Este libro analiza el papel de los espacios públicos que ayudan a crear y fortalecer comunidades, construyendo capital social. Defiende que la infraestructura social desempeña un papel indispensable pero infravalorado en las sociedades modernas porque influye decisivamente en patrones de comportamiento como el modo en que nos desplazamos por la ciudad o las oportunidades que se nos presentan para interactuar de manera informal con desconocidos, amigos y vecinos.
¿Qué se entiende como infraestructura social? Las instituciones públicas –como bibliotecas, museos, centros educativos y culturales, parques, piscinas y centros deportivos-; las aceras, los patios y los jardines que invitan a la gente a salir a la calle y a encontrarse; las organizaciones vecinales, incluidas las iglesias; los mercadillos, las cafeterías, las librerías y las barberías; en definitiva, todos aquellos espacios donde se ve con buenos ojos que la gente se junte y se quede un rato a compartir sus vidas y a relacionarse libremente.
Cuando la infraestructura social de cualquier lugar del mundo es sólida, fomenta que los seres humanos traben relación directa, se apoyen y colaboren entre sí; cuando está deteriorada, inhibe la actividad social y aísla a las personas. Los seres humanos progresamos cuando derribamos las divisiones sociales y geográficas y formamos cada día comunidades morales más amplias y extensas.