El mercado
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¿Cuánto vale la información?

Tras el fin de la batalla de Waterloo el 18 de junio de 1815 se cuenta que Natham Rothschild obtuvo pingües beneficios en un solo día porque tras la contienda su red de contactos utilizó un sistema de palomas mensajeras para avisarle en Londres de la victoria británica frente a Napoleón

Tras el fin de la batalla de Waterloo el 18 de junio de 1815 se cuenta que Natham Rothschild obtuvo pingües beneficios en un solo día porque tras la contienda su red de contactos utilizó un sistema de palomas mensajeras para avisarle en Londres de la victoria británica frente a Napoleón. Sabiendo Natham esto mientras el resto lo desconocía empezó a vender públicamente bonos británicos con lo que cundió el pánico y el precio se desplomó. A continuación Natham compraba secretamente esos bonos a precios mucho menores. Cuando la noticia de la victoria de Wellington llegó a todos los títulos volvieron a subir, consiguiendo los beneficios mencionados.

Siendo cierto o no, la historia ilustra el valor que la información desigual entre las partes en un mercado, término que los economistas califican como información asimétrica. Nadie duda del valor de la información pero George Akerlof en 1970 es quien puso de manifiesto que un mercado sufrirá si existe una parte que sabe más que la otra. Esto se debe a que los intercambios se basan en que las dos partes puedan tener acceso a la misma información. Si uno tiene mayor información siempre saldrá beneficiado.

Imaginemos que uno vende un cuadro asegurando que es de un autor famoso pero sabe a ciencia cierta que no es de tal artista. Esto es simplemente estafa. El problema, sin embargo, es más complejo cuando no hay estafa como  puso de relieve Akerlof. Este defendió que el mercado de coches usados no puede ser eficiente. Lo explicaba haciéndonos imaginar que la mitad de los coches usados fueran limones y la otra mitad melocotones (la palabra “lemon” en la jerga estadounidense es utilizada como sinónimo de que el coche te sale “rana”).

Los melocotones serían los coches buenos y los compradores potenciales estarían dispuestos a pagar hasta $5.000 mientras que para los vendedores tendrían un valor de $4.000. Por tanto entre ambas cantidades llegarían a un acuerdo y ambos saldrían beneficiados. Por otra parte, la otra mitad de los coches, los limones, no valdrían nada.

Pero en este mercado surgiría la ineficiencia porque el vendedor sabe cuáles son los limones y cuales los  melocotones, mientras que el comprador sólo puede adivinarlo.

Como el comprador da un valor de $5.000 a la mitad de los coches y tiene un 50% de probabilidades de acertar y comprar un melocotón, sólo estaría dispuesto a pagar hasta $2.500. Si el vendedor no supiese tampoco qué coche es un limón y cuál un melocotón, estaría dispuesto a vender a partir de $2.000 (50% de $4.000), pero el problema es que sí que lo sabe. El vendedor no querrá vender el melocotón por debajo de $4.000 y estará dispuesto a vender el limón a cualquier precio porque le da un valor de $0.

Si el comprador ofreciese $2.500 sólo tendría para comprar limones a su disposición por lo que cometería un grave error. De esta manera nuestro autor defendía entonces que el mercado de coches de segunda mano no funciona, porque el vendedor de un melocotón simplemente no lo ofrecerá al mercado a menos de $4.000 y como no habría comprador por encima de $2.500 simplemente se quedaría el coche para él. Además los compradores astutos no entrarían en el mercado y sólo se venderían los coches de mala calidad. Esto no sería simplemente un mercado donde algunos son estafados sino que llega a ser un mercado inexistente porque los  melocotones no llegan nunca a venderse, lo cual económicamente hablando, priva a sus miembros de llegar a transacciones en las que las dos partes salgan beneficiadas.

Sin embargo, no son todo malas noticias porque este problema se ha solucionado ofreciendo los vendedores garantías o gracias a una buena reputación.

En el mercado de renta variable también existen personas o agentes con más información que otras y aprovecharla en su propio beneficio sería utilización de información privilegiada, lo cual es ilegal. Por ello cuando los directivos compran acciones de su propia empresa (insider trading) deben hacérselo saber al regulador del mercado (en España la CNMV). Si no lo hiciesen podrían ser sancionados. Por otra parte, esto también nos muestra las empresas en las que sus propios directivos no poseen acciones, lo que suele levantar enormes sospechas.

No obstante, con la información pública algunos agentes del mercado actúan en los mercados secundarios como si poseyeran más información que los demás porque son capaces de alcanzar conclusiones que otros no son capaces de obtener a pesar de tener la misma información pública. De ahí la importancia de ser capaz de decidir en base a conclusiones de especialistas para comprar siempre melocotones.

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