Este libro trata de la experiencia moderna de la mortalidad. La gente hoy vive más y mejor que en cualquier otra época de la historia. Pero los avances científicos han convertido los procesos de envejecer y morir en experiencias médicas. Y los médicos han demostrado no estar suficientemente preparados para esa difícil tarea. Falta capacidad para afrontar el cometido más importante: cómo lograr que la vida valga la pena cuando uno es débil y frágil, y ya no es capaz de arreglárselas solo.
Cuando llegamos a la vejez, cambian nuestras prioridades. Reducimos el tiempo que dedicamos a perseguir logros. Estrechamos nuestras miras. Interactuamos con menos personas y nos concentramos en pasar tiempo con nuestra familia y amigos de siempre. Nos centramos más en ser que en hacer, y pensamos más en el presente que en el futuro.
Ser mortal tiene que ver con la lucha por sobrellevar las restricciones de nuestra biología. La ciencia médica nos ha concedido una extraordinaria capacidad de forzar estos límites. Pero una y otra vez nos hacemos daño cuando somos incapaces de reconocer que esa capacidad es finita, y que siempre lo será. Cuando somos pequeños, recibimos lecciones relacionadas con la perseverancia: que no aceptemos los límites que se interpongan en nuestro camino. Cuando llegamos a la vejez o asistimos a la vejez de nuestros mayores, el gran reto es aprender a asumir con sabiduría unos límites que ya no se pueden ignorar.
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