Vivir significa luchar, vérselas con toda clase de eventualidades, muchas de ellas difíciles, y saber estar a la altura. La vida del hombre puede verse como una sucesión de problemas divergentes, refractarios a la mera lógica y a la razón discursiva. Todas las culturas tradicionales han considerado que la vida es una escuela y han reconocido la esencialidad de esta fuerza didáctica.
Los cuatro elementos del ser son: materia, vida, consciencia y autoconsciencia. La materia se encuentra en todas partes; la vida, solo en un estrato de la tierra; la consciencia es relativamente rara; y la autoconsciencia es la gran excepción. Únicamente cuando un hombre hace uso del poder de la autoconsciencia alcanza el nivel de la persona, el nivel de la libertad. En ese momento está viviendo, no siendo vivido.
El hombre es capaz de traer el universo entero a su experiencia. Aquello que cada persona abarque realmente dependerá de su nivel del ser. Cuanto más elevada sea la persona, más grande y rico será su mundo. La ignorancia o la limitación sistemáticas del uso de nuestros órganos de cognición provoca inevitablemente que el mundo parezca menos significante, rico e interesante de lo que realmente es.
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