledad.
¿No siguen vigentes hoy el pensamiento estoico, la vocación religiosa de clausura, la realidad del refugio íntimo, la tendencia a agruparse con personas afines y el ansia de libertad frente a una sociedad opresora? El nuestro es tiempo de huida. Luego huirá el que quiera, pero el ambiente es propicio. Huida evoca, en nuestros días, liberación de una sociedad opresora y de una vida incómoda. Huida suena hoy a felicidad.
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